De izquierda a derecha José Lezama Lima, Lilia Esteban, Julián Orbón y Alejo Carpentier, en La Habana, circa 1936

Desde su exilio venezolano, en los años cincuenta, Alejo Carpentier llegó a estar lo más cerca que le permitía su cultura de “alta vanguardia”, de un escritor, en buena medida, reacio a esta última como José Lezama Lima y los poetas que lo rodeaban en la revista Orígenes. En aquella aproximación a Orígenes –donde Carpentier publicó, en un número de 1952, el cuento “Semejante a la noche”, que, junto a otros dos, “Camino de Santiago” y “Viaje a la semilla”, incluidos en el volumen Guerra del tiempo (1958), fueron, tal vez, las obras suyas que más admiró Lezama, como se desprende de la correspondencia entre ambos en los cincuenta–, Julián Orbón fue el enlace clave.

Ambos, Carpentier y Lezama, mayores que Orbón, se imaginaban como preceptores literarios del músico. Carpentier, por ejemplo, se sorprende de que Orbón le lance una disertación sobre Thomas Mann: “me hace gracia Julián, proclamando que el Doktor Faustus es una obra prodigiosa, después que yo se la señalé, creyendo que era libro interesante para un compositor joven, pero admitiendo ya –sin decírselo– que había mucho de «amateur» en el alarde de conocimiento musical hecho por Mann”. Lezama, por su parte, en artículos para el Diario de la Marina, recogidos Tratados en La Habana, presentaba siempre, a Orbón, como un católico “angustiado”, como “un aguijoneado vorazmente dentro del orbe católico, que busca en el arte el lleno y la esfera, no la separación luciferina, ni los suculentos y banales henchimientos de suyo”.

En un pasaje simpático de su Diario, a mediados de los cincuenta, justo en los mismos años en que la amistad entre Orbón y Carpentier alcanza la plenitud, cuenta Lezama que fue a una comida en casa de Orbón, quien acababa de llegar de un viaje por los Estados Unidos. El músico “reitera sus triunfos en el Norte”, que lo dejan “indiferente”. El poeta le regala al hijo “angelical” de Orbón, de tres años, una máscara y un tambor de indio. Mientras toca el tambor, repite: “estoy muy angustiado”. A lo que agrega Lezama: “se lo debe haber oído al padre todos los días”.

Tal vez, esa angustia de Orbón haya llevado a Lezama a recomendar al músico lecturas de conversos o católicos franceses, como Charles du Bos y Gabriel Marcel, que Carpentier rechazaba. La alta vanguardia de los veinte, que marcó la formación de Carpentier, chocaba con aquel adoctrinamiento en el catolicismo de entreguerras, que tanto moduló las poéticas de Orígenes, especialmente las de Lezama, Gaztelu y Vitier. Eliseo Diego, “grueso, lento, muy criollo, con físico de hortera -delicioso”, y Fina García Marruz, “con su vocecita tímida, su aire de buena muchacha indolente y criolla, inquietante. Le feu sous la cendre”, le interesan más a Carpentier que esos nuevos habaneros afrancesados.

A pesar de su simpatía por Lezama, Carpentier reprocha el giro al catolicismo, a veces filofascista, que observa en Orbón, por influencia de los poetas de Orígenes. En un momento lo dice directamente: “bajo la influencia de Lezama (probablemente) Julián Orbón se ha entusiasmado por una serie de autores franceses: Charles du Bos. Proust, a quien parecía conocer muy mal hace tres años. Pero con su entusiasmo por Gabriel Marcel, je ne marche pas”. La angustia de Orbón, bajo aquellas lecturas, no parece amainar: “pasa del más tremendo abatimiento a la mayor alegría, sin transición. He observado esa característica, muchas veces, en hombres de genio”. Definitivamente, según Carpentier, la ascendencia intelectual de Lezama sobre Orbón no es buena para el alma del artista:

“Quema demasiadas energías en discusiones que no conducen a ninguna conclusión. Me gustaría que se prodigara menos en consideraciones de orden polémico. Creen que (Ernest) Psichari –el nieto de Renan–, Léon Bloy y un Jacques Riviére dominan el pensamiento francés en la etapa 1910-1920. El pensamiento de una minoría en todo caso. Porque los hombres que mayor influencia ejercieron en esa década fueron Anatole France y Henri Barbusse –entre otros de muy inferior cuantía”.

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RAFAEL ROJAS
Rafael Rojas (Santa Clara, Cuba, 1965). Es historiador y ensayista. Licenciado en Filosofía por la Universidad de La Habana, y doctor en Historia por El Colegio de México. Es colaborador habitual de la revista Letras Libres y el diario El País, y es miembro del consejo editorial de la revista Istor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Ha publicado los libros: Un banquete canónico (2000), Revolución, disidencias y exilio intelectual cubano (2006), La vanguardia peregrina. El escritor cubano, la tradición y el exilio (2013), entre otros. Desde julio de 2019 ocupa la silla 11 de la Academia Mexicana de la Historia.

2 comentarios

  1. Gracias a Rojas por este artículo que saca a la luz dos aspectos sobre los que resultaría interesante detenerse: la manera tan diferente de leer Lezama y Carpentier la tradición literatura francesa, así como las formas también distintas de «transmitir» sus lecturas a probables discípulos. Dos temas para otras dos probables notas críticas.

  2. Supongo sea la primera parte de un texto mayor, da la impresión de que queda trunco. Por cierto, Lilia y Alejo fueron testigos de la boda de Lezama con María Luisa. Y de las veladas en la casa de Orbón parece que hay mucho por decir, como las visitas de María Zambrano y Gustavo Pittaluga… En fin Rojas nos deja en el semáforo, con la roja puesta.

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