José Luis Aparicio habla sobre la censura de ‘Sueños al pairo’

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José Luis Aparicio

El pasado 26 de abril la Junta Directiva de la Muestra Joven del ICAIC publicó en su cuenta de Facebook la selección oficial de las obras que conformarían el programa de exhibición en su edición de 2020. Al final de la lista, que relacionaba la distribución de secciones y filmes, una nota hacía constar que el documental Sueños al pairo, de los realizadores José Luis Aparicio Ferrera y Fernando Fraguela Fosado, había sido separado de la Muestra, por decisión de la Presidencia del ICAIC, “debido a diferencias políticas e ideológicas”. De inmediato, el texto agregaba que la determinación fue litigada sin éxito durante trece días y que, en consecuencia, en franco acto de protesta, se retiraban del evento las obras Umbra, de Daniela Muñoz Barroso, El amor de las cucarachas, de Regis Guedes, y Los puros, de Carla Valdés León.

No más empezara a divulgarse en las redes el suceso, se replicaron mensajes de apoyo a los jóvenes censurados y de repulsa hacia la Institución que proscribía. A aquellos colegas que habían decidido autoexcluirse de la Muestra, se sumaron de a poco la realizadora Lisandra López Fabé, una de las creadoras del recién galardonado Brouwer. El origen de la sombra; Josué García Gómez y Marcos Alejandro Yglesias Ravelo, autores de ese último documento sobre el exilio cubano de los noventa que es 35 permutaciones en tres actos y un epílogo –elegido además con otras dos obras de García Gómez–; y el cineasta Carlos Lechuga, que participaba con el cortometraje Generación, que codirige junto al también artista plástico Marco A. Castillo.

Aunque la Presidencia del ICAIC sólo ha anunciado la postergación de la Muestra con razones elusivas que harían pensar antes en anomalías logísticas de rutina, varios medios independientes y voces públicas atribuyen el episodio a la presencia de imágenes de Fidel Castro arengando contra las conductas “enfermas” y “elvispreslianas” de los jóvenes, y a la exposición de los actos populares de repudio que acompasaron la condena al ostracismo del cantautor cubano Mike Porcel, expulsado del Movimiento de la Nueva Trova y retenido en Cuba por años tras intentar emigrar durante los días del éxodo masivo por el puerto del Mariel en 1980.

Porque se trata, en efecto, de un práctica acostumbrada y extendida al interior de las instituciones de la cultura en Cuba, y vuelve a ser el evento de los jóvenes realizadores el blanco del régimen disciplinario y normativo del ICAIC que prohíja y sanciona; porque otra vez se ponen en evidencia las incongruencias y limitaciones de una política cultural gubernamental que dice propiciar el ejercicio de los derechos a cambio de una ética del deber basada en una ideología política y en expresiones redituables de concordia; porque aún está por definirse el curso no sólo del evento joven del ICAIC, sino los términos y pautas de una negociación que puede ser extensiva al resto de los artistas y escritores que han aprobado años tras años axiomas demodé para encauzar su supervivencia al interior de un sistema coercitivo y arbitrario; es que hemos querido acercarnos al suceso desde la voz de uno de sus protagonistas.

José Luis Aparicio Ferrera ha accedido a conversar sobre el proceso de producción de Sueños al pairo, las derivas del material desde que fuera un proyecto de grado en el ISA, los primeros censores, los segundos, sobre la relación entre el ICAIC y la Muestra Joven, la autonomía de esta, la indocilidad de sus participantes ante la censura, y su personal visión sobre el cine independiente. Reproducimos aquí algunas de nuestras preguntas y sus respuestas.

En un artículo firmado por Joel del Río sobre la censura de la película se dice que Sueños al pairo era el trabajo que tú y Fernando Fraguela habían realizado para titularse de la FAMCA, pero que, debido a la censura, tuvieron que emprender otras obras de ficción para el ejercicio de grado. ¿Es cierto esto? ¿Hubo censura desde el comité académico o el tribunal de la institución docente? ¿Cuáles fueron sus argumentos?

Sueños al pairo comenzó como ejercicio de clases cuando Fernando y yo cursábamos el tercer año de la FAMCA en el ISA. Fue un proyecto aprobado académicamente y del que realizamos una versión de trece minutos para pasar de año. Sentimos entonces que no estaba todo dicho y empleamos cuatro años más para profundizar en la investigación y seguir acumulando material. Cuando llegó el momento de graduarse, Fernando eligió el documental sobre Mike Porcel, en versión ampliada, y yo presenté mi corto de ficción El Secadero. Ambos proyectos fueron censurados por la nueva dirección de la Facultad luego de haber sido aprobados en primera instancia, pues nuestra graduación coincidió con un cambio en el decanato. La nueva administración desaprobó nuestras obras en proceso, por lo que Fernando filmó un nuevo documental titulado Las desdichas de un hombre y a mí me fue permitido graduarme con un trabajo de cuarto año, mi corto de ficción Summertime. La censura vino directamente de parte del decano de la Facultad, no fue consultada con ningún comité académico. Además, se llevó a cabo con la desaprobación de los más prestigiosos profesores del claustro. Los argumentos, ambiguos, giraban en torno a la pertenencia o no de las películas a la política editorial de la Facultad.

¿Qué grado de independencia con respecto a las instituciones, al ICAIC, al ISA, tuvo la realización y producción de Sueños al pairo?

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Nuestro documental es una obra de producción independiente, básicamente llevada a cabo por Fernando y yo, contra viento y marea. Tuvimos también la importantísima ayuda de Daniel García Rangel, actor y músico cubano, quien fungió como Productor Ejecutivo, y de la productora independiente cubana Estudio ST. El proyecto participó en la edición de 2017 de la Muestra Joven, en la sección Haciendo Cine para proyectos en desarrollo. Allí recibió el apoyo del ICAIC para acceder a sus archivos fílmicos. También fue ganador de una de las ediciones del Fondo Noruego para el Cine Cubano.

En la nota al final de la publicación de la selección de la Muestra se dice: “El filme ha sido censurado por la Presidencia del ICAIC debido a diferencias políticas e ideológicas. Dicha obra había participado en la décima edición de Haciendo Cine y contó con el apoyo del Instituto para acceder a las imágenes de su Archivo Fílmico. El derecho al uso de estas imágenes ahora les ha sido denegado a los autores.” Llama la atención ese distanciamiento y desmarque de la Junta Directiva de la Muestra Joven (firmante de la publicación), cuando emplaza a la Institución, con esa alusión en tercera persona a “la Presidencia del ICAIC”, como el principal agente de la censura, y cuando apunta la incongruencia (por decir lo menos) de que el filme había sido apoyado previamente por esta para su realización. ¿Habla esto de cierta autonomía del evento? ¿Cómo se entienden esas incongruencias al interior de la Institución a propósito de Sueños al pairo?

La Muestra Joven siempre ha tenido una autonomía simbólica en relación con el ICAIC. Es uno de los pocos eventos de este país que se realiza por aquellos a quienes está destinado: los jóvenes realizadores. Un grupo de estos, en representación del resto, a veces sin recibir un salario por su labor y en franco amor al cine cubano, organiza año tras año un festival extremadamente inclusivo con proyecciones, debates, talleres, clases magistrales y una publicación especializada. Es por eso que tiene la potestad moral de declararse en contra de estos actos de censura, pues aceptarlos significaría invalidar el evento, su razón de ser: representar el sentir de los cineastas y ser consecuente con sus propuestas artísticas. No considero lo anterior algo extraordinario: en buena lid, así debería ser siempre. Las instituciones deben responder al gremio o sector por el que existen. La dinámica inversa es absurda. Hasta aquí hablo por la Muestra, de la que me siento parte. No alcanzo a responder por las incongruencias del ICAIC.

Varios de los cineastas inicialmente aprobados para participar en la Muestra retiraron sus películas en señal de protesta contra la censura impuesta a Sueños al pairo. Hay en ello uno de los gestos más irreverentes y enfáticos en una ya larga cadena de manifestaciones de rechazo, inconformidad, interpelaciones, condena, hartazgo, contra los actos de censura que la Institución Cine comete inmunemente en la Isla contra los realizadores, sobre todo, cuando se trata de uno de los eventos más vapuleados por los órganos gubernamentales de la cultura, la Muestra Joven. ¿Cuánto ha escuchado la institución esos reclamos? Así como dialogaron a propósito de Sueños al pairo lo han hecho en mayor o menor medida otros años por otros casos, pero ¿qué resultas hay de esas discusiones si se siguen repitiendo las imposiciones normativas, jurídicas, ideológicas a las obras que participan de sus eventos? ¿Qué han ganado los jóvenes con esa Ley de Cine que se aprobó hace poco?

Es temprano aún para evaluar la respuesta de la institución, más allá de la decisión de posponer la Muestra hasta nuevo aviso. Sí considero importantísima y muy hermosa la reacción del gremio y buena parte de la intelectualidad en las redes sociales. Esos realizadores que retiran sus obras en rechazo a nuestra censura están sentando un precedente fundamental. Creo que habla de un estado de cosas bastante precario y deteriorado, donde se han agotado las posibilidades del diálogo y es preciso hacer más evidente nuestra posición. Aceptar la censura del otro es aceptar la posibilidad de la censura propia. Los cineastas que retiran sus obras no sólo lo hacen en solidaridad: es un gesto de coherencia y responsabilidad con la actualidad y el futuro de nuestro cine y de nuestra cultura. Es un debate impostergable ahora que se está poniendo en marcha el Decreto Ley 373 (que no es una Ley de Cine, aclaro). ¿Dónde están los límites de nuestra independencia, de nuestra libertad creativa? ¿Hasta qué punto son fértiles estos intentos dentro del campo institucional? Son, si se fijan, los debates postergados de siempre.

Con todo lo que sucede y ha sucedido (y por suceder), ¿crees que sea el cine independiente (independiente del ICAIC), el único vehículo o medio o fórmula de producción para el cine más inquieto, más político, más cuestionador, más incómodo al Poder en Cuba?

Creo que la respuesta es obvia. Sólo se puede ser verdaderamente cuestionador desde la independencia. Sólo se puede ser verdaderamente inquietante si no tenemos camisas de fuerza. Un cine independiente en forma y contenido, como siempre le he oído decir a Miguel Coyula. No significa que todo cine independiente tenga esas características, pero sí las encuentro en el que me interesa, incluyendo el cine de Fernando Pérez, un maestro que filma con el ICAIC, aunque también se ha lanzado en ocasiones al mundo de lo independiente. La independencia que me interesa, sin ser ingenuo al respecto, no radica en las fuentes de financiamiento de las obras, sino en sus decisiones estéticas, artísticas. Es necesario revisar la historia de la nación desde otras miradas, más cercanas a las nuevas generaciones. Sólo así podremos comprender el país que tenemos para hacerlo avanzar. Siempre recuerdo a Julio García Espinosa: “un país sin imágenes no existe”. Hay un país latente que no existe si no lo ponemos en imágenes. Es nuestro deber.

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