En un rincón del apartamento en Chelsea hay un montón de periódicos de tres pies de alto, cuidadosamente atado con un cordel. Son copias sin vender de Mariel, una revista literaria escrita en español.

Rene Cifuentes, poeta y novelista, quien pasó tres años en cárceles castristas, señala al bulto y sonríe.

“Desde que nos mudamos a Nueva York, ha habido más interés en suscripciones”, dice. “El problema es, en general, que a la gente no le interesa la literatura”.

Cifuentes, de 31 años, es uno de siete refugiados del Mariel que fundaron la revista trimestral hace un año. En febrero, mudaron la operación a Nueva York con la esperanza de atraer más lectores, al igual que más apoyo económico.

Aunque la circulación ha mejorado, las ventas no cubren los $2000 que cuesta imprimir cada número. Los fundadores que forman la junta editorial subsidian el costo. Calculan que unas 1000 personas leen cada numero, aunque hay sólo 200 suscriptores que pagan.

‘‘No estamos seguros de que vamos a sobrevivir”, admite Cifuentes. A no ser que se encuentre un salvador económico, dice, es posible que la edición de enero próximo sea la última.

Esa posibilidad lo entristece. En Mariel, escritores cubanos y de otros países hispanos tienen la libertad de hacer lo que les estuvo prohibido hacer –lo que muchos sufrieron cárcel por hacer– sus países. Cifuentes estuvo preso de 1972 a 1975 por incluir referencias al homosexualismo en sus escritos

“Estamos delirantes con la libertad”, dice. “Eso es lo que me gusta de la revista. Más que otra cosa, me gusta la idea de escribir para la revista”.

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Mientras conversa, otro director de Mariel entra al apartamento de dos habitaciones. Reinaldo Arenas, de 40 años, uno de los más conocidos novelistas cubanos de esta época, viene en busca de dos botellas de líquido para borrar. No hay oficina. Publican la revista desde sus apartamentos.

Arenas se sienta cerca de un ventilador de pie y mientras Cifuentes busca entre los papeles de su escritorio, conversa. Quiere un pequeño descanso de su trabajo esta noche húmeda de verano.

“Esperamos que algo suceda”, expresa. “Estamos solicitando dos o tres donaciones pero no parece que las vayamos a recibir. La situación económica es mala, pero algunas personas reconocen nuestro esfuerzo. Hemos recibido cartas de escritores que dicen que se alegran de que existamos.”

“Es como una religión. Es como una fe que tenemos en la literatura”.

Su libro publicado en 1981, El central, que habla de la vida en los campos de caña, fue publicado en inglés este año por Avon Books. Se imprimieron 15000 ejemplares. Arenas lo escribió en 87 páginas que fueron introducidas clandestinamente en la cárcel por un amigo. Ahora el escritor pasa gran parte de su tiempo dictando ponencias y trabajando para Mariel.

Antes que se publicara el primer número, dice Arenas, advirtió a sus colegas que no debían esperar más de 100 suscriptores.

“A lo mejor 1000 personas leen la revista”, señala, “pero eso no significa que 1000 personas paguen por ella”.

Se ríe y luego calla.

“Es una necesidad”, asegura. “Tenemos que expresarnos. Tenemos algo especial que decir. El pueblo cubano que vive aquí no nos entiende. En muchos casos, nos topamos con prejuicios”.

Arenas habla de Estados Unidos pero dice que el sentimiento contra los refugiados del Mariel es más fuerte en Miami. Es una de las razones por las que mudaron la operación a Nueva York. Ambos (escritores afirman que los cubanos de Miami se han aferrado a un viejo sistema y se han mostrado reacios a aceptar a sus compatriotas recién llegados, que fueron educados en la Cuba de Castro.

“A veces, a la gente en Miami se le olvida que viven en el exilio”, dice Arenas. “Creen que Miami es como una provincia de Cuba”.

Es esta diferencia ideológica lo que ha llevado a los editores de Mariel a concentrarse en publicar el trabajo de escritores llegados recientemente, tratando así de establecer un puente cultural entre los exiliados antiguos y los nuevos.

Manuel Ballagas, codirector de la única otra revista literaria inspirada en el Mariel, Término, llama a esta división una “brecha generacional”.

Editada en Cincinnati, Ohio, Término ha publicado siete números trimestrales, todos subsidiados por una donación del Consejo de las Artes de Ohio. La revista incluye un creciente número de contribuciones en inglés y ha tratado de ampliar la gama de colaboradores para incluir generaciones más antiguas de escritores cubanos, así como exiliados de otros países.

“Tenemos metas similares”, afirma Ballagas, quien reside en Miami. ‘‘Pero Mariel está más o menos comprometida a divulgar el trabajo de cierta generación. No ha podido extender una mano a la comunidad literaria de Estados Unidos”.

Juan Abreu, escritor y pintor surrealista, es el único miembro de la junta de Mariel que aún vive en Miami. Se ha quedado porque considera que la revista debe mantenerse cerca de la comunidad exiliada del sur de la Florida. Ha dejado para los otros exiliados el forjar las conexiones literarias en Nueva York.

“A pesar de que tenemos una educación especial para la soledad, de que hemos sido desarraigados y de que tenemos un vago sentido de lo que es la patria, a pesar de que somos exiliados, el mejor lugar para un exiliado es entre otros exiliados”, dice en su estudio de Coconut Grove. Abreu, de 32 años y su esposa, Marcia Morgado, solicitan y publican trabajos de autores en Miami.

Unas cuantas librerías de Miami venden Mariel. Mitch Kaplan, de Books & Books, en Coral Gables, mantiene copias de Mariel en su tienda a pesar de que la revista se vende poco. Kaplan ha sugerido a los directores que acompañen los artículos con traducciones al inglés, algo que, según Morgado, aumentaría el costo de producción.

Mariel está entre las tres revistas literarias de exiliados cubanos de más popularidad, junto con Término y Linden Lane, dice Juan Pérez Crespo, propietario de Spanish International Books Inc. (SIBI).

“Son cubanos de la clandestinidad”, señala Pérez Crespo. “Saben que es difícil publicar estos trabajos”.

Aunque la circulación sea de sólo unos 200 ejemplares en Miami, Abreu y Morgado consideran que es importante que las voces disidentes del Mariel se escuchen en Miami y en otras comunidades de exiliados.

“Lo importante es que la revista se publique, punto”, afirma Morgado. “Es un compromiso”.

Abreu estuvo preso un año en un campamento de trabajo porque no se presentó a su empleo en una planta eléctrica tres veces.

“Vengo de un país donde estuve sujeto a represión intensa durante 20 años”, dice. “Y durante ese tiempo, nos tratamos de expresar, incluso en una situación que era muy difícil”.

La revista puede ayudar a preservar el arte de Cuba y otros países hispanos que de otra forma podría quedar reprimido y, al final, perderse, dice Abreu.

Como rutina, Morgado y Abreu ponen docenas de copias de la revista en las maletas de amigos que viajan a Europa y América del Sur.

Se envían copias a suscriptores de España, Puerto Rico y Venezuela. El diario principal de Caracas, El Universal, reproduce con regularidad artículos de la revista en su suplemento literario dominical, señala Morgado.


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