Recuperando la vida de Ingeborg Bachmann

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Ingeborg Bachmann

La aparición en Alemania de los volúmenes Wer war Ingeborg Bachmann? Eine Biographie in Bruchstücken (‘¿Quién fue Ingeborg Bachmann? Una biografía en fragmentos’), de Ina Hartwig, y “Schreib alles was wahr ist auf”. Der Briefwechsel (‘«Escribe toda la verdad». La correspondencia’), editado por Hubert Lengauer, que recoge la correspondencia sostenida entre Bachmann y Hans Magnus Enzensberger, proyecta nuevas luces sobre la vida y la obra de la poeta austriaca, sobre todo en lo que se refiere a sus relaciones intelectuales, creativas y amorosas con el poeta Paul Celan, con el académico y político Henry Kissinger, y con el escritor Enzensberger. Los reseña Leo A. Lensing, profesor de estudios cinematográficos de Wesleyan University, en The Times Literary Supplement:

Incluso los expertos en la obra de Bachmann quedarán sorprendidos por la atención que Hartwig presta a su poco conocida amistad con Henry Kissinger, quien es elevado en un epílogo del libro al “hilo de Ariadna” que unifica todo el proyecto biográfico de representar “la contemporaneidad de Ingeborg Bachmann y todas sus azarosas dimensiones”. La participación de la joven escritora austriaca en el Seminario Internacional celebrado en Harvard en el verano de 1955, bajo la dirección de Kissinger, sí que tuvo algo de azaroso. […] La autora, sin embargo, asume equivocadamente que Bachmann debe haber “disfrutado enormemente” el ambiente intelectual de “el jardín del Edén Harvard”. En realidad, Bachmann dejó registrada en su correspondencia con familiares y amigos la profunda desilusión que experimentó en los Estados Unidos y en Harvard. En una carta particularmente dura de 16 de julio de 1955 dirigida a Heinrich Böll, asegura comprender por qué tantos judíos emigrantes han cometido suicidio en Estados Unidos: el trauma de vivir ahí “los liquidó”.

El hecho de que, a pesar de esta antipatía general, Bachmann se sintiera atraída hacia el propio Kissinger, debe haber tenido que ver con el carisma y la generosidad desprejuiciada de este, atestiguados durante el paso de los años por otros participantes del seminario. […] Ella habría encontrado un espíritu familiar en Kissinger, el frustrado organizador académico, quien en los meses siguientes al seminario de 1955 se describiría a sí mismo, en sus negociaciones de patrocinio con la Fundación Ford, “como un personaje de Kafka sentado hace tanto tiempo ante la puerta cerrada que ha olvidado qué hay del otro lado y sólo recuerda que quiere conseguirlo”.

Pero, a la vez que Hartwig opina sobre el posible efecto del seminario de Harvard en la evolución de las posturas políticas de Bachmann, su entrevista en 2016 con un Henry Kissinger de 93 años, estratégicamente colocada hacia el final del libro, muestra a una biógrafa más interesada en el sexo que en el texto.

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