Guayaba, una plataforma de streaming para el cine excepcional de Latinoamérica

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Fotograma de ‘Israel’ (2021); Ernesto Baca (IMAGEN Guayaba / Tráiler)
Fotograma de ‘Israel’ (2021); Ernesto Baca (IMAGEN Guayaba / Tráiler)

¿Dónde encontrar, en el disperso panorama de exhibición del cine contemporáneo, las películas provenientes de Latinoamérica? ¿Cuántas de esas propuestas, que con suerte hallamos, divergen de los relatos y discursos hegemónicos sobre el imaginario de nuestro continente? ¿Qué pasa con los filmes que no siguen esas reglas, que resisten los dictados de la industria, los algoritmos de Netflix?

Guayaba, pues así la bautizaron sus creadores, es una nueva plataforma de streaming con el propósito de colmar estas ausencias. La iniciativa, que pretende alojar unos setenta títulos al año, se concentra en relatos, idiomas y personajes alejados de los patrones establecidos o complacientes. Para conocer un poco más sobre los servicios, intenciones y rasgos curatoriales del proyecto, conversamos hoy con el crítico de cine Pablo Gamba, su director de programación.

Primero, las definiciones… ¿Qué es Guayaba y cómo surge? ¿Cuáles son
los objetivos de la plataforma? ¿Por qué eligieron ese nombre?

Guayaba es una plataforma de streaming dedicada exclusivamente al cine latinoamericano, que en esta fase inicial se centra en lo que hemos llamado “cine excepcional”. Esto se refiere, principalmente, al cine independiente de bajo presupuesto y que se destaca por su audacia y creatividad.

Es una empresa con sede en Francia, fundada por dos venezolanos: Harry Bracho, radicado en París, y Valerio Mendoza, en Praga. Harry estudió cine en la London Film School y en París VIII, y Valerio en FAMU, la escuela checa. Ellos son amigos de toda la vida. Guayaba surgió de una inquietud que tuvo Harry después de hacer su tesis en Paris VIII sobre el cine venezolano contemporáneo, por la dificultad de conseguir las películas.

No sé de dónde viene el nombre, pero creo que es una buena elección. Es sonoro y transmite rápidamente una idea de lo “latinoamericano”.

Fotograma de ‘La promesa del retorno’ (2019); Cristián Sánchez (IMAGEN Guayaba)
Fotograma de ‘La promesa del retorno’ (2019); Cristián Sánchez (IMAGEN Guayaba)

¿Quiénes integran el equipo del proyecto? Y, de haberlas, ¿qué instituciones lo respaldan?

Los integrantes somos Harry y Valerio; José Andrés Martínez, director de mercadeo; Valentina Hidalgo, una profesional con una destacada trayectoria en la promoción cultural en Venezuela, que ahora vive en México, y yo, como director de programación, que estoy radicado en Buenos Aires. Guayaba se fundó con un capital privado que levantaron Harry y Valerio. No cuenta con respaldo ni patrocinio institucional. Sí está planteada la búsqueda de alguna subvención en el futuro. También hay intención de recurrir al crowdfunding.

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¿Qué opciones o servicios oferta la plataforma? ¿Desde qué territorios es posible el acceso?

El modelo de negocios incluye el acceso por suscripción, SVOD, con una “cesta” de cinco películas que se renueva cada mes, y un catálogo más extenso de películas sueltas para alquilar, o TVOD, disponibles por un año con opción de renovación. El recorrido que se espera de las películas en Guayaba es que se estrenen en la “cesta” para los suscriptores y al mes siguiente pasen a quedarse en TVOD. Por ahora la “cesta” es accesible en cinco territorios: Argentina, México, España, Uruguay y Venezuela. Se optó por concentrar en ellos el esfuerzo de promoción.

El catálogo para alquilar tiene un alcance más vasto: comprende América Latina, incluido el Caribe, Norteamérica y cuatro países de Europa: España, Francia, Italia y Portugal. Las películas están disponibles en todos estos territorios o sólo en los que no tienen acuerdos de exclusividad. Los contratos de Guayaba no son exclusivos. Esto significa que casi todo el catálogo de Guayaba es o será accesible en Cuba.

Según la web de la iniciativa, Guayaba se concentra en “películas excepcionales de Latinoamérica”. Como su director de programación, ¿cuáles son sus líneas curatoriales? ¿Qué define, para ustedes, lo “excepcional”?

Lo de “cine excepcional” es una fórmula que encontró mercadeo para crearle un concepto a las primeras películas seleccionadas para Guayaba. Se trata principalmente de algo vinculado con el modo de producción. Son películas de una escala que puede encontrar una contraparte funcional en la escala de Guayaba como plataforma, que también es independiente. Es dentro de este espectro de producciones que hemos podido seleccionar prácticamente todos nuestros primeros títulos.

En este campo, buscamos películas narrativas o documentales que tienen algo nuevo que mostrar. También estamos comenzando una línea de cine de género innovador. En todo caso, no nos interesan los clichés genéricos ni “latinoamericanos”, ni la “pornomiseria”, ni las películas que hacen del cine una ONG, ni los panfletos, aunque sí las películas que combinan inquietudes políticas y sociales con búsquedas estéticas.

Fotograma de ‘Río Turbio’ (2020); Tatiana Mazú (IMAGEN Guayaba)
Fotograma de ‘Río Turbio’ (2020); Tatiana Mazú (IMAGEN Guayaba)

Guayaba, para seguir con su editorial, se propone acoger esas obras “que suelen quedar fuera de la caja porque son otra cosa de nacimiento, por la forma como fueron producidas, al margen de la industria”. En términos generales, ¿qué esperan los grandes festivales del cine de Latinoamérica? ¿Cuáles son las propuestas favorecidas y qué visiones se marginan, quedan “fuera de la caja” desde el nacimiento? ¿Se puede hablar de “fórmulas” para el cine de autor latinoamericano?

La pregunta por los grandes festivales y la industria es difícil de responder, porque presupone un conocimiento de toda la producción correspondiente o de una parte que pueda considerarse representativa de la totalidad. Además, es una realidad cambiante, como todas. En todo caso, lo que cuenta es el poder que tienen unos pocos festivales como cabeceras del circuito internacional del cine de arte y ensayo, en el que también se desenvuelven los grandes agentes de ventas y distribuidoras de este tipo. Son estos los que crean la lista de títulos que se distribuyen cada año en ese circuito. Los criterios los fijan ellos unilateralmente, y lo que queda fuera, fuera de la caja queda.

Entonces, el problema no son las fórmulas que, en todo caso, expresarían la coherencia que pudiera existir –o no– en el ejercicio de ese poder, sino la pirámide invertida que conforma. De su gran base europea, que está en Cannes-Berlín-Venecia, con todo y sus diferencias, muy rápidamente se diluye hasta la escasa o nula influencia que tienen festivales que artísticamente se consideran muy importantes, como Locarno y Rotterdam, por ejemplo, en la conformación del cine de arte realmente existente, que es el que logra tener cierta circulación. Después, hay otros festivales que han quedado como meros “satélites”, por ejemplo, San Sebastián.

Esto viene de la segunda posguerra, de la época de los cines, la Guerra Fría y el reposicionamiento geopolítico de Europa, pero ya las plataformas más grandes se han acoplado. Son bien conocidas las relaciones que se han dado entre Netflix y Venecia, por ejemplo, o la más reciente incursión de MUBI como gran comprador en Cannes.

Yendo al grano de tu pregunta, creo que el problema no es qué esperan los festivales del cine latinoamericano, porque la única opción sería esperar y tratar de adaptarse, sin saber si los criterios cambiarán cuando uno se haya adaptado. El tema es buscar alternativas para la gran mayoría de películas que no entran ahí. Es tal como se planteaba el problema Harry Bracho: ¿cómo hacer que la gente consiga nuestras películas?

Así que en eso estamos. Por cierto, yo creo que hay que superar la era de los autores como marca comercial y comenzar a pensar en los que se organizan en productoras independientes y desarrollan trabajos interesantes y coherentes. Me refiero a gente como la de Antes Muerto Cine en Argentina, que tienen un lugar que espero siga creciendo en Guayaba, o Mutokino, la productora de Felipe Guerrero, entre otras.

¿Cómo valoran la distribución actual del cine latinoamericano alternativo a la industria? ¿Cuáles son sus principales retos? ¿Qué puede aportar Guayaba en este sentido?

Prácticamente no existe la distribución internacional del cine latinoamericano, salvo que se trate de los poquísimos títulos que toman las majors o los grandes agentes de ventas y distribuidoras, y los enganchan al tren del cine de arte. Peor aún es la situación de la distribución del cine latinoamericano en Latinoamérica. ¿Quién se encarga de eso? Salvo los casos de las coproducciones que llegan a los países de los socios minoritarios, yo diría que eso es todavía más inconsistente o inexistente.

En este marco, Guayaba se presenta como una pequeña opción de alcance más que regional, que se abre para un cine que tiene muy pocas alternativas parecidas, si es que acaso las tiene. El reto es hacer nuestro mejor esfuerzo para consolidarla.

Hasta el momento, sólo dos películas cubanas figuran en su catálogo: El proyecto (2017), de Alejandro Alonso, y La imagen del tiempo (2019), de Jeissy Trompiz, dos filmes de aliento híbrido, experimental; podría decirse que inclasificables. ¿Qué razones motivaron la selección de estas obras? ¿Cómo se alinean el cine cubano contemporáneo y las estrategias curatoriales de Guayaba? ¿Hay planes de incluir otros títulos de la isla en el futuro?

Es un hecho que hay un cine cubano independiente en plena emergencia y que es creativamente significativo. Pero es también un hecho que en América Latina parece haber suspicacia ante todo lo que sale de la isla sin sello oficial. Creo que nosotros, por venir de Venezuela, no pensamos de esa manera. Yo veo el cine cubano como el de cualquier otro país donde hay una producción interesante, con el añadido de que los prejuicios que predominan nos dejan cancha libre y son una oportunidad.

Por otra parte, hay distribuidoras que ya manejan eso, y a nosotros se nos hizo complicado negociar con ellas hasta hace muy poco, cuando ni siquiera teníamos la plataforma para mostrar. Eso parece que está cambiando. Los títulos que tenemos los conseguimos porque se nos hizo fácil la negociación directa con los productores, pero me gustaría tener muchas más películas cubanas independientes, por todo lo que dije.

Fotograma de ‘La imagen del tiempo’ (2019); Jeissy Trompiz (IMAGEN Guayaba)
Fotograma de ‘La imagen del tiempo’ (2019); Jeissy Trompiz (IMAGEN Guayaba)

Para finalizar, recomienda brevemente a nuestros lectores por qué elegir Guayaba, qué pueden encontrar allí que no hallarán en Netflix, o incluso en servicios más curados como MUBI. ¿Cuáles son los tres filmes de vuestro catálogo que sugieres para empezar?

Es un reto llegar con una oferta de cine a Cuba, un país tradicionalmente cinéfilo y que tiene el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano que, sea cuales sean las críticas que se le hagan, sigue siendo un gran resumen anual de todo el cine de la región.

Espero que, siendo una opción permanente y pudiendo poner a disposición algunos títulos que ese festival no toma, ni tiene por qué tomar, podamos hacernos un público en Cuba, aunque sea pequeño por temas como el ganar en pesos y pagar en divisas.

¿Tres para empezar? La promesa del retorno, Río Turbio y una que viene ahora, en marzo, Israel.

Fotograma de ‘Israel’ (2021); Ernesto Baca (IMAGEN Guayaba / Tráiler)
Fotograma de ‘Israel’ (2021); Ernesto Baca (IMAGEN Guayaba / Tráiler)
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JOSÉ LUIS APARICIO
José Luis Aparicio Ferrera (Santa Clara, Cuba, 1994). Cineasta. Estudió dirección de cine en la Universidad de las Artes de Cuba. Sus cortos de ficción y documentales han sido exhibidos en festivales de Cuba, Estados Unidos, España, Alemania, México, Argentina, Panamá, Guatemala y Chile. Su filme El Secadero (2019) ganó el premio a la Mejor Ficción en el Bannabáfest de Panamá y Mención Honorífica en el Cinema Ciudad de México, así como Mejor Producción y Premio del Público en la Muestra Joven Cuba. Su documental Sueños al pairo (2020, codirigido con Fernando Fraguela) fue censurado por el ICAIC, pero recibió una gran acogida de crítica y público. Creó en 2020 la iniciativa Cine Cubano en Cuarentena. Integra el staff editorial de Rialta.

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