Ilustración de Alejandro Cañer

Presentación

La revista El Caimán Barbudo se funda en marzo de 1966, como mensuario cultural del periódico Juventud Rebelde, órgano de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). A juzgar por el editorial de su primer número y el posterior comportamiento, pretendió ser la plataforma de expresión de una nueva generación de escritores y poetas en la que se fundirían la vanguardia artística y la política.

Para su emisión 15, de junio de 1967, sus realizadores (Jesús Díaz -director-, Luis Rogelio Nogueras -responsable de redacción-, Guillermo Rodríguez Rivera, Orlando Alomá, Víctor Casaus, Ricardo J. Machado y Mariano Rodríguez Herrera), extendieron una invitación a tres escritores para que compartieran su opinión sobre la noveleta Pasión de Urbino, de Lisandro Otero, cuya tirada de cinco mil ejemplares en Cuba se había agotado en cuestión de una semana y ostentaba el pedigrí de haber sido finalista del Premio Biblioteca Breve de la editorial española Seix-Barral.

Los tres encuestados fueron Oscar Hurtado, Luis Rogelio Nogueras y Heberto Padilla. El comentario de este último, sin embargo, fue calificado de inadecuado a los propósitos de la convocatoria. “Solo la respuesta de Padilla no se ajusta a lo pedido”, aseguraba una coda que introducía el segmento “Sobre Pasión de Urbino: tres generaciones opinan”.

Además de atacar directamente a la obra –tildándola de banal “pastiche de Carpentier y Durrell”– y a su autor –a quien refiere como un novelista-funcionario agotado a sus treinta y cinco años–, el autor de El justo tiempo humano (Premio Casa, 1962) y funcionario de exteriores del gobierno aprovechó la oportunidad para acusar en el ruedo intelectual cubano la raíz política del exilio londinense de Guillermo Cabrera Infante y responsabilizar a varias instituciones políticas y culturales de ello. La referencia era propicia en tanto el libro “Vista del amanecer en el Trópico”, publicado finalmente como Tres tristes tigres, había resultado ganador del certamen español y, en opinión de Padilla, merecía por mucho ser el objeto de la encuesta de El Caimán Barbudo, en lugar de la tan solo finalista Pasión de Urbino.

En página seguida, la Redacción del suplemento expresaba su deber de contestar, toda vez que entendía las palabras de Padilla como un ataque a las instituciones y a los programas de la Revolución en materia de educación y cultura. Con Cabrera Infante en la mira, erigía entonces una defensa de la figura del intelectual comprometido que había decidido permanecer en la isla y, presumiblemente, estaba participando del proyecto de país en construcción. A su vez, y ante las insinuaciones del poeta de la existencia de censura y represión política, los caimaneros encomiaron la libertad de creación y de acción de los escritores cubanos, a pesar de la adversidad que representaba el hostigamiento de los Estado Unidos.

Nada volverá a mencionarse del tema en los siguientes dos números que se publican durante el último semestre de 1967, con evidente alteración de la frecuencia mensual que se declaraba. Llegado enero de 1968, una nueva entrega, esta dedicada al Congreso Cultural de La Habana, aparece precedida de un texto editorial de siete páginas. En él no sólo se anunciaba la sustitución en pleno de los miembros del consejo de redacción anterior sino también el reacomodo de la política editorial y el comienzo de una segunda época para la revista.

Si bien el documento figura sin firma, es sabido que fue redactado por el nuevo director asignado, Feliz Sautié Mederos –quien había dirigido, entre diciembre de 1964 y su cierre en 1965, el semanario Mella, dedicado a la propaganda política de la UJC–, a dos manos con Armando Hart, organizador del Comité Central del Partido Comunista Cuba, quien atendía la esfera ideológica.[1] Entre alegaciones de elitismo, rebeldía sin causa, extralimitaciones teóricas, intromisiones en debates literarios y políticos o actividades sectarias, el nuevo cuerpo directivo del Caimán tomaba distancia de la comprensión de “lo revolucionario” practicada por Díaz y su grupo, y se adelantaba a aquella otra de corte estalinista que decretaría Fidel Castro en el Congreso Nacional de Educación y Cultura de 1971.

Sería el propio Sautié quien reciba públicamente el espaldarazo del mayor dirigente de los jóvenes comunistas para publicar el resto de la polémica, la cual se había estado desarrollando a lo largo del semestre tras bambalinas y, al parecer, se había engavetado a la espera de que pasaran las actividades relacionadas con el Congreso Cultural de La Habana y se concretara la transición de responsabilidades en la publicación.

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En los números correspondientes a marzo y junio de 1968, aparecerán la respuesta de Padilla a la Redacción saliente y una réplica de esta –ahora firmada por Víctor Casaus, Jesús Díaz, Luis Rogelio Nogueras y Guillermo Rodríguez Rivera–. Por último, se incluía la primera y única reacción del injuriado Lisandro Otero.

La crítica ha visto en el enroque de los consejos de redacción a raíz de la polémica un ejemplo de la censura ideológica que padecen los medios cubanos; en buena medida, llevada por la sistematicidad con que instituciones políticas del gobierno totalitario la han practicado, desde el documental PM y el cierre de Lunes de Revolución hasta la más reciente expulsión del director de Alma Materotra legendaria revista de jóvenes comunistas–, más allá de los matices grises o negros de las épocas o el grado de estalinismo de los discursos que la sustenten.

Sin embargo, otros análisis y testimonios indican que, si bien el Ministerio de Educación, a instancias de la UJC,[2] castigó la osadía del primer grupo del Caimán, al pretenderse “la vanguardia de la juventud intelectual cubana” en un rapto de autonomía, la destitución en pleno fue antes bien palabreada y hasta cierto punto negociada con Jesús Díaz, cuya participación activa en las reuniones preparativas del Congreso Cultural de La Habana,[3] y su comprometido trabajo en el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, le aseguraban un tratamiento de “intelectual revolucionario”, esto es “dentro de la Revolución”, por parte de las autoridades políticas.[4]

El comportamiento complaciente de los caimaneros relevados y su “reasignación” en otras labores al interior del sistema institucional de educación y cultura hablan de una penitencia guardada en silencio y canalizada en la invectiva hacia el poeta Heberto Padilla, un enemigo en apariencia menor que no por casualidad pronto devendría además en enemigo de Estado. Asimismo, el hecho de que el Secretario General de la UJC, Jaime Crombet, matizara las palabras del editorial de Félix Sautié y Hart en un mensaje que expresamente autorizaba la publicación de los textos de la polémica y restituía públicamente al grupo de Díaz la dignidad político-ideológica, en buena parte confirma el arreglo entre las víctimas y los verdugos:

[En el]editorial se habla acerca de que “se inicia una etapa de rebeldía con causas y de rebeldía revolucionaria…”. Esto, también es enteramente justo. Sin embargo, ha sido interpretado por algunos compañeros de que anteriormente El Caimán Barbudo no era revolucionario ni tenía intención de servir a la Revolución. Sabemos que no era esta ni remotamente la idea, ni mucho menos la intención, que se expresó en el editorial. Pero como ha dado lugar a esta interpretación, el Buró Nacional de la Juventud ha estimado correcto que se deje claro este problema.

Cuando todo parecía haber terminado, en realidad acababa de empezar. En noviembre de ese 1968, el infame Leopoldo Ávila hacía su aparición en las páginas de Verde Olivo, la revista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, entre otras, con una diatriba en la que prácticamente empujaba a Heberto Padilla a la cárcel asegurando que sus palabras “no son críticas desde la Revolución sino contra ella”. Un mes antes, un jurado integrado por J. M. Cohen, César Calvo, José Lezama Lima, José Z. Tallet y Manuel Díaz Martínez concedía al cuaderno de poesía Fuera del juego el Premio Julián del Casal de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Estaba en marcha el Caso Padilla.

Este expediente recupera los textos de la polémica entre Heberto Padilla, El Caimán Barbudo y Lisandro Otero, a partir de la encuesta sobre Pasión de Urbino, entre 1967 y 1968. El mencionado artículo de Leopoldo Ávila, por sus referencias a aquellos, viene a cerrar la discusión retórica, a la vez que abre una nueva. Asimismo, se añaden cuatro documentos que en la periferia ayudan a completar el contexto de la discusión.

Documentos

Documentos relacionados

Bibliografía mínima

  • Alonso, Carlos Aníbal (coord.): “Especial: 50 aniversario de Fuera del juego y las derivas del caso Padilla”, Rialta Magazine, 12 de mayo de 2018.
  • Candiano, Leonardo: “Los primeros dientes de El Caimán Barbudo (1966-1967)”, Ístmica, n. 26, julio-diciembre, 2020.
  • Díaz Martínez, Manuel: “El caso Padilla: crimen y castigo (recuerdos de un condenado)”, Encuentro de la Cultura Cubana, n. 4-5, primavera-verano, 1997, pp. 88-96.
  • Díaz Martínez, Manuel: “Intrahistoria abreviada del caso Padilla”.
  • Díaz, Jesús: “El fin de otra ilusión. A propósito de la quiebra de El Caimán Barbudo y la clausura de Pensamiento Crítico”, Encuentro de la Cultura Cubana, n. 16-17, primavera-verano, 2000, pp. 106-119.
  • Gallardo Saborido, Emilio José: “A propósito de la pasión de Padilla”, El martillo y el espejo: directrices de la política cultural cubana, 1959-1976, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, pp. 165-172.
  • Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo Valdor: “El Caimán Barbudo (La Habana, 1966 – )”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 1999.
  • Martínez Pérez, Liliana: “Final abierto de El Caimán Barbudo: pacto y abandono”, Los hijos de Saturno. Intelectuales y revolución en Cuba, FLACSO-Miguel Ángel Porrúa, México, 2006, pp. 305-351.
  • Otero, Lisandro: “La fabricación de Heberto Padilla”, Excélsior, 17 y 19 de octubre de 1983; Disidencias y coincidencias en Cuba, Editorial José Martí, La Habana, 1985.
  • Padilla, Heberto: “Intervención en la Unión de Escritores y Artista de Cuba”, Casa de las Américas, n. 65-66, 1971, pp. 191-203.
  • Padilla, Heberto: La mala memoria, Plaza & Janés, Barcelona, 1989, p. 146.
  • Ponce Suárez, Vilma N.: “¿Cuándo se publicó el primer Caimán Barbudo?”, El Caimán Barbudo, en línea, 27 de marzo de 2021.
  • Ponce Suárez, Vilma N.: “El nacimiento de El Caimán Barbudo”, El Caimán Barbudo, en línea, 16 de marzo de 2012.
  • Rodríguez Rivera, Guillermo: “La juventud de El Caimán”, El Caimán Barbudo, noviembre-diciembre, 2011.
  • Rojas, Rafael: “Heberto Padilla: disidencia y choteo” y “Jesús Díaz: el intelectual redimido”, Tumbas sin sosiego: revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano, Anagrama, Barcelona, 2006, pp. 267-270 y 310-314.
  • Sautié Mederos, Félix: “Félix Sautié Mederos [intervención]”, “Memorias del Caimán Barbudo”, El Caimán Barbudo, año 30, n. 278, p. 19.
  • Sosa, Isaíris y Yuliet Peérez: “El Caimán Barbudo: para una mirada expedita al campo cultural cubano de 1966 a 1980”, El Caimán Barbudo, 29 de enero de 2012.
  • Velazco, Carlos y Elizabeth Mirabal: “Colofón (nunca querido)”, Sobre los pasos del cronista. (El quehacer intelectual de Guillermo Cabrera Infante en Cuba hasta 1965), Ediciones Unión, La Habana, 2010, pp. 309-335.

Notas:

[1] Cfr. Félix Sautié Mederos: “Félix Sautié Mederos [intervención]”, “Memorias del Caimán Barbudo”, El Caimán Barbudo, año 30, n. 278, p. 19.

[2] Según Jesús Díaz, Jaime Crombet, entonces Secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas, y José Llanusa Gobel, Ministro de Educación, fueron los perpetradores del castigo. (Cfr. Liliana Martínez Pérez: Los hijos de Saturno. Intelectuales y revolución en Cuba, FLACSO-Miguel Ángel Porrúa, México, 2006, p. 338.)

[3] Jesús Díaz, paralelamente a los meses de su destitución, asumió el cargo de secretario en la Comisión 5 sobre “problemas de la creación artística y el trabajo científico técnico” del Seminario Preparatorio del Congreso Cultural de La Habana, cuya organización estuvo a cargo de José Llanusa Gobel. Para indagar en la relación entre Díaz y Llanusa, cfr: Liliana Martínez Pérez, Ob. cit, p. 315.

[4] Véase las declaraciones de Jesús Díaz y Víctor Casaus en sendas entrevistas de Liliana Martínez Pérez. (Cfr: Liliana Martínez Pérez: Ob. cit., pp. 338, 341 y 342.)


* Expediente coordinado por Roberto Rodríguez Reyes y Pablo Argüelles Acosta.

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