A la sedición se le entra por un costado: última expo de El Apartamento

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Sin título, de la serie ‘Ya la vida cambió’, Leandro Feal, 2018

Abandonado al recorrido por el laberinto, porque así fue concebida la curaduría de la exposición colectiva inaugurada en la galería El Apartamento a las 6:30 p.m. de un 27 de noviembre, hacia el final de uno de los corredores acontece el encuentro del final de dos formas de vida: árboles talados, líderes asesinados.

¿La Política en el arte, o Lo Político en el arte? ¿Activismo y sedición? Esta y otras preguntas parecen activarse no sólo en la obra Páramo, de Ariamna Contino, también a lo largo del recorrido propuesto en Del laberinto se sale por un costado.

Fotografía, pintura, instalación; abstracción y arte figurativo se conjugan a lo largo y estrecho de los corredores. La galería, ahora, es mucho más que un laberinto físico con una ruta a seguir, en la cual el que se aventura a recorrerlo verá nombres y obras.

El verdadero reto allí es lanzarse en una ruta crítica donde convergen discursos o marchan, en –aparentes– líneas paralelas, estilos e intereses de los artistas elegidos. Lo arduo y sugerente está cifrado en encontrar la conexión, por ejemplo, entre las plantas casi ralas de la manigua cubana de José Manuel Mesías y el bosque nocturno e inundado de tono casi rouge por el que navega un bote con un animalejo blanco dibujado por Rocío García.

Esa es la misma manigua donde han acontecido episodios de una vida cualquiera o los capítulos de una guerra de liberación. La vida y la muerte cifradas en plantas tan comunes en las sabanas, de usos diversos (obras de la serie Índice de imáganes, realizadas entre el 2016 y el 2017), se anteponen a ese bosque que se alza bajo una luna llena (Tishená, de la serie El Regreso de Jack el castigador, 2012), donde no es poco el desasosiego provocado por el viaje de un animal que se nos antoja indefenso. Es la misma zozobra que podría instaurarse en la llanura.

Todo –o casi todo– en El Apartamento parece instaurado o colindante con la sedición. La imágenes de Leandro Feal (Sin título, de la serie Ya la vida cambió, 2018), pequeñas, medio “deslavadas”, muestran detalles de la ciudad. Estas no son las fotos que se elegirían para “discursar” sobre la ciudad incluso desde lo escatológico. Estas fotos también disienten de ese tipo de discurso.

El paisaje mostrado bien podría formar parte de la biografía de los sujetos retratados por Feal en las noches del Roma. De lo abstracto a lo figurativo, parecen hablar de un tránsito, de estados de ánimo, de tomas de partido, de la soledad y la ausencia de empoderamiento.

De la alta madrugada al día, del desborde a la contención, del espacio público al privado, se conectarían en este laberinto dos imaginarios diferentes. Se abandonan las fotos de Leandro Feal y se arriba a las piezas de Arlés del Río como si se recuperara un estado inicial, una calma que no es precisamente la paz. En Resilencia (2019), con la parafina sobre el lienzo se llega a ese capítulo donde algo –un viaje, un encuentro, una pérdida, un deseo– parece sumido en una suerte de equilibrio.

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Las piezas de Carlos Quintana realizadas en 2019, desde la abstracción, dialogan con las de Arlés del Río. En estos paisajes no hablan precisamente de un estado total de sosiego, pero los altos contrastes y los manchones parecen más cerca de la calma que del arrebato, una “cierta calma en el fluir del delirio”.

La soledad y la ausencia, como líneas en el recorrido previamente diseñado, conducen a la obra de Diana Fonseca (Desierto y Ausencia, ambas del 2015). ¿Tierra inhóspita y deshabitada en el interior del individuo? Alex Hernández, con las piezas de la serie Estéril (2018) enuncia otra noción del espacio desolado y asolado. Plagas, agentes químicos, cultivos en riesgo, diferentes tipos de suelos son agrupados aquí.

Viejas fotos de la serie Memorias íntimas (1996-2001), de Carlos Garaicoa, nos sitúan ante ruinas, viejas paredes escritas, un gran bloque de piedra. Allí el sujeto está representado en ausencia, como en las fotos de Leandro Feal.

Sí, buscamos el rastro de esas “partículas elementales” que crean el paisaje –mental o físico, como el representado en el lienzo Reborn de Alejandro Piñero– para modelar un paisaje “otro” –físico o mental–, modificado por el devenir del individuo, con el mismo poder de transformación de los tornados creados por Eduardo Ponjuán (Tornado I y Tornado II, 2019).

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Ahmel Echevarría (La Habana, 1974). Narrador cubano. Ha publicado los libros Inventario (Premio David 2004, cuento, Ediciones Unión, 2007), Esquirlas (Premio Pinos Nuevos 2005, novela, Editorial Letras Cubanas, 2006), Días de entrenamiento (Premio Franz Kafka de Novelas de Gaveta 2010), Búfalos camino al matadero (Premio José Soler Puig 2012, novela, Editorial Oriente, 2013), La noria (Premio de Novela Ítalo Calvino, 2012, Ediciones Unión, 2013; Premio de la Crítica Literaria de Cuba 2013), Insomnio –the fight club– (relatos, Letras Cubanas, 2015), y Caballo con arzones (Premio Alejo Carpentier de Novela 2017, Editorial Letras Cubanas, 2017; Premio de la Crítica Literaria de 2017).

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