El poeta cubano José Kozer fue distinguido con la medalla “La Avellaneda” que otorga el Centro Cultural Cubano de Nueva York a la excelencia literaria de escritores cubanos, independientemente de su lugar de residencia. La ceremonia estuvo enmarcada en un programa virtual de homenaje a la vida y la obra de Kozer, el cual fue moderado por la escritora cubana Iraida Iturralde, presidenta del CCCNY.
La sesión dio inicio con la proyección de algunos pasajes de la película Me Japanese, documental de Magdiel Aspillaga dedicado al poeta cubano. Las imágenes alternaban escenas del hogar de Kozer, su estudio y su biblioteca, con la recreación de la casa paterna en La Habana. El propio poeta cuenta ahí anécdotas de niñez, las circunstancias en que afloró la vocación por la lectura y la escritura durante la adolescencia; lee fragmentos de sus poemas, y articula reflexiones sobre su poética. Su mujer, Guadalupe Barrenechea, relata cómo conoció a quien sería su marido por más de cincuenta años, y los escritores cubanos Reina María Rodríguez y Joaquín Badajoz ofrecen sus testimonios sobre Kozer.
Seguidamente, el poeta mexicano Adolfo Castañón leyó una valoración titulada “Contribuciones al factor Kozer” en que explora la filiación neobarroca de la poesía de Kozer y pondera la amplitud de sus referencias culturales y la peculiar religiosidad a la que responde, en particular por la influencia de la espiritualidad asiática en su escritura. “Decir que José Kozer es heredero de migrantes polacos y checos es tocar con la mente sus raíces europeas e inscribirlo en la historia trágica de Europa. Equivale a hablar de las revoluciones, guerras, genocidios, reclusiones, desplazamientos que cimbraron la historia de esa región del mundo y que llegan hasta los versículos de sus composiciones para dejar en su trama el salitre de sus peldaños, y sería también inscribirlo, como el premio que le otorgan hoy lo constata, en el rico legado cultural de Cuba en la literatura de nuestra América”, concluyó Castañón.
El programa continuó con la entrega de la placa y la medalla de bronce con la efigie de la poeta cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, concedidas a José Kozer “en honor a su valiosa obra literaria y su excepcional aporte a la cultura cubana”.
Por último, intervino el propio Kozer, quien consideró un honor pertenecer a una nómina de galardonados en que se encuentran el dramaturgo José Triana, los poetas Manuel Díaz Martínez y María Elena Cruz Varela, y el novelista Leonardo Padura. “Este premio me honra, además, por servir de homenaje a esa poeta y mujer cubana, que en solitaria vanguardia fue una de las primeras en atreverse, como mujer y como poeta, a ser ella misma, sin tapujos y contra viento y marea”, agregó, en referencia a la Avellaneda.
Kozer elogió la labor de promoción cultural que lleva a cabo el CCCNY, y calificó como “difícil y precaria” la tarea de “dar a conocer los valores de un país como el nuestro, que vive ya sesenta años de barreras, dolorosas desavenencias, conveniencias egoístas, falsos humores y rumores que mal nos han servido para dialogar, crear con libertad absoluta y a nuestro aire, a fin de configurar y reconfigurar cuantas veces sea necesario el caimán sin barbas que es nuestra isla, la escindida isla de cuyo futuro no dejo de creer que llegará para el bien con todos y con todos, futuro que no se ve todavía con claridad ni a la mano, pero que se hará realidad, espero, más temprano que tarde”.
El poeta también lanzó esta exhortación: “Amigos, reflexionemos y no equivoquemos el camino, porque el futuro está en juego; lo está el planeta y su calentamiento, el COVID que nos deshace a pedazos día a día, la conveniencia mediocre de tantos hipócritas que desprecian todo aquello que no entienden –parafraseo unos versos de Antonio Machado– y que de continuar embarrando las aguas acabarán por hacerlo todo destrucción irreversible”.
La cita finalizó con la lectura por parte del premiado de dos poemas compuestos en distintos momentos de su carrera literaria: “Diáspora”, un texto temprano, que contiene una recreación nostálgica de imágenes familiares de la niñez del poeta en La Habana, y “Ánima”, perteneciente a la serie publicada en la primera década del siglo XXI. Calificado por su autor como “más neobarroco”, este último poema está dedicado a Guadalupe, y consiste en una lúdica sucesión de breves imágenes domésticas que alcanzan una connotación cósmica.
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Excelente crónica de un merecido reconocimiento a quien es hoy uno de los más relevantes poetas de habla hispana. Felicitaciones al CCCNY, a Iraida Iturralde, a Baler por sus valías exegéticas, al medio cubano Castañón… Y sobre todo a Guada, por cuidar con tanto celo y eficacia al santosuareño. Una fiesta de la poesía, sin virus exógenos.