'Primavera con una esquina rota', Cirenaica Moreira

Puesto que para el inicio de este texto mi cabeza insiste en censurar el brevísimo Poema LXXIII de la Loynaz, como buen gesto de disidencia mi propia testa ordena y manda. Entonces, el párrafo de inicio de un texto interesado en el work in progress Páginas sin nombre de la artista visual Cirenaica Moreira concluye así: “¿Y esa luz? / —Es tu sombra”.

Exhibida como parte de la exposición 25 / 50. Un recorrido por la obra visual de Cirenaica Moreira (abril-mayo, 2019), Páginas sin nombre reúne varias fotografías intervenidas sobre papel, resguardadas en cajas de acrílico y PVC y un “juguete”.

Yo, que estuve en el Estudio Galería Alicia Leal-Juan Moreira en los días de la XIII Bienal de La Habana, puedo dar fe de que en aquellas cajas vi esa suerte de paradoja. La paradoja contenida en el interior y proyectada hacia el exterior de un individuo, según el poema de la Loynaz. Y la paradoja según la serie concebida por la Moreira.

Fueron seis las cajas que vi: Dentro de un mes, dentro de un año (díptico), Nostalgía, Primavera con una esquina rota, Páginas sin nombre. A falta de un título definitivo, la sexta se exhibió sin el mismo. El “juguete” no es más que un muñeco intervenido, la obra se nombra Domicilio equivocado.

Las cajas que vi fueron seis. En ellas, una mujer muy joven era a un mismo tiempo modelo y escenario. Esa mujer, cuyo rostro aparece en no pocas series de Cirenaica Moreira, físicamente ha ido madurando frente al lente. Es decir, en su vida frente y fuera del campo visual de la Canon. Ella es actriz y modelo. Mariana Alom Moreira. Si aquí la menciono no es sólo porque el modelo usualmente queda en el anonimato. Las fotos utilizadas en esta serie en progreso inicialmente fueron tomadas para ser enviadas a un casting, luego reutilizadas e intervenidas por la propia artista. Visto así, parece una mención baladí o una suerte de compromiso. Pero no.

Hay algo particular en su cara: un rostro andrógino. En algunas obras de Cirenaica, el óvalo facial de la modelo y la vestimenta elegida nos sugieren que la escena narrada o (re)presentada tiene como protagonista a un muchacho. En otras, se sugiere más lo femenil tanto por el maquillaje como por el vestuario. Pongamos desde ya que justo en este detalle nace o comienza a tejerse la paradoja. Asunto múltiple. Porque va más allá de rasgos, género y, siendo políticamente incorrecto, de cuerpas y cuerpos, de diversidades y apuestas sexuales, de emancipación y empoderamiento.

A Cirenaica, la Crítica, cómoda o incómodamente, la atrapa en los tag words citados en el final del párrafo anterior. Y no está nada mal, puesto que esos vectores suelen cruzar la obra de esta mujer licenciada en Arte Teatral por el Instituto Superior de Arte en la especialidad Actuación.

Moreira, en las escenas (re)creadas en trabajos anteriores a Páginas sin nombre −me refiero a Ojos que te vieron ir, Lobotomía, Piel de vaca, Cartas desde el Inxilio, Metálica, Sueños húmedos, Con el empeine al revés, A tu lado me he vuelto un existencialista, Estas flores malsanas, incluso en la serie de esculturas de Sin torres ni abedules− despliega cuanto de dramaturgia y actuación domina. Hay en el mecanismo oculto el diseño de personajes, la caracterización física y psicológica, un conflicto que podría tener una solución −lo cual no significa el arribo a un happy end−, el diseño y desarrollo de un argumento para el cual distribuye indicios y significantes. Una vez frente a la obra, podríamos intuir una suerte de corriente subterránea de sentido que, casi como en la narrativa, es mucho más importante que la historia que la contiene.

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Pero en Cirenaica hay otras preocupaciones y otras ocupaciones. Se habla en su obra de la belleza, pero no quisiera pasar por alto que la belleza en Cirenaica es un asunto político. La Política de la Belleza. Porque allí lo Bello no se circunscribe al uso y abuso del color, tampoco a la variedad de objetos utilizados, ni a la belleza de los modelos según lo que dicta el canon occidental. Lo Bello debe ser entendido como parte de una búsqueda a la hora de proyectar su discurso. Lo Bello incluso como causa y efecto. Lo Bello como (única y absoluta) posibilidad de narrar lo Real, a la vez tremendo, pútrido, terrible, desolador.

Sí, es la Belleza, o la Política de la Belleza, en oposición a la Política y a su noción de lo Bello; la Belleza como parte de un relato ausente en el discurso político. Es la ardua selección de objetos, escenas y poses para situar en ellos otros vectores que le hablan a la soledad, a la violencia no sólo en el espacio doméstico, porque también le atañe cuanto sucede puertas afuera: aquí hablo de balsas y balseros y de aquello que los empuja a concebir viaje y destino posibles, de las bajas pasiones y miserias humanas salidas a flote en los mejores y peores momentos del largo período de crisis que ha estado viviendo el país, de la soledad, el desamor, el abandono del hogar y la familia toda y el país, y la muerte tanto física como simbólica.

Pero en la obra de Cirenaica no todo es dolor. La felicidad, el amor y el deseo acontecen, pero parecen situados en una línea a partir de la cual asoma un despeñadero. No es fatalidad ni tendencia a la tristeza, a la depresión. O sí. Da igual. Importa poco cómo imaginamos la vida del artista, no está de más fabular tomando en cuenta lo que el artista propone a través de su manera de observar y asociar. Puestos de plano en la fabulación, si nos paramos de puntillas a pocos pasos veríamos esa delgada línea.

Esa línea delgada parece ser advertida por la muchacha que, a un mismo tiempo, es sujeto y escenario en las cajas concebidas por Cirenaica. Luz y sombra. La luz que a la vez es aura oscura proyectada hacia o sobre el otro: aquel que la observa, aquel que la acompaña si nos desatamos mientras fabulamos a partir del relato contenido en la foto intervenida por la artista. Cuentas, tejidos, hilos, postales, fotografías, papel, flores artificiales, carteras, entre otros, son los objetos utilizados para darle orden y sentido a la obra.

Las seis cajas en un futuro serán acompañadas por otras siete. La serie Páginas sin nombre además incluirá una serie de “juguetes”, también intervenidos, y cuatro lienzos de gran formato. Bien mirado, las cajas devienen relatos o escenas domésticas en las que cualquier sujeto, sea hombre o mujer, estaría, sin lugar a dudas, en el rol protagónico. O también allí donde es “representado en ausencia”: justo la zona hacia donde mira el rostro andrógino, esa zona que podría nombrarse nostalgia, deseo, odio, burla, amor, amistad, desengaño…

La maternidad o la familia añorada, el amor y su contrario, la disidencia como actitud hacia un discurso o ideología que nos coarta libertades, la irreverencia, el erotismo y lo sexual, incluso como disensión, se constituyen en líneas de fuerza que atraviesan estas cajas de acrílico y PVC.

Bien mirado, algo aparentemente naif hay en ellas, y se circunscribe al álbum que las jóvenes solían hacer. Archivo personal no sólo de recuerdos donde las chicas desataban, o desatan, su imaginación. Poemas, canciones y fotos de revistas recortados y luego pegados con goma de almidón o banditas de scotch en una libreta o bloc. Flores y hojas secas pegadas en las páginas, cartas de amor, la huella de un beso en la hoja tras embadurnar los labios con un creyón. Hay allí no solo un “modo de hacer”, sino también “un modo de ser”.

Sí, hilos de estambre para ensartar y enmarcar una foto en ese temprano archivo de una “vida vivida”, que luego sólo será posible en la nostalgia. Incluso en ese pasado ideal, o idealizado, es verosímil la foto en la que una pionera sube a una estatua de Marx. Allí parece susurrarle al oído; podríamos imaginar mil y un parlamentos. Aunque se trata de la foto de una performance de la artista Ana Kavalis en Berlín, exactamente en el monumento a Marx y Engels, la imagen también le habla a una isla del Trópico, a muchachitas uniformadas que, en soledad, o en su círculo de amistades, fantaseaban casi en cinemascope.

El futuro de la nostalgia… ¿Cuál será ese futuro? ¿Cómo y desde dónde hablaremos de él? Cirenaica parece respondernos. Para hacerlo acude a esa variante del álbum como una de las variantes posibles. Lo interviene desde la corrección de la imagen cual adulta que es, y desde la incorrección que suele habitar en todo adulto que batalla por escapar del cerco impuesto por quienes dictan las nociones del bien, de lo ético, de lo moral, ya sea en el espacio privado o el público.

Es difícil escapar de ese cerco, es difícil salir del armario. Por lo general nunca hablamos con nuestras propias palabras. Pocas veces se piensa con ideas propias. Incluso suele suceder que un individuo termina siendo cautivo de la noción de libertad (en oposición a la norma) enseñada por alguien tenido como Maestro.

Luz y sombra. Batalla campal y teatro de operaciones ocurriendo en un mismo espacio: el cuerpo. La paradoja habitando en la mirada de una mujer cuya vestimenta se oculta bajo otra. ¿La muda de ropas que con sólo doblar unas pestañas se puede fijar al cuerpo nos habla de un disfraz, de una máscara, de un camuflaje para el amor, para el encuentro, para cuando se está puertas afuera? ¿Esa muda es la ropa de campaña en el momento de librar una batalla, cualquiera sea?

En Páginas sin nombre Cirenaica también acude a la literatura y las artes visuales. Hay allí dudas y deudas con los Maestros. Apropiaciones y juegos de espejos; deleite, ¿delito también? Están el fotógrafo Jan Saudek y Henri Matisse, Françoise Sagan, Roberto Bolaño y Mario Benedetti, Stefan Zweig, Pedro Juan Gutiérrez, Dulce María Loynaz y Antonin Artaud.

Teniendo en cuenta que Cirenaica hace más de diez años dejó de aparecer como modelo en sus series, esta hubiera podido ser la última en la que Cirenaica se desnuda, aunque no es precisamente la modelo retratada, sino Mariana, la hija. Bien mirado, es la hija quien se desviste para mostrar cuanto acontece en la cabeza de la madre. La hija es la depositaria de todo un devenir, de posibles frustraciones, deseos, el espacio donde supuestamente la artista ha vertido capítulos de su propia vida. Visto así, la hija no sólo heredará algún que otro rasgo físico.

Centro Habana, París, Ciudad de México; un bar, la búsqueda de un libro y un autor y la escritura de un poema, una calle, una terraza; el vientre abultado en la gestación, singar en un tugurio, la licencia química para arribar al suicidio entendida como licencia poética y testamento político; el cáncer de hígado, el ostracismo, la soledad… sí, están en las páginas escogidas por Cirenaica, con una muchacha de rostro andrógino en el rol protagónico. Muchacha denominador común. Para narrarnos, aunque ninguna lleve nuestro nombre.

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AHMEL ECHEVARRÍA
Ahmel Echevarría (La Habana, 1974). Narrador cubano. Ha publicado los libros Inventario (Premio David 2004, cuento, Ediciones Unión, 2007), Esquirlas (Premio Pinos Nuevos 2005, novela, Editorial Letras Cubanas, 2006), Días de entrenamiento (Premio Franz Kafka de Novelas de Gaveta 2010), Búfalos camino al matadero (Premio José Soler Puig 2012, novela, Editorial Oriente, 2013), La noria (Premio de Novela Ítalo Calvino, 2012, Ediciones Unión, 2013; Premio de la Crítica Literaria de Cuba 2013), Insomnio –the fight club– (relatos, Letras Cubanas, 2015), y Caballo con arzones (Premio Alejo Carpentier de Novela 2017, Editorial Letras Cubanas, 2017; Premio de la Crítica Literaria de 2017).

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