Ilustración de Alejandro Cañer

He dejado pasar deliberadamente cierto tiempo para referirme a la polémica que ha ocasionado la publicación del número 250 de Plural, dedicado a Cuba. La causa del retraso se debe a que este tema es muy delicado para quienes hemos estado a favor de la Revolución cubana ya que nos lleva a plantearnos preguntas como las siguientes: ¿cuál es la evaluación que podemos hacer de la experiencia revolucionaria en Cuba?, ¿cómo hacer una crítica fraterna en un momento tan difícil para aquel país?, ¿cómo señalar los conflictos sin hacerle un servicio al imperio del Norte? Jaime Labastida eligió un camino: publicar una edición crítica a cargo de los propios cubanos y anteponiendo una presentación que en forma muy apretada resume sus pensamientos sobre la situación en la Isla. Este hecho (presentación y demás contenido del número) ocasionó una inmensa ira entre los miembros del Comité Ejecutivo de la UNEAC, en donde figuran creadores importantes de las artes y las letras cubanas, quienes decidieron hacer públicas dos cartas condenando tanto al número como la posición de Labastida.

Ahora bien, en toda esta polémica creo necesario distinguir dos cuestiones diferentes: la primera es sobre el contenido del número que la suscitó; la segunda es sobre el asunto de fondo y que es el problema de la libertad de la crítica en Cuba, cuestión que a su vez nos lleva a un conjunto de problemas relacionados con lo ocurrido en el socialismo real.

Respecto de la primera polémica no quisiera abundar más sobre lo ya dicho. La acusación principal del ejecutivo de la UNEAC es que ese número se suma a la campaña de agresión en contra de Cuba. No creo que esa hubiera sido de manera alguna la intención expresa del director, quien tiene a su cargo la decisión de publicar o no los materiales. Pero me pregunto: ¿por qué esos ensayos no pudieron ser publicados en Cuba?, ¿por qué los cubanos tienen que verse obligados a publicar en el exterior cuando se trata de críticas al gobierno? En el número en cuestión hay un ensayo bastante confuso y muy injusto hacia la Revolución, y que a mi juicio está equivocado en sus afirmaciones, pero aun ese ensayo ¿no podría publicarse en Cuba para luego ser puesto en su lugar por otro trabajo?, ¿la Revolución será tan débil para no poder ofrecer espacio a las críticas?, ¿un autor o autora debe empeñar su libertad personal y su destino futuro porque se atreve a discrepar, decir su verdad, oponerse públicamente? Porque esto último parece haber sido el caso de la poeta María Elena Cruz Varela, quien se encuentra hoy en la cárcel. Otra cosa seria, lo que no parece probable, que se hubiera unido a contrarrevolucionarios para planear sabotajes y poner bombas, en cuyo caso existiría el derecho del Estado a defenderse como lo hace cualquier otro. Creo que el ejecutivo de la UNEAC haría bien, en este y otros casos, en proporcionar a la opinión pública internacional todos los hechos y los argumentos necesarios.

Pero esto me lleva a la segunda polémica que es la más importante y la cual el ejecutivo de la UNEAC se niega a abordar por el momento, aunque sería deseable que lo hiciera. Las preguntas que me hago son las siguientes: ¿defender a la Revolución cubana significa una exaltación acrítica?, ¿aprobar sus logros en educación, salud y deporte significa que no se debe decir nada sobre sus problemas?, ¿la caída del socialismo real no afecta en nada a la Revolución?, ¿el bloqueo estadunidense nos debe llevar a guardar silencio sobre errores, injusticias o equivocaciones?, ¿la defensa de una Revolución tan gloriosa como la cubana debe conducir a cerrar los ojos ante la nueva situación del mundo?

A mi juicio, la respuesta es negativa a todas las preguntas. Nadie puede, desde el punto de vista ético, dejar de buscar la verdad ni esta privado de expresar los resultados de su búsqueda hasta sus últimas consecuencias. ¿Por qué? En primer lugar, porque, en el caso de Cuba, desde sus inicios hemos estado a favor de la Revolución; porque nos duele la situación en que se encuentra aquel pueblo; porque estamos en contra de ese inmerecido e inhumano bloqueo impuesto por el imperio del Norte desde hace más de treinta años, como un cerco de Numancia, y porque sabemos que tras el derrumbe del socialismo real Cuba quedó sumida en el conflicto más grave de su historia. Seamos claros: Estados Unidos quiere vencer a Cuba por hambre y una mayoría de quienes formamos parte del Consejo de Colaboración de esta revista (si no todos, pues no les he preguntado su actual posición) estamos en contra de ese indignante atentado a los derechos humanos cometido por un país que dice ser defensor de ellos. Repito las palabras de Jaime Labastida en su presentación al número 250. “Estamos, pues, por el levantamiento irrestricto del bloqueo estadunidense a la Revolución cubana”. Esta sencilla frase jamás se ha escrito en la revista Vuelta dirigida por Octavio Paz y jamás se hubiera escrito aquí si él hubiera seguido dirigiendo Plural. Por tal motivo, me parece una injusticia para Jaime Labastida que, habiendo publicado tantos trabajos de autores cubanos durante tantos años, ante la publicación de un número crítico, el ejecutivo de la UNEAC haga juicio sumario y una condena pública.

Ahora bien, ¿cuáles son las tesis de Jaime Labastida en la presentación de aquel número?

Lo primero que expresa Labastida es que se requiere un debate racional sobre Cuba; un debate en el cual se escuche también al contrario. Este debate es necesario y políticamente correcto. En el momento en que Cuba está siendo asediada y aislada se requiere tender puentes de entendimiento. Labastida aboga por una reflexión conjunta sobre las múltiples dudas que nos asaltan en este momento de la historia. Este es un elemento positivo que no consideró el ejecutivo de la UNEAC.

Desde luego que este diálogo es hoy muy difícil porque la atmósfera está cargada de pasión y de resentimiento, pero no lo creo imposible. Un temario futuro sería el siguiente: ¿hoy qué podemos entender por libertad de crítica en Cuba?, ¿cuáles son sus alcances y sus límites?, ¿cuáles son las consecuencias del derrumbe del socialismo real para la Revolución cubana?, ¿cuáles han sido los aciertos y los errores de la Revolución?, ¿cuál es su situación actual frente a la inmensa recomposición que se está efectuando en la economía mundial mediante la organización de los grandes bloques? Y muchos otros más. Por lo pronto, diré que el derrumbe del socialismo real ha provocado tal crisis y tal conjunto de incógnitas que no es posible permanecer en silencio. Tenemos una sobreacumulación de conflictos. Antes que impedir la expresión de posiciones diversas, debería iniciarse en Cuba un gran debate para que, con la mayor objetividad, sus ciudadanos puedan extraer las conclusiones debidas. Esto no quiere decir que el Estado cubano cometa el mismo error de Gorbachov y produzca una pérdida de identidad del pueblo, pero el debate es indispensable.

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Labastida se refiere en su presentación a la célebre frase de Fidel en la recordada reunión con los intelectuales: “Dentro de la Revolución, todo. Contra la Revolución, nada”. Y más aún, Labastida escribió en esa misma dirección el 14 de marzo de 1983, día en conmemoramos el centenario de la muerte de Marx en el Palacio de Bellas Arte, una frase que tenía el mismo tono “con el marxismo todo, contra el marxismo, nada”. Hoy Labastida rectifica y hace bien. El significado de la frase de Fidel lo entiendo en aquel momento de 1961, la Revolución quería consolidarse. Esto lo comprende cualquier persona realista. Se trataba de una sociedad naciente que requería un espacio político y solicitaba a sus artistas y escritores que le permitieran su desarrollo por el bien de las mayorías. Esto ocurre en situaciones de guerra en las cuales se requiere la unidad de todo el pueblo. Pero esta situación no puede ser permanente. Los conceptos tanto como las realidades se encuentran en movimiento y una vez que la Revolución superó el periodo inicial de crisis, se requería que el mismo concepto de “con la Revolución todo” fuera reanalizado colectivamente.

A mi juicio, la Revolución cubana estaba obligada a ampliar los marcos de libertad restringidos en el primer momento. Pero independientemente de las posiciones del Estado hay que tomar conciencia de que siempre han existido contradicciones entre la razón de Estado y la razón objetiva; entre ética y política. Lo que un gobierno sostiene por razones políticas en un momento dado no necesariamente coincide con la verdad histórica; de ahí la importancia de preservar un espacio para la crítica. El concepto de lo que es la Revolución cubana se va construyendo en cada etapa por todos y no solo por los que ejercen el poder del Estado. Pero, ¿cuál es la razón por la que se mantiene una actitud de eliminación de toda crítica al poder (que es por supuesto la crítica más importante)? Me temo que la reproducción de la practica soviética de que solo era publicable la opinión oficial. Este fue uno de los talones de Aquiles de la URSS y de todo lo que se llamó socialismo real, porque impidió la realización de una de las formas en que la sociedad podía verse reflejada a sí misma y, por tal motivo, modificada.

Labastida nos proporciona luego algunas de las razones por las cuales se derrumbó el socialismo. Desde luego que este asunto mayor no puede ser analizado en unas cuantas líneas. Se trata de un problema complejo que involucra diversos modelos de sociedad. A mi juicio, el modelo soviético no se reprodujo, sin más, en Cuba, sino que existieron diferencias importantes. Pero si quisiéramos responder en pocas palabras a la pregunta de ¿por qué los países llamados socialistas se derrumbaron?, yo diría que fue por la combinación de diversos errores: una política económica incorrecta; una enorme burocratización; la carrera armamentista y la ausencia de una verdadera democracia que no sólo pudiera permitir el recambio regular de sus dirigentes sino que permitiera también una profunda autocorrección de la sociedad. Y aquí estaría de acuerdo con Labastida: los “socialistas científicos” (que no tenían nada de científicos) mostraron un desdén olímpico por lo que estaba “afuera”. En otras palabras, no aprendieron del enemigo como lo hizo Marx.

Ahora bien, dice Labastida que Cuba ha acentuado su carácter insular. No creo que esto sea exacto. Creo que Cuba ha cambiado en los hechos. No tan por voluntad propia sino por la misma fuerza de las circunstancias. Cambió su política económica admitiendo inversiones extranjeras, en algunos casos más allá del cincuenta por ciento (una de las últimas fue la de Benetton). En este punto no encontramos ya la tesis de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Cuba ha querido renovarse políticamente reactivando la Asamblea Nacional y sometiendo a elección universal, directa y secreta a sus integrantes. Y aunque en las pasadas elecciones del 25 de febrero no hubo una competencia entre varios candidatos, los ciudadanos podían votar a favor o en blanco. Esto es ya un avance. El gobierno cubano quiere quitarle pretextos al gobierno estadunidense para intervenir, pero también quiere mantener su legitimidad frente a los ciudadanos. Pero el asunto no puede quedar allí. En Cuba hay intelectuales sumamente destacados, lúcidos, inteligentes, con una visión muy precisa de lo que ocurre en el mundo y que pueden hacer un análisis más radical, desde un punto de vista revolucionario, del modelo económico, político e ideológico que ha imperado en el socialismo real.

Finalmente, quisiera insistir en que el problema de fondo que está presente en las cartas entre la UNEAC y Labastida no es el número de Plural. Creo que lo importante es abrir un debate serio, argumento tras argumento, para evitar ataques ad hominem como ocurre con frecuencia. ¿No podemos discutir racionalmente sobre estos problemas sin temor a equivocamos; sin temor a reconocer razones? Creo que es la única forma. Por ello, cuando el ejecutivo de la UNEAC dice que “no encuentra (en las afirmaciones de Labastida) un cuerpo de ideas suficientemente sólido y coherente, como para abrir una polémica rigurosa, que si es imprescindible”, considero que es justamente lo que debe hacerse. Discutamos sin temor las cosas. Discutamos lo que está en el debate actual: ¿hay democracia en Cuba o no?, ¿qué es la democracia?, ¿qué sería una democracia socialista auténtica?, ¿cuáles son las características de la democracia desarrollada en los países capitalistas?, ¿cuál es el lugar del máximo dirigente cubano Fidel Castro?, ¿es correcta la tesis de la planificación total?, ¿es correcta la tesis de la completa abolición de la propiedad privada de los medios de producción?, ¿el marxismo-leninismo, como se ha entendido, es sostenible hoy?, ¿cuál es la salida en la actual situación mundial?

Creo que estos temas se encuentran en la mente de todos. Se requiere un debate puntual sobre ellos sin mezclar asuntos de otro tipo. Suscribo entonces la idea de Saúl Ibargoyen en el sentido de que la revista Plural “podría ayudar, como zona probadamente cordial, como región sólidamente pluralista (aunque habría que discutir más sobre qué significa pluralismo, diría yo), como espacio exigentemente teórico, a la viabilidad de ese encuentro”.

Señor director: aún no se apaga la polémica que desató… Más bien, que armó la dirigencia o el Ejecutivo de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y que lanzó desde septiembre pasado, con siete firmas, en el siempre abierto y amplio Foro de Excélsior.

Siguen llegando a la oficina de Plural de Excélsior más de siete cartas de escritores, intelectuales y artistas cubanos que radican fuera y dentro de la isla (varias las estamos publicando en Plural). La mayoría de las cartas salidas de Cuba han llegado por medios clandestinos. Casi todos escriben para apoyar y reforzar la posición digna, mesurada, fraternal y, desde luego, crítica, de Jaime Labastida en su editorial al controvertido número 250 de la revista.

Esto, pues, no es asunto de mera controversia literaria, sino que está lleno de implicaciones políticas que se manifiestan en el ámbito cultural.

De aquellas siete “indignadas” firmas de la UNEAC están identificadas las de los dos verdaderos protagonistas: Miguel Barnet y Abel Prieto. Igual, saltó al ruedo un payaso con un alegre paquete de ocurrencias, trompetillas y demostraciones de fácil deslealtad amistosa, afirmativo timador del radicalismo y que, como su nombre lo indica, se llama Jorge Timossi.

Detrás de ellos (entonces aun poderosos) estuvo (y permanece) el aliento fétido de quien fuera musa y padrino político de esta UNEAC de hoy, estrecha e inquisitorial; el aliento (que aún apesta en ese medio) del ángel negro, ahora en desgracia, demagogo traidor a la Revolución, Carlos Aldana. Y en el ejemplo político de ese traidor se sustentan los golpes bajos contra Plural; los argumentos falsamente revolucionarios; las condenas, burlas, insultos y exigencias a Jaime Labastida; en suma, el nivel ético, ideológico y político de esas reclamaciones.

Así, fieles al estilo Aldana, sienten que se les cae su mundo fundamentalista cuando se da oportunidad de expresarse a quienes piensan diferente, y ofenden a los amigos mexicanos.


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