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Tema: Severo Sarduy

¡No es cierto lo que dicen! No he matado a cien personas. Sólo a unas cuarenta, y otras veinte torturadas… es decir, veintidós, porque había dos niños, ahora que recuerdo. Pues bien, ¿por qué no confesarlo? Soy el mejor torturador del régimen. Si bien es cierto que al principio mi ejecución...
Pintura y Revolución… Pintura de la Revolución. Revolución de la pintura: veo que es fácil jugar con estas palabras. Sin embargo, no me dejaré llevar por los juegos verbales, tan comunes en nuestros críticos. Sobre los críticos, en su mayoría cronistas sociales que hablan de pintura, debe caer, en...
No abandone tan pronto, señor lector, la lectura de este artículo cuando le advierta que voy hablar de Martí. No mueva las manos nerviosamente. Yo lo comprendo: también he padecido por interminables las arengas de los políticos. Las clases de los profesores de Historia de segunda mano, la columna...
No recuerdo exactamente cuándo fue que comenzaron a aparecer las bombas, sé que las primeras fueron inofensivas y que de no haber sido por el aburrimiento, que debido a la escasez de grandes acontecimientos universales padecían en esa época los periodistas de nuestro país, quizás la noticia no hubiera...
I Muera quien tiñe el asfalto de sangre tibia y espesa, muera el chacal que de un salto se apodera de su presa, muera quien humilde besa la mano que lo castiga. Muera la voz enemiga que transita por el cielo. Siga el festival del Duelo El Festín del Duelo siga! II Árboles de sangre estallan en medio de las praderas, doradas enredaderas, de...
Presentación Es 1959 y Severo Sarduy lleva tres años en La Habana. Llegó a estudiar Medicina y el cierre de la Universidad resultó un mal propiciatorio para entrar en lo que, con ecos budistas, nombraría “la corriente literaria” de la capital. En realidad, ya lo había hecho una noche de...
Ni la fe ni su negación son suficientes para Sarduy. Solo la escritura misma parece complacerle: su último reducto ante los embates de la enfermedad y la desdicha.
Cal, tiza. Ahí, blanco compacto, piedra sin poros, aquí polvo lunar o enana blanca que vetea láminas de arena naranja, de tierra mate, de arcilla deslavada, de adobe azafrán: muros de Meknés: tejido desmenuzable cuya armazón la componen caparazones teñidos de negro, restos de cristal arrebatado a los mercaderes...
Kozer habla aquí de su actitud ante la escritura, de poesía latinoamericana actual, de Cuba, Sarduy y el neobarroco, de sus obsesiones.