Victoria de Stefano (1940-2023), escritora venezolana nacida en Rímini, Italia, falleció este viernes 6 de enero en Caracas a los 82 años de edad.
Numerosos escritores, editores, profesores universitarios y, en general, lectores de su obra literaria –de novelas como El desolvido (1971) o Lluvia (1998)– despiden este sábado en Twitter a De Stefano, quien, en 1946, a los seis años, llegó junto a su familia a Venezuela y, luego, en los sesenta, conocería el exilio junto a su marido, el filósofo y guerrillero Pedro Duno.
La escritora viviría entonces en sitios como La Habana, Argel, Zúrich, París, Barcelona y, a inicios de los setenta, e el Chile animado por la Unidad Popular de Salvador Allende.
Merecedora de reconocimientos como el Premio Municipal de Novela de Caracas, por Historias de la marcha a pie (1997), y el Premio Municipal de Ensayo, por Poesía y modernidad, Baudelaire (1984), De Stefano fue también finalista en 1998 del Premio Rómulo Gallego, ganado entonces por Roberto Bolaño y Los detectives salvajes.
Ampliamente considerada una de las voces más influyentes de la literatura y, en particular, la narrativa venezolana contemporánea, De Stefano es autora además de La noche llama a la noche (1985), El lugar del escritor (1992), Cabo de vida (1993), Pedir demasiado (2004) y Vamos, venimos (2019). Su faceta de ensayista comprende igualmente obras como Sartre y el marxismo (1975) y La refiguración del viaje (2005).
Durante años se desempeñó también como profesora de Filosofía Contemporánea, Ética y Estética en la Universidad Central de Venezuela, donde en 1962 se había licenciado, justamente, en Filosofía.
En 2018, De Stefano recibió, en atención a sus méritos literarios e intelectuales, la Orden de Cavaliere della Repubblica Italiana.
Su vida (El Taller Blanco, Bogotá; 2019), uno de sus últimos libos publicados, constituye una narración autobiográfica y fragmentaria que comienza de este modo: “Nace en Rímini, ciudad portuaria sobre el Adriático, donde su madre y sus abuelos acostumbraban pasar las vacaciones de verano (para quienes gustan del cine, la ciudad de la adolescencia revisitada de Fellini en Amarcord), el 21 de junio de 1940, en los días de la Blitzkrieg cuando las Fuerzas Armadas alemanas viniendo de la frontera franco-belga ocupaban París tras las divisiones acorazadas de Guderian. A los siete u ocho años, a partir de sus propios recuerdos, a partir de lo que le sería contado, y de lo que se emplearía a fondo en seguir contándose, pues cuanta más edad tenga más le urgirá hurgar en esos recuerdos, comienza un llegar a comprender que la fecha y los acontecimientos ligados al mapa cartografiado de la catástrofe serán su melancólico, fatigado y perplejo ingreso al destino histórico y moral del siglo, además de la imagen premonitoria de lo que la llevaría en la adolescencia a encontrar refugio y sustento en libros y papeles sin los cuales acabaría muriéndose de hambre”.