El MALBA exhibirá una retrospectiva del documentalista chileno Patricio Guzmán

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Patricio Guzmán. DW.
Patricio Guzmán. DW.

Patricio Guzmán es uno de los grandes patriarcas del cine latinoamericano. Su filmografía ha aportado una de las más arriesgadas gramáticas documentales de la región y uno de sus más contundentes expedientes políticos. Activo desde los años setenta del pasado siglo, este director continúa hoy produciendo obras de una impresionante envoltura estética y de una fina percepción del mundo histórico. En tributo a su imprescindible legado, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) proyectará durante el mes de febrero próximo una restrospectiva de su obra con quince de sus más importantes producciones.

Quizás el aporte más significativo del director chileno, en materia estrictamente fílmica, se encuentra en haber subjetivado la representación documental –en un momento en que el cine latinoamericano exigía particularmente una absoluta objetividad en la mirada sobre la realidad–, para interconectar problemas relativos a la historia, la política y la memoria.

Entre los quince documentales que ha seleccionado el MALBA destacan especialmente: La batalla de Chile (1975, 1976, 1979), En nombre de Dios (1987), Chile, la memoria obstinada (1997), Isla de Robinson Crusoe (1999), El caso Pinochet (2001), Madrid (2002) y Salvador Allende (2004), obras de una impresionante resonancia en el devenir del cine documental latinoamericano.

Resultados de valiosas investigaciones culturales, Chile, la memoria obstinada, El caso Pinochet o Salvador Allende, por mencionar ejemplos precisos, son un intento por restablecer un cuerpo nacional resquebrajado. Patricio Guzmán bucea, siempre desde la perspectiva de su individualidad, en pasajes/personajes esenciales del Chile anterior y posterior a la dictadura para articular una alternativa al discurso histórico oficial del país, y mostrar la devastación dejada por el régimen de Pinochet. Su apuesta por la subjetivación del discurso ha producido también obras de corte autobiográfico representativas del documental contemporáneo, como son los casos, por ejemplo, de Madrid (2002) y Mi Julio Verne (2005). Es justo en ese cruce de subjetivación y política a nivel de la representación donde se cuece su autoría.

La contundencia política de los filmes de Guzmán reside entonces en presentar, bajo la perspectiva de su mirada individual, los antagonismos ideológicos, los conflictos populares, las rebeliones cívicas de una nación sometida a múltiples silenciamientos –primero a causa de la dictadura militarista y luego por el gobierno de la transición democrática–. El repaso de algunos de los hitos de su carrera que organiza el MALBA, convoca a pensar sus múltiples aportes al documental político, más allá de a la creación cinematográfica y a la Historia contemporánea de Chile.

Una de las propuestas fundamentales de la muestra será, sin dudas, La batalla de Chile, uno de los documentos de análisis histórico y social más contundentes del estadio cívico vivido por Chile hacia el año 1973. Graduado de la Escuela de Cine de Madrid, Patricio Guzmán regresa a su país motivado por el triunfo de la Unidad Popular, y será precisamente el registro de la situación política que desembocaría en el golpe de Estado cuanto lo consagre como creador. Antes de La batalla de Chile, ya había rodado otros filmes en los que se avizoraba su indiscutible creatividad —El primer año (1971) y La respuesta de octubre (1972)–, pero será en aquel donde se geste la metodología fílmica garante de su trascendencia.

La batalla de Chile (1975-1979) no sólo inauguró una extraordinaria obra consagrada a recuperar la memoria chilena confiscada por la dictadura de Pinochet. Celebrada a nivel internacional, la película permanece como un archivo de imágenes imprescindible para comprender la historia del país suramericano, y como uno de los paradigmas del “documental político”. Con este documental épico, inició Guzmán su trabajo con la memoria, obsesión autoral que recorrerá toda su obra, siendo el centro de sus más agudos sondeos políticos.

Filmado de forma clandestina, el extenso material derivó en tres partes temáticamente delimitadas: La insurrección de la burguesía (1975), El golpe de Estado (1977) y El poder popular (1979). Como todo documental, el resultado último es cinematográficamente deudor del montaje, pero la agudeza política y la profundidad analítica del filme nacen de la estrategia de rodaje instrumentada; de la manera en que se emprendió la documentación, interesada en aprehender los núcleos antagonistas en que se expresaba el conflicto social. La visualidad de La batalla de Chile combina códigos del cine directo y recursos propios de la ficción. Aunque es una película testimonial, enfocada en archivar la Historia en el momento de su acontecer, el riguroso diseño de la filmación hizo posible un estilo estrechamente conectado con el distanciamiento brechtiano, que rompe con el efecto de identificación y transparencia, y potencia la reflexión.

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Otro de los filmes notorios de Guzmán presente en la retrospectiva es El caso Pinochet. El documental encuentra su centro argumental en la detención del dictador en Londres y en el proceso judicial a que fue sometido. Defensor de la subjetividad como principio articulador de la representación, Guzmán realiza la película con el propósito de mostrar su perspectiva personal del dictador. No obstante, urgido por la necesidad de dar testimonio de la Historia, se vale de las voces de víctimas y testigos de la represión del gobierno militar, a través de quienes conforma un caleidoscopio narrativo que saca a la luz acontecimientos del pasado borrados para las actuales generaciones de chilenos.

Salvador Allende, retrato esbozado también desde la personalísima mirada del creador, es otro de los filmes emblemáticos que figuran en la exhibición. Ahí el cineasta chileno trenza su propia biografía con los perfiles político y personal del líder, convencido de que la mejor manera de reincorporarlo al presente es dando cuenta de la personalidad y la época que él, en tanto testigo de su tiempo, conoció. Por todavía detrás de este objetivo, la vuelta sobre algunos pasajes fundamentales de la vida de Allende persigue meditar sobre la posibilidad del tipo de país que esta figura histórica proyectó. Esa compleja concepción estética del documental por la que apuesta Guzmán –el filme resulta una superposición de pliegues visuales, discursivos, narrativos–, hace de sus obras contundentes ensayos fílmicos.

La retrospectiva también incluirá la trilogía más reciente del cineasta: Nostalgia de la luz (2010), El botón de nácar (2015) y La cordillera de los sueños (2019). Los tres filmes serán proyectados, además, entre los días 25 de marzo y 3 de abril, en el Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse (Francia), cuya 34ª edición realizará una muestra homenaje al autor chileno.

Esta última trilogía de Guzmán patenta la vitalidad de un creador que durante más de cuatro décadas ha concedido obras imprescindibles al cine de América Latina, de obligada referencia para las generaciones más recientes de directores. Son además una demostración de la inteligencia estética de un director que ha sabido explorar otros emplazamientos formales, otros subterfugios creativos, sin renunciar a los vectores discursivos que lo han motivado siempre. El cambio más evidente en la concepción narrativa y visual de estos filmes, respecto a su obra anterior, es la poetización de la representación. Lo cual no pende sólo de la estilización del plano expresivo, sino también de una concepción menos inmediata de la realidad filmada. Guzmán continúa meditando sobre la Historia, la memoria, la identidad nacional, pero lo hace desde una arqueología del pasado más trascendental, de raíz metafísica; ahora el director mira hacia la naturaleza, la geografía, el tiempo, y encuentra allí las metáforas perfectas para sacar a su país de la amnesia, para explicar la diferenciación chilena y el dolor y las consecuencias de la dictadura.

La retrospectiva del MALBA y el homenaje del Festival de Toulouse se suman a una ola de distinciones que ha recibido en los últimos años el director en Latinoamérica y Europa. Cuando el Festival de Cannes le otorgó en 2019 el premio L’OEil d’or al Mejor documental por La cordillera de los sueños, pasadas varias décadas de su primer triunfo allí con La batalla de Chile, se confirmó la reciedumbre de su creatividad y la fidelidad de su visión política. Estos nuevos reconocimientos al maestro son una afirmación de su condición de clásico, y a la vez una reverencia al género documental.

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ÁNGEL PÉREZ
Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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