Escritora guadalupeña Maryse Condé muere en Francia a los 90 años

La escritora guadalupeña Maryse Condé, autora del clásico Yo, Tituba, la bruja negra de Salem, murió en la madrugada de este martes en un hospital cercano a su casa en el sur de Francia a los 90 años. En aquella novela, que se publicó por primera vez en 1986, relató la historia de una esclava, una de las primeras mujeres acusadas de brujería durante los juicios de Salem de 1692. Aunque empezó a escribir a los 40 años, Condé dejó tras de sí una obra abundante que engloba desde sus celebradas novelas hasta ensayos, piezas de teatro y memorias.

Figuró varias veces en la lista del Nobel de Literatura. En 2018, cuando este premio fue cancelado a causa de los escándalos de abusos sexuales que han ensombrecido a la Academia del país nórdico, algunas personalidades de la cultura sueca crearon un Nobel alternativo que le otorgaron a la guadalupeña.

El presidente Emmanuel Macron le entregó en 2020 la Orden del Mérito de la República francesa, aunque en Francia la autora cuenta con muchos menos lectores que en Estados Unidos o Latinoamérica. Fue durante largo tiempo directora del departamento de estudios franceses y francófonos de la Universidad de Columbia, en Nueva York, durante las dos décadas que vivió allí.

La autora nunca se reconoció francesa del todo, aunque contó con el pasaporte y se educó en la lengua y la cultura de este país por haber nacido en 1937 en un territorio dependiente de Francia, perteneciente a la Unión Europea. Hija de padres acomodados, estudió en Francia y allí vivió el racismo en carne propia. En sus libros hablaría de los efectos del colonialismo en el Caribe y África.

En una entrevista para The Guardian, contó: “Cuando era niña, mis padres me mimaban mucho. Era ajena al mundo exterior. Estaba convencida de que era una de las chicas más guapas del mundo y sin duda una de las más inteligentes, pero cuando vine a estudiar a Francia descubrí los prejuicios de la gente. La gente creía que yo era inferior sólo por ser negra. Tuve que demostrarles que estaba dotada y demostrar a todo el mundo que el color de mi piel no importaba: lo que importa está en tu cerebro y en tu corazón”.

También vivió en Costa de Marfil, Guinea, Ghana, Senegal en búsqueda de sus raíces. Sus padres siempre intentaron inculcarle los valores de la colonia francesa, que luego ella iría cuestionando en su propia trayectoria vital.

En su libro La vida sin maquillaje, habla de su etapa en África. Alejada de las idealizaciones, con gran claridad, en esa novela narra el desencanto y el dolor resultante de no encontrar lo que allí buscaba, su lugar.

Luego, instalada ya definitivamente en Francia, dijo a El País en una entrevista: “Yo buscaba algo, y esto me llevó a viajar. Nunca lo encontré. Y creo que no me he encontrado totalmente. Es complejo llegar a conocerse y a saber quién es una. A mí me ha llevado toda una vida”.

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En España, la editorial Impedimenta ha sido una fiel divulgadora de la obra de Maryse Condé. Corazón que ríe, corazón que llora fue el primer título (un volumen de cuentos) que le publicó la editorial. “Nos enamoró al instante. Desde 2019, y hasta ahora, cada enero se ha abierto con una obra de Maryse”, dijo a El País Enrique Redel, editor del sello.

“Fue feminista cuando nadie lo era, madre soltera y catedrática en la Sorbona especializándose en el tema de la esclavitud […] Ya con 90 años recién cumplidos no veía, no oía y apenas podía sostener objetos en la mano. Aun así, estuvo escribiendo hasta el último día, dictando sus textos a su marido y traductor al inglés, Richard Philcox, y era esa fuerza, esa inmensa generosidad creativa, la que hizo que pareciera casi inmortal para nosotros”, agregó Redel.