‘Cubanías’: el colombiano G. Jaramillo recoge sus crónicas sobre la isla en un nuevo libro

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Detalle de cubierta de ‘Cubanías’, G. Jaramillo Rojas, Nueve Editores, 2020 (Fotografía de cubierta de Dahian Cifuentes)

El título y la ilustración de cubierta del nuevo libro de G. Jaramillo Rojas apelan a mecanismos de seducción que resultan, como mínimo, sospechosos. La “imagen Cuba” urdida tanto por la industria del turismo como por la propaganda política, tiende a una lamentable simplificación de lo que ha sido (y es) este país, su gente y su Historia. Por estos motivos, un lector parcialmente avisado no puede sino estar alerta.

¿A qué nos invita un título como Cubanías? ¿Frente a qué perspectiva de la realidad nos coloca una fotografía de dos adolescentes que, en un malecón en ruinas, contemplan un mar enfurecido? Pero todavía tenemos otra agravante: nos adentramos en un libro de crónicas sobre Cuba escritas por un extranjero, quien corre todo el tiempo el peligro de hablar sobre lo que no conoce, o al menos, sobre lo que no conoce suficientemente bien.

Sin embargo, después de cruzar el sugestivo título, tras rebasar la imagen de los muchachos que observan el iracundo mar habanero, al penetrar en su lectura, Cubanías se revela como una obra favorecida por la complejidad, despojada de cualquier clase de esquematismos. Resuelto en una prosa sagaz, este libro es consecuencia de una sensibilidad que no impone raceros al mundo, sino que se deja impresionar por él. Como apunta Daniel Wizenberg en el epílogo, Jaramillo Rojas se muestra como “un ensamblador de puntos inconexos, un pintor nómade de discursos flotantes”.

Jaramillo Rojas reúne aquí crónicas sobre Cuba que escribió entre 2017 y 2020, las cuales publicó en “diferentes medios como El Toque (Cuba), OnCuba (Cuba), El Estornudo (Cuba), Brandy con Caramelos (Argentina), Revista Polvo (Argentina), Tucumán Zeta (Argentina), Gatopardo (México), Semanario Brecha (Uruguay), El Espectador (Colombia) y Revista Late (Latinoamérica)”, como advierte la nota introductoria en el libro que ahora se presenta.

Publicado por Nueve Editores, Cubanías tendrá su lanzamiento virtual este jueves 17 de septiembre a través de Facebook Live. Durante la presentación, conversarán Dahian Cifuentes, autora de las fotografías incluidas en el libro, Luciano Sáliche y Daniel Wizenberg, quienes se ocuparon del prólogo y el epílogo respectivamente, más Ágata Vergara y Andrés Pascuas Cano, los editores.

Este nuevo volumen de Jaramillo Rojas está organizado en tres secciones: “La gente”, “postales” y “Bonus track (Noveleta de no ficción)”. La noveleta que ocupa esta última parte del libro, titulada “Al día siguiente”, es una suerte de crónica de un viaje del autor a La Habana con su pareja Tess, donde viven una experiencia bastante grave con la Seguridad del Estado. Este episodio, colocado como colofón del libro, no sólo le sirve al autor para mostrar el perfil menos amable del gobierno cubano –articular, en parte al menos, los mecanismos de un aparato policial (y de poder) que intenta controlar su vida en el país después de que ellos visitaran a su amigo Gorki (Águila), miembro de la banda Porno Para Ricardo–, sino que deja entrever también las circunstancias que posibilitaron la documentación que haría posible las crónicas incluidas en el volumen.

En “Postales” asistimos a una serie de viñetas que busca registrar el pulso de la cotidianidad habanera. Las crónicas son –tal vez– instantáneas que fijan ciertos aspectos de la rutina diaria, de la idiosincrasia del cubano, del modo de relacionarse en el espacio social; son una mirada a zonas o aspectos distintivos de la capital de la isla. Por supuesto, las viñetas resultan de la escogencia (legítima) de algunas aristas de “lo cubano contemporáneo” privilegiadas por el autor, las cuales por sí mismas son capaces de albergar una perspectiva posible de la complejidad de esta Cuba en tanto cultura.

La experiencia urbana de Jaramillo Rojas en La Habana actual devela ciertas partes de nuestras percepciones del otro (del extranjero), de nuestra manera de relacionarnos con un espacio arquitectónico tan congelado en el tiempo como dinámico, de nuestra ventura contemporánea después del impacto de la lógica global, de nuestro lenguaje: “Nuevas formas de trabajo y de consumo, impensables hace una década, han aparecido en Cuba […] Restaurantes, bares y discotecas –alejados de lo criollo y/o tradicional– forjados con conceptos universales, luces de neón y propaganda comercial están conquistando la noche y las dóciles billeteras de muchos cubanos […] Aún es posible ver partidas de dominó callejeras, pero no ambientadas con antiguos boleros como uno pensaría, sino con altisonantes reguetones: Si con otro pasas el rato, vamo a ser feliz, felices los cuatro… ¿Qué significa eso?”

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De cualquier modo, es la sagaz composición de los textos y el cuidado de no introducir una lectura estetizante sobre la realidad observada, lo que salva al cronista todo el tiempo de la simplificación. En su percepción de la vida cubana –en esta y en otras secciones del libro–, se evidencia agudeza a la hora de convertir los motivos –el deterioro arquitectónico, el argot popular, la dinámica de ciertos barrios periféricos…– en detonantes para hablar sobre el habitus de una ciudad.

Ahora, el grueso de Cubanías –y creo que su mejor parte, aunque es una apreciación absolutamente personal– se encuentra en “La gente”. De entrada, la denominación no podía ser más precisa. Jaramillo Rojas compendia la vida de diferentes personas, quienes en conjunto expresan la pesadumbre, el dolor, la sed de pertenencia, las heridas, los sueños, de varias generaciones de cubanos. Lo más notable es que Cuba –en tanto cultura, política, ideología, Historia– emerge a través de la singularidad de cada uno de estos individuos, y no al revés.

Son ellos quienes explican qué ha sido todo este tiempo (y es) este país, en términos de identidad e idiosincrasia. En “La gente” emerge una diversidad de voces imposible de reducir a una u otra clasificación de cubanía. Los testimonios de estas personas permiten que percibamos un cúmulo de emociones estrechamente ligadas a esta isla, que percibamos el pulso de un país a través de la humanidad de su gente.

En Cubanías toman la palabra rockeros, transexuales, travestis, deportistas, musulmanes, prostitutas, judíos, adolescentes, médicos, emigrantes, pescadores, y otros muchos sujetos marcados por una o varias de estas identidades. Cada uno deja evidencia de su singularidad. Sobre Luis, un judío al que conoció en una de sus andanzas por La Habana, comenta Jaramillo Rojas: “Le pregunto de qué vive y me explica que muchos judíos en Cuba viven gracias a donaciones, sobre todo de la comunidad hebrea mexicana, que muy amablemente les gira un dinero anualmente. Le aclaro que mi pregunta iba a que si tiene algún tipo de jubilación y me cuenta que el Gobierno de Panamá también los ayuda con contenedores llenos de alimentos que son vendidos por la sinagoga ortodoxa”.

El indio, guitarrista de una banda de death metal, explica cómo “todo es complicado. No hay promoción, ni te la van a dar. Los medios en general miran hacia otros lados más comerciales: la salsa, la rumba, el reguetón. También es muy difícil y costoso conseguir buenos instrumentos que se ajusten al sonido que buscamos. En general, la sociedad cubana como que se niega a aceptar que esto también es música. Es una cuestión de prejuicio. Este trabajo, de tener una banda y trabajar por ella, buscando espacios para tocar y formas independientes para grabar nuestra música es de mucha paciencia. Tenemos toda la voluntad del mundo, porque amamos lo que hacemos y por suerte contamos con un público que, aunque socialmente permanece rezagado, como nosotros, es muy fiel”.

Pero al dejar testimonio de sus experiencias de vida, también logran representar el pensamiento, los conflictos, las expectativas de futuro y los proyectos de vida de buena parte de los cubanos. Si en otros momentos de este volumen Jaramillo Rojas se mueve en tierras del estereotipo –y aclaro que el estereotipo es siempre un índice, responde a una regularidad–, en este apartado se experimenta directamente el pulso de la gente, se aprecia, como certeramente apunta Luciano Sáliche en el prólogo, que este “es un libro para meterse a fondo en una idiosincrasia, en una forma de ver el mundo y de vivir la vida”.

Hay todavía una zona de Cubanías que llama particularmente la atención: aquella donde se aprehende la experiencia del exilo. Muchos de los individuos entrevistados por Jaramillo Rojas son cubanos que, por un motivo u otro, han abandonado el país. Muchas de estas crónicas, en efecto, son resultado de los múltiples viajes de este autor por países de Latinoamérica donde ha conocido a disímiles cubanos. Con ellos, reconstruye una de las facetas más dolorosas de la vida insular posterior al triunfo revolucionario de 1959: la emigración.

Al leer estas crónicas, en su conjunto, se pueden palpar los motivos y las consecuencias –cualesquiera que sean– implícitas en la decisión de abandonar el país de origen y experimentar el exilio. Estas personas –prostitutas, médicos, padres de familia, emprendedores, homosexuales…– exponen sus sueños, sus ambiciones, sus anhelos; comentan el cómo, el porqué, en qué circunstancias existenciales y materiales deciden irse de Cuba, describen también las contingencias del medio social que los acoge y las dificultades que afrontan. En esta mirada a la emigración como una marca distintiva de la contemporaneidad cubana, Jaramillo Rojas esboza un proceso sumamente complejo.

Pero además de los valores testimoniales, destaca la elegancia de la prosa del autor, que contribuye de forma determinante al vigor literario de unas crónicas que consiguen trascender la inmediatez de sus referencias contextuales. Nos dice Jaramillo Rojas en “Estrella”, la historia de una trans instalada en Cartagena de Indias con un colombiano que la obliga a prostituirse: “Nunca más volvió a la escuela porque comprendió que las personas como ella no suelen encontrarse en los espacios de normalidad sino que, por el contrario, el único hábitat de la luminiscencia humana es la desviación, el desenfoque. Recibir la exclusión fue para ella el inicio de unas vacaciones permanentes, en las que sólo habría espacio para la vida. Y así fue: cerró sus ojos y se dejó ir, flotando en la seda de un futuro incierto.”

No menos reveladoras resultan las palabras de los personajes, que portan un auténtico valor antropológico. Débora, una “diva trans” de la noche habanera, comenta: “La marginación es terrible porque es una comunidad que genera cambios de raíz […] migrar de género, modificar tu cuerpo, eso no lo perdona la sociedad tan fácilmente […] van a pasar varias generaciones y, lastimosamente, el prejuicio contra los trans no se va a acabar. Los trans somos revolucionadores del mundo. Somos valientes porque somos los únicos que no tenemos problemas con ser quienes queremos ser, sin ocultarnos. Somos la ruptura total del tabú de la sexualidad, somos auténticos libertarios, no tenemos miedo”.

El viaje para G. Jaramillo Rojas es una fuga, un estado de excepción; el viaje es la inspiración para escrutar (relatar) otro mundo. Y en ese sentido, este libro deviene también una travesía que invita a explorar la geografía emocional y el imaginario de los cubanos.

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Cartel promocional del lanzamiento virtual de ‘Cubanías’ para este 17 de julio
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ÁNGEL PÉREZ
Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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