“Los motivos de las guerras parecían siempre los mismos: el ansia de poder y la ambición económica. Algo típicamente masculino”, expresó la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, en voz de la actriz argentina Cecilia Roth, en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2021, resumiendo en una frase los más grandes “entuertos” de la historia y de nuestra época a la vez que apostaba por el acto anónimo de la lectura como vía hacia el conocimiento humano y la genuina justicia.
La poeta, nacida en 1941 en Montevideo, hija de emigrantes genoveses, exiliada y asentada desde hace medio siglo en Barcelona, no concurrió este viernes a la cita por razones de salud, pero su discurso fue –como su literatura– un firme ejercicio de memoria y compromiso con el presente y el futuro: “El mundo parecía [en su niñez] un lugar muy peligroso fuera de Montevideo. Pero la biblioteca de mi tío, funcionario público, culto, gran lector y ferozmente misógino me permitió conocer que siempre había sido así. Desde los orígenes, o desde los tiempos bíblicos o desde los griegos y troyanos. Los motivos de las guerras parecían siempre los mismos: el ansia de poder y la ambición económica. Algo típicamente masculino”.
El alegato feminista de Peri Rossi, a sus 80 años, se remontaba a aquella biblioteca iniciática y a aquel pariente cervantino y machista irredimible: “Tres libros leídos muy tempranamente me conmocionaron: El diario de Ana Frank, La madre de Máximo Gorki y Don Quijote de la Mancha. Este último, con un diccionario a mi lado. Fue el más difícil de leer y el que me provocó sentimientos más contradictorios. No había leído nunca un libro donde el autor declarar que su protagonista estaba loco, pero a la vez, me emocionaba que su propósito fuera deshacer entuertos y establecer la justicia, cosa que me parecía harto razonable dado el estado del mundo y de mi propio barrio, donde muchas vecinas venían a contarle a mi abuela, una viuda que había criado a siete hermanos huérfanos y a tres hijos –también huérfanos– que sus maridos borrachos las golpeaban o se jugaban el escaso dinero en los caballos o se iban de putas y maltrataban a sus hijos”.
La uruguaya apunta entonces al primer personaje feminista de la literatura en español: “en los capítulos XII, XIII y XIV del libro me encontré con el relato y el discurso de Marcela”, quien dice en la ficción: “Yo nací libre y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos”. Y dice a su vez Peri Rossi: “Como Helena, en la Ilíada, maldice el día en que nació, o como en Eurípides, Helena se rebela contra la sociedad que considera la belleza como único atributo de la mujer”.

“De este modo”, prosigue, “Cervantes desacraliza la belleza como atributo femenino, y convierte a Marcela en una heroína trágica: para conservar su libertad frente a los hombres que quieren poseerla, dominarla, renuncia a la vida social, aislándose del mundo, huyendo de los hombres. Por supuesto, esta heroína, posteriormente, sería calificada de histérica, frígida y neurótica al no asumir el rol que le asignaba la sociedad patriarcal. La comprensión que manifiesta Don Quijote hacia un personaje femenino real me hizo pensar que la locura puede ser un pretexto de exclusión de aquellos que esgrimen verdades incómodas, lección que evidentemente aprendí, pagando un precio muy elevado, hasta el día de hoy, pero si volviera a nacer, haría lo mismo”.
Peri Rossi supo asumir que “en una sociedad patriarcal ser mujer e independiente era raro y sospechoso”. Y a esa rareza se consagró en sus actos y en su escritura:
Cuando el jurado (al que agradezco el honor de este premio) enumera los motivos por los cuales me lo ha concedido, habla de una firme y completa vocación literaria, pero también reconoce una lucha por los valores humanos tantas veces vulnerados por el poder político o cívico militar. Tuve que exiliarme de la dictadura uruguaya porque, como Casandra, había advertido y denunciado su llegada, y como castigo, mis libros, y hasta la mención de mi nombre fueron prohibidos; salvé la vida milagrosamente y vine a parar a España, donde otra feroz dictadura oprimía la libertad. Convertí la resistencia en literatura, como hicieron tantos exiliados españoles, y en lugar de renunciar a la sociedad, como Marcela, desde mis libros, desde mi vida he intentado como doña Quijota “desfazer” entuertos y luchar por la libertad y la justicia, aunque no de manera panfletaria o realista, sino alegórica e imaginativa. No necesitamos duplicar la realidad, sino ironizar o interpretarla, como hiciera Jonathan Swift, por ejemplo. La literatura es compromiso ya lo dijo Jean Paul Sartre y compromiso es todo, desde un artículo contra Putin o un homenaje a las mujeres violadas y martizadas en Juárez, hasta los relatos de Cortázar. ¿No es compromiso satirizar, por ejemplo, los excesos de la técnica, el morbo de los platós de televisión o los ritos festivos de los fanáticos del fútbol? Tan compromiso como escribir un poema lírico que exalta el deseo entre dos mujeres o entre un hombre y una mujer. La imaginación también es compromiso cuando no anticipación. Yo no he sido cronista de la realidad, me he sentido muchas veces como Casandra, en la Eneida, vaticinando un futuro y unos peligros que pocos veían. Pero no concibo una literatura solemne. La vida puede ser una tragedia, un drama, pero se puede ironizar y satirizar sus hábitos y costumbres, como hizo Pessoa con su poema “Todas las cartas de amor sin ridículas”. Sí, y además, son dulces o crueles o amorosas o denigrantes.
La condena a la guerra –la actual invasión rusa a Ucrania, y todas las guerras– en tanto enfermedad terminal del patriarcado confirma a Peri Rossi en su elección: “Mientras algunos se dedican fanáticamente a hacerse ricos y a dominar las fuentes del poder, otros, nos dedicamos a expresar las emociones y fantasías, los sueños y los deseos de los seres humanos”.
“Creo que ese sigue siendo el compromiso del escritor, sin ninguna solemnidad, y con sueldo escaso”, sostiene a continuación la autora de cuadernos poéticos como Las replicantes y Evohé, y de la celebrada novela La nave de los locos. “Y con humor, como cuando escribí este breve poema: “Podría escribir los versos más tristes esta noche, / si los versos solucionaran la cosa”.

En su opinión: “El sentido del humor es el sexto sentido de la literatura”. Y, en cierto modo, sólo el humor parece ensalmar los límites prácticos de la poesía: “Podría escribir los versos más agradecidos esta noche, y cumpliría con mi obligación de escriba”, concede Peri Rossi, “aunque los versos no salvarían a los que mueren por las bombas y los misiles en la culta Europa”.
Durante la ceremonia, el monarca español, Felipe VI, tuvo como es habitual palabras para la galardonada, en este caso, una autora “a menudo rebelde, insumisa y transgresora”: “Peri Rossi se ha considerado a sí misma «una trapecista que salta sin red». Comprometida con su obra, con la condición de mujer, ha sido –y sigue siendo– una voz en defensa de los vulnerables y a favor de la igualdad, la justicia, la libertad y la democracia”, dijo.
Cristina Peri Rossi es apenas la sexta mujer que recibe el, así considerado, premio literario más importante de la lengua, que en su edición inaugural de 1976 reconoció la obra del poeta español Jorge Guillén (1893-1984). Antes fueron distinguidas la también uruguaya Ida Vitale (2018), la mexicana Elena Poniatowska (2013), las españolas Ana María Matute (2010) y María Zambrano (1988), y la cubana Dulce María Loynaz (1992).
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