La pintura de Nela Arias-Misson vuelve a Nueva York

Después de muchos años, la pintura de Nela Arias-Misson vuelve a ser expuesta en Nueva York, no en Manhattan, donde la cubana encontró su destino en el arte, sino en la pequeña localidad de Sag Harbor, en el estado de Nueva York.

El nombre de la exposición, Fe, nos recuerda la intensidad y la fijeza que dieron sentido al recorrido de la artista. Aunque Nela Arias-Misson nació en Cuba en 1915, Nueva York la hizo artista en los años cincuenta. Allí y en Provincetown recibió clases de Hans Hofmann, maestro del expresionismo abstracto, y se relacionó con creadores como Mark Rothko, Walasse Ting, Elaine y Willem de Kooning, Karel Appel, Lee Krasner, Franz Kline y tantos otros.

Esta exposición nos recuerda que Nela Arias-Misson siguió desde entonces su voz, que la condujo hasta la mediterránea Ibiza, lejos de Nueva York y de La Habana, e incluso lejos de la Asturias de sus mayores.

Redescubriendo España, la artista reinventó su arte y comenzó a hacer una pintura más personal, apartada de escuelas y tendencias, con trazos más esenciales, que a veces aplicaba directamente con las manos, y ejerciendo una libertad más acorde con su vitalidad.

Después viviría también en Barcelona y Madrid, e incluso en Bélgica. Y nunca expuso tanto como en esos años europeos, desde Reino Unido y Dinamarca hasta Suiza, Alemania e Italia, aunque realmente ponía poco empeño en exhibir o vender su obra, de lo que se encargaba muchas veces su esposo, el poeta visual y novelista Alain Arias-Misson.

Volvió a Estados Unidos en los setenta y siguió pintando, aunque mucho menos que en Europa, hasta que, en los noventa, un accidente automovilístico le dañó un brazo y le impidió volver a pintar. Y los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 la harían abandonar para siempre Nueva York y marcharse a Miami, donde murió en 2015, a punto de cumplir cien años.

El artista y crítico Aldo Menéndez llama a Nela Arias-Misson –con Carmen Herrera y Zilia Sánchez– la “tercera cubana entre las longevas mosqueteras neoyorquinas del abstraccionismo”. Menéndez considera que, si bien Herrera hizo aportes al concretismo y Sánchez al minimalismo, a Arias-Misson “hay que situarla en el expresionismo abstracto como una entidad abierta a investigar esa corriente y a explorar los distintos estilos personales y las posibilidades que la configuraban”.

Luego de superar la influencia de su maestro Hofmann, la búsqueda de Arias-Misson fue ya demasiado personal, y se empeñó en encontrar una fuente común entre las formas físicas y las espirituales, con una fe tan ardiente como la de sus admirados místicos del Siglo de Oro español.

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“Ser utilizada como un instrumento, como un canal”, así describía la artista su anhelo supremo, y en el escenario de su austero ritual se movían figuras y símbolos de una fuerza y una desnudez estremecedoras, como en un último teatro de las formas, al límite de lo representable.

Según el pintor y crítico de arte George Negroponte, esta exposición “está dedicada a defender a Arias-Misson, a explicar cómo evolucionó artísticamente y por qué ha sido en gran medida ignorada”.

Y, de cierta manera, con esta muestra en Sag Harbor se cierra un círculo. Porque Nela Arias-Misson siempre se aleja para poder volver, como si hubiera ido a buscar algo que nos había prometido. Cuando regresa, lo que nos trae es ella misma en la forma de su obra, que es la forma de su fe.

La exposición Fe estará abierta hasta el 23 de octubre en la galería Keyes Art, en Sag Harbor, Long Island.

*Este texto se ha publicado gracias a una colaboración de Alina Valle, del Doral Contemporary Art Museum.