La clínica 26 de julio no es una clínica cualquiera. Aunque sí. Aunque en ella el tinte siempre sea trágico. Si nos dejamos ganar por el detalle de los acontecimientos, la clínica 26 de julio es un lugar lleno de argumentos extraños, conflictivos, violentos… Sería eso, sólo eso, si no miráramos (con una mirada muda y sin gesto) en sus internos cuerpos sacrificiales. Cuerpos sin razón, sin libertad, sin poder. Cuerpos frágiles y monstruosos. Aquí y allá, en la clínica y fuera de ella, todo es violencia. Todo es dominación. La dominación murmura fuera del sujeto y el tiempo.
Cae la tarde en la Sala-R de la clínica 26 de julio. Cae la tarde en la azotea de El Vedado donde en estos momentos Teatro Kairós (“un proyecto itinerante, un organismo independiente que sobrevive al ojo del cazador furtivo”) estrena Sala-R. Es domingo 31 de octubre. Cinco y diez de la tarde. Antes de comenzar, Lynn Cruz pide perdón. Se excusa. Dice unas palabras: “Como no tenemos teatro tenemos que presentarnos en lugares alternativos. A veces sólo existimos en el espacio virtual. Para nosotros es muy importante dejar registro de la obra. Filmarla”.
Por eso Miguel Coyula estará dentro de la escena (entre enfermos mentales) grabando lo que pudiera ser un lenguaje siniestro. El lenguaje del manicomio: “La mirada clínica tiene esa paradójica propiedad de entender un lenguaje en el momento en que percibe un espectáculo” (Foucault).
Casi una semana antes, el lunes 25, Sala-R se preestrenó en la Embajada de la República Checa en La Habana, quien auspició el proyecto como parte del programa de Teatro Kairós para el Laboratorio Creativo de Amistad con los Pueblos (LCAP). Pero en junio pasado, el grupo publicó en Hypermedia Magazine, Abril sin carne, el primer episodio de una serie de teatro web. Le seguirían Anestesia en junio, Bala perdida en julio, Agosto en el andamio y Noviembre en la morgue, todos ellos, en formato de monólogos, serían el proemio de la devolución que podemos ver hoy de Sala-R.
Bajo la dramaturgia y dirección de Lynn Cruz, quien también actúa, participan como intérpretes Luis Trápaga, Olivia San Román, Evelyn Corvea, Reynier Morales y Jorge Carpio. Este último, además, colaboró como asesor dramático. Por su parte, Raúl C. Camacho fue el encargado de construir los objetos. Jonathan Formell fungió como cameo y compositor musical.
Teatro Kairós se fundó en 2011 con El regreso. Luego vendrían Los enemigos del pueblo (2017) y Patriotismo 36-77 (2018). De Patriotismo… Lynn rescata para la pieza actual los cuerpos espectrales, los entes fantasmagóricos. En aquella ocasión rojos; ahora negros. Desde el inicio hasta ahora, las obras de Teatro Kairós pudieran leerse sin abismos entre ellas. Por el contrario, son capítulos de un solo texto general que las agrupa.
La clínica 26 de julio es la cuna de los fantasmas negros y de las patologías sociales. En ella se fundan las crisis. Las crisis de las fiebres, podemos decir. (La palabra griega krisis significa discriminación y disputa, pero también decisión, en el sentido de juicio o evaluación). Los internos de Sala-R “quieren ser hombres y mujeres nuevos”. Quieren ser cuerpos de la disputa.
¿Las causas? Un derrame seroso, un hígado degenerado, un pulmón lagunar. ¿Las consecuencias? La pleuresía, la cirrosis, la tisis… ¿Cuál es la forma originaria de la enfermedad? ¿Cuál es su fondo patológico? Es la locura, donde todo nace y todo muere.
El loquerío está en todas partes. Cae la tarde en la Sala-R para enfermos mentales y, entre moscas, aparece muerto el enfermero de guardia. Aparece de la nada. Es un acontecimiento de vacío. Es, como Sala-R, un acontecimiento de dolor. Al fondo una cortina de nubes es traspasada por espadas de luz. El telón de fondo es color arrebol.
Viendo ese enfermero muerto, esas moscas, y, en el suelo, un cartel negro que dice “Viva la Revolución” pienso en una verdad que permanece en levedad. Una verdad que todavía no he comprendido del todo: el país como manicomio. Sala-R es el país. La frecuencia del pulso de los internos indica rebelión. El sudor de los internos indica un estado febril. La fiebre conlleva a la inflamación de algunos órganos. ¿Han imaginado un corazón que explota?
La fiebre es pútrida.
La fiebre de este país es pútrida.
Los internos perciben el inminente suceso que cambiará sus vidas. ¿Para bien? ¿Para mal? Están a punto de un acontecimiento. Tal vez el más importante de sus vidas. Creen que este acontecimiento será finalmente la llegada del comunismo a Sala-R.
Se pasa, naturalmente, de la fiebre a las fiebres. La locura siempre viene acompañada. Frente a esa clínica de locxs pienso en el teatro de la locura, cuyo discurso –a la manera de Foucault– no circula como el de los otros. El teatro de la locura, que no es sólo temático, sino conceptual, desacraliza, transgrede, subvierte. Es el teatro de la abertura. Es el teatro de las fragmentaciones. Es el teatro de las escrituras transitivas. Es el teatro de las lecturas veladas. Ecología de lo visible y lo invisible. Es el teatro que se niega a sí mismo. A sí y a todo. Posee una negatividad constitutiva.
Sala-R nos expone a un acontecimiento de vulnerabilidad, de rechazo autoerótico. Sin herida no hay verdad. ¿No hay verdad sin catástrofe? ¿Qué tipo de catástrofe? ¿Una revolución?
Aunque su estructura parte de un esquema logocéntrico, Lynn Cruz logró corromper en Sala-R la dictadura de la palabra y construir un dispositivo que no es sólo reflejo, sino fuerza. En este caso, la fuerza proviene del rechazo a un sistema excluyente y opresor. Sistema que se asemeja al clínico. Tecnologías disciplinarias. Ambos son sistemas de la dominación. Ambos se oponen a la locura, a la vez que intentan convertir a sus internos en cuerpos zombis.
El cuerpo del loco ha sido históricamente oprimido. Ha sido un cuerpo de las minorías. Minoría, en el sentido deleuziano, no en el sentido estadístico, es un segmento poblacional políticamente oprimido. No es un número, es un estado de subalternidad.
Todo un sistema de instituciones se opone a la locura. La locura es considerada nula y sin valor. Sin verdad y sin importancia. El inmenso discurso del loco, aún hoy, regresa al ruido. Para el loco todo discurso es verdad enmascarada. Comunismo: verdad enmascarada. Socialismo: verdad enmascarada. Democracia: verdad enmascarada. Revolución: verdad enmascarada.
Entre los restos de moscas muertas y muñecos de barro desmembrados veo dos libros: Cartas a Olga y El poder de los sin poder, de Václav Havel.
Cuando bajo la escalera de hierro que conduce a la azotea de la Sala-R tarareo una canción. Entono, como en la tragedia primitiva, el ditirambo. El ditirambo es un himno en honor del numen. Para los griegos este himno tomaba el nombre de tragodía (tragedia). Esta palabra significa, literalmente, “canto del cabrón”. Para los griegos ese cabrón no es otro que el destructor de la viña. ¿Quién destruyó nuestra viña?
Como un deus ex machina en Sala-R, un combatiente baja de la Sierra Maestra y cree que es Fidel Castro. En Sala-R se multiplican los fideles, pero no se multiplica la carne, porque “en este país no hay más carne que nuestra propia carne”.
Mi ditirambo dice: “La muerte, con su impecable función / De artesana del sol / Que hace héroes, / Que hace historias. / Y no sé de un lugar para morir / En esta tierra por el futuro. / Qué ejemplo / Se ha convertido en puñal, / Se ha convertido en fusil, / Se ha convertido en la trinchera / De la voluntad, / De la palabra amar, / De la conciencia, / Y de la muerte”.
Los enfermos de la sala. El tono es íntimo. Sala-R es un laboratorio. Es sentido del momento histórico. Sala-R no puede asegurar que sus pacientes se mantengan a salvo. Oremos.
Mi enhorabuena por el magnífico trabajo qué estáis realizando
Gracias Edgar por este texto. Me has dejado pensando. Hay muchos detalles que describes de los que ahora al leerte soy más consciente. Como el hecho de que Patriotismo 36-77 y ahora Sala-R tienen del teatro del vacío. También hay sutilezas que percibiste y eso me alegra, cuando uno trabaja pequeños detalles que los demás pueden notar. Gracias por acompañarnos en las funciones.
Muchísimas gracias Juan. Saludos!