“Pope of Trash”, así coronó alguna vez el escritor William Burroughs al realizador cinematográfico John Waters (Baltimore, 1946), quien, por estos días, encabeza una retrospectiva que el Museo de la Academia del Cine, en Los Ángeles, le dedica. Inaugurada el domingo 17 de septiembre de 2023 y abierta hasta el 5 de agosto de 2024, esta exposición rinde un merecido homenaje al cineasta, mientras repasa sus transgresoras obras, su singular proceso creativo, su devenir como autor y el estilo e imaginario que lo distinguen.
John Waters: Pope of Trash “es la primera exposición dedicada a las contribuciones de este creador al cine”, informa la nota de prensa del museo. “Entre los materiales exhibidos se incluyen vestuarios de sus filmes, objetos escenográficos, recreaciones de set, accesorios de los personajes, guiones manuscritos por Waters y su correspondencia, carteles y diseños publicitarios, álbumes de recortes, fotografías, fragmentos de películas”, más otros objetos ilustrativos del pensamiento/universo creativo del realizador, crítico de las tradiciones, las normas sociales y el statu quo. A la vez, mientras la retrospectiva inspecciona la creación de Waters y su impacto cultural, llama la atención sobre cómo “sus películas han redefinido las posibilidades de la industria”, explican los organizadores.
Waters impactó, estética y moralmente, el paisaje fílmico de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. Desde sus primeras películas, como Eat Your Makeup (1968), presenta personajes “indecentes” e historias censurables para el conservadurismo moral de su tiempo, que con los años garantizaron su consagración.
Pink Flamingos fue toda una auténtica revolución. Para cuando aparecen Desperate Living (1977), Polyester (1981), Hairspray (1988) y Serial Mom (1994), el realizador ya era canon y referencia. En cada uno de esos filmes se aprecia un transgresor, un delincuente cinematográfico comprometido con erigir un mundo permeado de los valores de aquellos individuos más soeces e incómodos de su sociedad, a los que injertó en una representación fascinada por el exceso, lo hiperbólico, la estética camp y un estilo trash que él mismo contribuyó a definir.
La exposición del Museo de la Academia constata cómo esa galería de personajes únicos, drogadictos, transexuales, fetichistas, violadores, psicópatas, asesinos y ególatras que pueblan el universo fílmico de Waters, no sólo hicieron revolucionaria su obra en el momento de su producción, sino que garantizan hoy su actualidad. Waters continúa sin ser asimilado completamente por el sistema. Su trabajo, pasado tanto tiempo, se ve aun como un gesto de incorrección política en demasiados escenarios.
“Sus filmes son radicalmente inclusivos”, expresó Dara Jaffe, curadora de la muestra, junto a Jenny He. Waters “posee un punto de vista muy original que va más allá del simple shock”, dijo. Y esa consistencia de su imaginario hace que la misma incomodidad que ostentaban sus obras en los setenta, ochenta y noventa, siga desmontando los tabúes que convierten al sexo en un límite que los norteamericanos no logran atravesar, cuestione esa mentalidad falsamente inclusiva sobre los vínculos familiares, el cuerpo y la raza, y revele el costado oscuro de Hollywood y los reversos fatídicos de la fama.
Un piso entero del museo, con doce espacios expositivos, acogen este gran recorrido por la vida creativa del director. Se pueden apreciar, por ejemplo, el tutú morado y verde con lentejuelas usado por Jean Hill en Desperate Living, la silla eléctrica de Female Trouble, el vestuario íntegro de A Dirty Shame (2004), la falsa pierna de puerco que usa la protagonista de Serial Mom como arma homicida, en alguna escena muy loca, y hasta el remolque, rodeado de flamencos plásticos rosados, de Pink Flamingos en que vive Divine, el personaje drag fetiche de Waters, ella misma un icono cuir. También están expuestas las libretas de gastos y recaudaciones de los años en que el director comenzó a hacer cine e incluso se dedica una sala entera a sus colaboradores habituales.
La visita a John Waters: Pope of Trash es volver a entrar al mundo nauseabundo de Divine, autodenominada la persona más sucia del mundo en Pink Flamingos, y acompañarla después en esa comedia desproporcionada que es Female Trouble, donde encarna a una chica capaz de revelarse contra su madre y salir en busca de sexo y sangre desenfrenadamente. Es disfrutar del estilo inconfundible del director en Polyester, que cuenta la historia de una mujer aquejada de adicción, o en Hairspray, ese musical antirracista que se ha visitado en forma de remake recientemente, o en la excepcional Serial Mom, en la que Kathleen Turner interpreta a una madre de clase media devenida asesina en serie.
Jenny He y Dara Jaffe trabajaron durante cuatro años para reunir el material que ahora presenta el Museo de la Academia, más de cuatrocientos objetos que abarcan las seis décadas de trabajo del director. Contaron con el apoyo de la Wesleyan University, cuyo archivo de Waters todavía está en construcción, así como con la colaboración de colegas y amigos del director, quienes ofrecieron sus colecciones privadas, entre ellos el diseñador de producción Vincent Peranio y el vestuarista Van Smith.
Ambas curadoras, además, editaron un volumen con el mismo nombre de la exposición, que reproduce el material exhibido, más una vasta documentación de las películas. Por supuesto, adjuntaron un conjunto de textos analíticos de especialistas, artistas, realizadores y críticos de cine; aparecen, por ejemplo, ensayos de la historiadora del arte Jeanine Basinger y del escritor y productor David Simon, así como una extensa entrevista ofrecida por Waters.
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