Elizabeth Bishop y Robert Lowell
Elizabeth Bishop y Robert Lowell

Robert Lowell, nacido en 1917, es el hijo pródigo de los Padres Peregrinos, los trascendentalistas de Concord y los industriales del siglo XIX. Es considerado por casi todos los buenos críticos, estadounidenses o ingleses, como el mayor poeta de la generación que siguió a Pound, cummings, Marianne Moore, Wallace Stevens, etc. En los años 1940-1950, su obra fue para los estadounidenses una sorpresa casi tan grande como la que fue, unos años después y de forma totalmente diferente, la de Dylan Thomas para los ingleses.

T. S. Eliot predijo que, con la batalla ganada por el “verso libre” y el lenguaje demótico en la poesía, se volvería a la métrica y la estrofa formales, incluso “intrincadas”, y a la rima estricta. Los poemas de Robert Lowell parecen haber llegado a cumplir esa profecía, y antes de lo esperado. Su primer libro, Land of Unlikeness, se publicó en 1944, en una edición limitada a 150 ejemplares. Su primer libro comercial fue Lord Weary’s Castle, de 1946, que lo hizo famoso y por el que recibió, entre otros honores, el Premio Pulitzer de poesía. Unos años más tarde apareció The Mills of the Kavanaughs, y más recientemente Life Studies. Desde la publicación de Life Studies, Lowell ha dedicado parte de su tiempo a la traducción; en 1961 tuvimos su traducción de Fedra, de Racine. Un libro de traducciones más cortas, de Baudelaire, Rilke, Montale, Pasternak, etc., apareció recientemente bajo el título Imitations. Lowell eligió deliberadamente esta palabra para describir su técnica de traducción; los poemas están lejos de ser traducciones literales; constituyen, en realidad, nuevos poemas en el ya famoso estilo Lowell. Y como tales, son elogiados por quienes admiran ese estilo y criticados por quienes prefieren la forma más común de traducción palabra por palabra.

Lowell es, por supuesto, un nombre famoso de Nueva Inglaterra. Hay una ciudad llamada Lowell que evolucionó alrededor de las fábricas textiles de algodón Lowell de a principios del siglo XIX. Robert Lowell está emparentado con el famoso poeta del siglo XIX James Russell Lowell (quien durante muchos años fue embajador en Inglaterra) y también con la célebre poeta del “verso libre” Amy Lowell. Nació y se crio en Boston, con los privilegios pero también las cargas que acompañan a ese poderoso nombre local. Como era de esperar fue a Harvard, pero no pudo adaptarse, y dos años después se trasladó a Kenyon College, en Ohio, donde tuvo como “mentor” al poeta agrario sureño y Nuevo Crítico, John Crowe Ransom.

Al comienzo de la guerra Lowell hizo un primer intento de alistarse en la marina (su padre había sido oficial naval), pero fue rechazado por motivos de salud. Durante el curso de la guerra, sin embargo, cambió de opinión acerca de las cosas y, cuando finalmente fue reclutado para el servicio militar, se negó a servir. Estados Unidos tenía cientos de objetores de conciencia trabajando en hospitales y campamentos especiales, pero como Lowell no se había registrado como “pacifista”, fue enviado a la cárcel como delincuente común. Antes de eso, ya había conmocionado a su familia y a la ciudad de su nacimiento, al volverse contra el calvinismo de Nueva Inglaterra, hasta el punto de convertirse al catolicismo. Creo que en este momento –como Eliot, Auden y otros– es un anglicano practicante. Su poesía es profundamente religiosa y rica en imágenes bíblicas y eclesiásticas, principalmente en sus dos primeros libros. Su interpretación religiosa del mundo está en la tradición de sus “ancestros” de Nueva Inglaterra: los Mathers, Jonathan Edwards, Thoreau (quien también fue a la cárcel), Hawthorne, etc., y el grupo Brook Farm.

No se puede negar que, para el lector no iniciado, su poesía resulta difícil. Sin embargo (en contraste, pienso, con algunos de los poemas más populares de Dylan Thomas), la poesía de Lowell, siempre totalmente honesta con el lector, está escrita invariablemente con una sintaxis y un significado perfectamente lógicos. La dificultad inicial radica, a veces, en saber cuál es realmente el tema del poema. Muchos de sus poemas son dramáticos, pronunciados por diferentes personajes; a este respecto, se le ha comparado con frecuencia con Browning. Pero, una vez que uno conoce la escena y el personaje, el poema mismo, a pesar de ser sutil, enredado y lleno de asociaciones lingüísticas –una mezcla asombrosa de lenguaje demótico y formal– es siempre lúcido.

En el extraño título de su segundo libro, Lord Weary’s Castle, ya se encuentra incrustada en parte una explicación de la poesía de Lowell. Proviene de la vieja balada sobre un pobre albañil llamado Lambkin que construyó un castillo para un tal Lord Weary, pero que se vio privado de su justo pago. En esta leyenda, Lowell ve una parábola del mundo moderno –el castillo– la superestructura aplastante de nuestra civilización. Randall Jarrell, en Poetry and the Age, describe de esta manera Lord Weary’s Castle: “Los poemas entienden el mundo como una especie de conflicto de opuestos. En esta lucha, un opuesto es ese pastel de costumbres en el que todos estamos incrustados […] la inercia del yo obstinado […] la obstinada persistencia en el mal que es la condenación […] el imperialismo, el militarismo, el capitalismo, el calvinismo […] los «bostonianos de verdad», los ricos. […] Pero dentro de esto […] lucha todo lo que es libre o abierto, esa […] voluntad que es ella misma salvación […] la Gracia que ha sustituido a la Ley, del perfecto libertador que el poeta llama Cristo”.

Los poemas de este libro y de The Mills of the Kavanaughs están casi todos en forma rigurosa de estrofas con el frecuente encabalgamiento que se ha convertido en la marca característica de Lowell. Esta técnica da a estos poemas de profunda creencia religiosa y angustia, que fueron escritos durante la guerra, su afecto de urgencia, casi de pánico.

En Life Studies, publicado en 1959, los ritmos pesados y los sonidos de las trompetas son modificados, modulados. Los versos todavía riman, pero de forma irregular, y su extensión depende más de un fraseo natural o soplo que de formas estróficas. Estos poemas son casi siempre elegíacos y autobiográficos sobre todo lo que es suyo, familia, padre y madre, esposa (está casado con Elizabeth Hardwick, la reconocida crítica literaria y novelista) e hijo único. El lenguaje de Lowell es tan grandioso, tan conmovedor, tan brutal, a veces como antes –pero los poemas están llenos de “humor”, de compasión y de un simple afecto por las personas y los lugares.

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¡He escuchado a brasileños afirmar que el escritor estadounidense Dreiser, por ejemplo, es mejor escritor que Henry James! Y creo que el mismo tipo de lector brasileño bien podría cometer el mismo error acerca de los poemas de Lowell al decidir que Robert Frost o Carl Sandburg o incluso nuestros más bien patéticos poetas beat se acercan más a la idea de lo que debería ser un verdadero poeta “estadounidense”. A esos lectores solo puedo decirles esto: la idea que tienen de la literatura estadounidense (y, de paso, de la propia América) es incorrecta. Nuestros grandes, aunque difíciles, artistas-artesanos –incluidos, entre otros, James y Lowell– son los mejores representantes de la literatura estadounidense.

Simplemente porque el curso de la lengua de la poesía en inglés divergió tanto del mismo curso en las lenguas latinas, Lowell probablemente les parecerá a los brasileños más exótico estilísticamente de lo que realmente es. La batalla por escribir poesía que esté “al menos tan bien escrita como la prosa”, como solía decir Pound, y en lenguaje hablado, casi había sido ganada en 1920. Debe ser difícil para los lectores brasileños darse cuenta de que en este dominio (me refiero solo al lenguaje demótico frente al lenguaje “poético”), la poesía inglesa está muchas décadas por delante de la poesía en las lenguas latinas. Lowell representa un cambio brusco de dirección, incluso, si se quiere, un giro hacia atrás. Al igual que Dryden, una vez más hizo que la poesía fuera dura, difícil, elevada y masculina. En realidad, las artes, es claro, no se pueden comparar, pero, por medios muy diferentes a los empleados por nuestros action paints, Lowell expresa, con la misma energía y belleza, los problemas de cualquier ciudadano de los Estados Unidos que tiene más de cuarenta años, los que ya ha enfrentado y enfrenta: la Depresión, la Guerra (o Guerras), la Sociedad de la Afluencia, la ética de las relaciones exteriores, la Bomba.

Estoy segura de que el lector que logre entender, aunque sea una pequeña porción de los poemas de Robert Lowell –y no tienen trampas–, llegará a comprender mejor, en la misma medida, la tierra americana contemporánea de la que proviene.

1962


* Este texto sobre Robert Lowell pertenece a Prose (2011), libro que reúne gran parte de la prosa de Bishop.

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