Cuando ya yo pensaba que no volvería a escribir para el Native hasta que este pagase a sus colaboradores decentemente, he leído un grupo de artículos titulado “Palabras de la comunidad gay latina” en el número 74. Y no puedo evitar colaborar ahora con un texto gratis a modo de respuesta. El suplemento completo valía la pena que se publicase, y los trabajos de Cherrie Moraga y René Cifuentes merecen especial elogio. Sin embargo, me siento particularmente llevado a ocuparme de “La fácil conveniencia de la homofobia cubana”, de Lourdes Argüelles y Ruby Rich, que me pareció decepcionante y por momentos irritante. Decepcionante, porque esperaba algo mucho mejor de Ruby Rich, quien ha criticado aguda e ingeniosamente el movimiento antipornográfico. Irritante, porque Argüelles y Rich se convierten en apologistas del estalinismo cubano al tratar de evitar con vehemencia ser cómplices de la guerra fría de nuestro propio gobierno contra los rojos.

Es útil recordar a los lectores que “los mismos cubanos de derecha que denuncian a sus compatriotas progresistas de ser gay también se ocupan de denunciar al gobierno cubano como perseguidor de locas —la táctica de Fidel-odia-las locas–”. Eso es cierto, pero una vez que el oportunismo de los derechistas quede expuesto, un desagradable hecho sigue estando presente: Fidel Castro, en efecto, sí odia a las locas, a juzgar por los pronunciamientos efectuados en su propia voz, y ha hecho más de cuatro cosas para convertir la vida de esas locas en algo miserable. Argüelles y Rich se apresuran demasiado a descartar el testimonio de los refugiados cubanos gais que llegaron a la Florida durante el éxodo de Mariel. Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, acusó a todos los refugiados de ser contrarrevolucionarios y “elementos antisociales”, y agrupó a los homosexuales junto con los delincuentes y drogadictos en la categoría de “escoria”.

Argüelles y Rich sugieren que los gais que abandonaron Cuba o que sufrieron allí prisión deben ser culpables de algo, sean cuales sean las historias que cuenten. “Cuba fue y es una sociedad profundamente homofóbica”, admiten, pero agregan: “la gente no va a la cárcel simplemente por ser homosexuales; van a la cárcel por delitos comunes, particularmente robo. Sin embargo, indudablemente, es más fácil ir a la cárcel si uno es gay”. Argüelles y Rich dicen que “el testimonio del refugiado comienza con experiencias personales como gay y transforma estas en una versión oficial de la historia”.

Eso suena demasiado simple. No cabe duda de que los medios de difusión norteamericanos se mostraron ansiosos por difundir historias de horror anticomunistas, y que algunos refugiados se sintieron felices de corresponder a ello con sus propias invenciones. Pero yo he conversado personalmente con un gay cubano que estuvo en el campamento para refugiados de Fort Indiantown Gap, y él sostiene que los gais en Cuba son perseguidos y mandados a la cárcel hoy por hoy: sí, simplemente por ser gais. El Código Penal cubano, de hecho, contiene una serie de leyes muy vagas (la Ley de la Peligrosidad y la Ley contra la Extravagancia, por ejemplo) que establecen penalidades contra una categoría muy vasta de personas que se salgan de la raya, incluyendo a los gais. El gay cubano al que me he referido no pertenece a la cofradía derechista cubana. Ni está buscando llamar la atención de los medios de difusión. Es, en realidad, un gay cubano socialista que abandonó Cuba porque considera que el régimen de Castro ha traicionado tanto a la democracia como al socialismo. Ese régimen ha establecido restricciones contra la vida gay que este cubano considera intolerables.

Argüelles y Rich dicen que la situación de los gais en Cuba está mejorando. Ya no hay, por ejemplo, campos de concentración especiales para los gais. Ahora los gais, sean delincuentes o no, pueden integrarse a los otros prisioneros. Supongo que esto representa un progreso, aunque Argüelles y Rich no mencionan que los prisioneros gais reciben el trabajo y el trato más degradante, también en prisión.

Como otra prueba de progreso, ellas mencionan que “libros más progresistas sobre sexualidad han sido publicados”. Hay que señalar que la población cubana tiene el “derecho de leer” sólo lo que el gobierno permite que se publique. En 1980, un nuevo libro de texto sobre educación sexual tuvo una circulación limitada en Cuba. Era la traducción al español de un libro escrito en Alemania Oriental, titulado El hombre y la mujer en la intimidad. Hay que fijarse muy bien en este título, si uno es gay. Los funcionarios del Partido Comunista de Cuba le han hecho propaganda a este libro ante izquierdistas provenientes de otros países, usándolo como prueba de que el régimen cubano es ahora progresista en material sexual.

Pero ¿gentes como Argüelles y Rich han leído en realidad este libro? Fragmentos del mismo aparecieron en la edición de 1980 de Gay Insurgent y no me convencieron. Es cierto: el libro dice que la homosexualidad no es un pecado ni una enfermedad. Gracias. Enseguida, el texto pregunta: “¿Hay posibilidades de curar la homosexualidad en aquellos que así lo deseen?” Hay también especulaciones acerca de las causas de la homosexualidad, y cada vez que los médicos buscan causas están buscando también modos de promover lo que ellos consideran salud, o de evitar lo que ellos llaman “casos”. Según el texto de ese libro, “si desde la infancia la sexualidad es orientada en la dirección normal, por medio de modelos adecuados de conducta heterosexual dentro del contexto de una educación correcta, entonces podrían prevenirse muchos casos de conducta homosexual”. Este libro de educación sexual “socialista” no es muy diferente en este aspecto de los textos siquiátricos reaccionarios publicados en los países capitalistas.

Argüelles y Rich dicen que el Código de Familia cubano estimula el trabajo doméstico del hombre y la mujer en la sociedad”. Eso es un disparate. El Código de Familia Cubano no es más efectivo contra el sexismo educación de la mujer [sic.], y que ha sentado precedentes para una mayor fluidez en el papel del hombre y la arraigado y estructural que las prédicas en favor de la paz lo son para evitar la guerra [sic.]. El régimen de Castro ni siquiera ha creado un serio programa transicional para construir viviendas comunales completas, con cocinas, lavanderías y centros infantiles comunales, para que el pueblo cubano pueda ser realmente un pionero en cambiar el papel del hombre y la mujer en la sociedad. Quizás es mejor que sea así: temo que Castro enfrentaría tal proyecto de manera coercitiva y burocrática, usándolo como medio para destruir la soledad y extender la regimentación, más que para fomentar experiencias voluntarias y diversas encaminadas a la vida comunal.

- Anuncio -Maestría Anfibia

Finalmente, Argüelles y Rich concluyen su artículo con una cansada exhortación, urgiendo a los gais a no ser peones en la Guerra Fría, urgiéndonos a “comprender cómo acusaciones y contracusaciones de homofobia cubana le hacen el juego a una sucia guerra política”. Es cierto que los derechistas usan cualquier cosa que les caiga en las manos en su cruzada contra los rojos. El gobierno cubano, sin embargo, ha colocado un revólver cargado en las manos de sus enemigos, y no es sorprendente que los derechistas aprieten el gatillo. La homofobia cubana no sólo es “conveniente”; es, también, real.

La opresión que sufren los gais en Cuba es un indicador significativo de la falta general de democracia allí, y sin democracia no puede haber verdadero socialismo. A los gais cubanos se les prohíbe oficialmente pertenecer al Partido Comunista, y en una dictadura de un solo partido esto significa que los gais son ciudadanos de segunda clase. Tampoco pueden los gais cubanos desempeñar cargos en donde puedan “influir sobre los jóvenes”, tales como cargos en la enseñanza. Naturalmente, hay gais “discretos” que tienen puestos en todos los niveles de la sociedad cubana, pero esa discreción forzosa es una forma de esclavitud.

Las dictaduras “transicionales” tienen el hábito de convertirse en permanentes. Si Argüelles y Rich son amigas de la Revolución cubana, deberían tener esperanzas (como yo y muchos socialistas) en que el pueblo cubano por sí mismo derrocará un día a la partida de burócratas que hoy ostentan el poder allí. Si el socialismo tiene verdadero apoyo popular, entonces puede resistir la oposición democrática, proveniente incluso de partidos procapitalistas. Mientras tanto, los derechistas continuarán difundiendo su noción de que el estalinismo y el socialismo son una misma cosa. Y Argüelles y Rich no están ayudando a nadie a diferenciar el uno del otro.

* Este texto se publicó originalmente en inglés en The New York Native, secc. “Letters”, n. 80, 2-15 de enero de 1984, pp. 4-5. Se reproduce aquí la versión en español que apareció en la revista Mariel, año 2, no. 5, primavera, 1984, p. 11.


Colabora con nuestro trabajo
Somos una asociación civil de carácter no lucrativo, que tiene por objeto principal la promoción y fomento educativo, cultural y artístico. En Rialta nos esforzamos por trabajar con el mayor rigor profesional en la gestión, procesamiento, edición y publicación de los contenidos y la información. Todos nuestros contenidos web son de acceso libre y gratuito. Cualquier contribución es muy valiosa para nuestro futuro.
¿Quieres (y puedes) apoyarnos? Da clic aquí.
¿Tienes otras ideas para ayudarnos? Escríbenos al correo [email protected].

Deja un comentario

Escriba su comentario...
Por favor, introduzca su nombre aquí