‘No somos memoria’: muestra de artistas nicaragüenses en La Habana

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Imagen de ‘Marimba Sangrienta’, de Alejandro de la Guerra

La exposición No somos memoria, de arte nicaragüense contemporáneo, pudo ser vista durante los días 13 y 14 de enero en el espacio galerístico independiente Avecez Art Space (calle 21 #802 e/ 2 y 4, apto. 2, El Vedado). Configurada por la artista visual y curadora cubana Celia González, la muestra reunió, bajo necesidades contingentes, a diez artistas que produjeron sus obras tras las protestas de abril de 2018 en el país centroamericano.

El 18 de abril de 2018 se iniciaron una serie de manifestaciones en Managua y en otras ciudades de Nicaragua debidas, en un principio, a una serie de reformas (recorte del 5 % de las pensiones y aumento de las contribuciones de los trabajadores) en el sistema de seguro social y que, a la postre, exigían la destitución del presidente sandinista Daniel Ortega.

En lo que se puede considerar como un parteaguas en el sistema de relaciones civiles nicaragüenses, las manifestaciones que sucedieron a partir de abril de 2018, con cientos de muertos (se desconoce la cifra exacta de muertos y desaparecidos), con miles de exiliados forzados, desembocaron en exigencias que incidían directamente en la represión, corrupción y violencia sistémica que durante años afectaba –y aún sigue afectando– a los nicaragüenses. Luego de estos acontecimientos, la nación se polarizó a favor o en contra del histórico Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

En este contexto, diez artistas nicaragüenses: Alejandro de la Guerra, Darling López, Dariana Valenzuela, Elyla, Federico Alvarado, María Félix Morales, Milena García, Norlan Gutierrez y Patricia Belli, iniciaron varios procesos de investigación que luego han devuelto como dispositivos artísticos en forma de videos, videos registros, documentales, dibujos y un proyecto interdisciplinario mostrado en línea.

Como podemos leer en el programa de la muestra, “No somos memoria surge de la curiosidad y el deseo de conocer cómo los artistas nicaragüenses contemporáneos habían respondido ante los acontecimientos represivos del FSLN, en el poder desde 2007 hasta la actualidad”. Las obras exhibidas, prosigue la nota, “son un modo de lidiar, comprender, procesar la nación pos2018”.

Tanto la búsqueda de este material artístico, que por varios meses ha organizado Celia González a partir de su investigación de doctorado en la Universidad Iberoamericana, como la activación de esos gestos en La Habana, tienen “un sentido estratégico: propiciar una conexión regional, específicamente entre naciones con revoluciones míticas y gobiernos totalitarios”.

El primer gesto participativo que propuso No somos memoria en Avecez Art Space –un espacio antihegemónico para la investigación y muestra de obras y procesos fundado en noviembre de 2014 por la curadora Solveig Font— fue la intervención de dos números especiales de la revista Pánico, a modo de fanzine.

La revista Pánico, diseñada y coordinada por los artistas exintegrantes del grupo Mácula –Xmácula–, desaparecido después de 2018, se presentó en Avecez Art Space para ser intervenida. Dados a la participación, a la desfiguración, a la subversión desde sí mismos, estos números especiales, con poemas –llamémosle así– de Virgilio Piñera, Carmen Putoy, Noelia Espinosa, IRINA, Alejandro de la Guerra y Camilo Amaru Abarca González, establecen una conexión manifiesta con el tejido simbólico cubano, especialmente con los sucesos acaecidos en noviembre pasado relacionados con el Movimiento San Isidro y el 27N.

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En una de las habitaciones de Avecez Art Space se proyectó el video performativo donde Elyla (1989), una “cochónx barro-mestiza”, artista del performance y activista no binarie, interviene políticamente (aquí entendemos la política como lo que produce la transformación) el espacio público y realiza tres peregrinaciones, en San Francisco, Ciudad de México (Yo (no) tengo miedo de tanta realidad) y la capital costarricense San José (Ni azul ni blanco ni rojo ni negro).

Yo no tengo miedo de tanta realidad Elyla | Rialta
Imagen del video performativo ‘Yo (no) tengo miedo de tanta realidad’, de Elyla

Yo (no) tengo miedo de tanta realidad se basó en un (casi) olvidado poema de la primera dama y vicepresidenta de Nicaragua Rosario Murillo, llamado Tengo miedo de tanta realidad, donde describe a las hormigas como animales acechantes, como su “peor pesadilla”: “Tengo miedo y no sé cómo decirlo: ¡estoy desprotegida! Hay una interminable fila de hormigas que se me queda viendo, a punto de acusarme de algún crimen”.

El 19 de abril de 2018 Murillo se refirió a los manifestantes como “diminutos y pequeños”, tal como había hecho en su poema. Desde ese momento las hormigas fueron adoptadas por los manifestantes como símbolos de resistencia.

En la deriva por la ciudad de San Francisco, donde se encontraba exiliada debido a las persecuciones y amenazas de muerte, Elyla sostiene una pecera llena de tierra y hormigas. Camina hasta el edificio James Blood, donde se encuentra el consulado de Nicaragua y desperdiga frente al edificio, como quien lanza dardos envenenados, la tierra y las hormigas.

A simple vista, Elyla parece un performer posporno. Su atavío es azul y su piel está cubierta de pintura blanca, los colores de la bandera de Nicaragua, símbolos de resistencia y disidencia (en Ciudad de México vestiría de negro y rojo, colores del partido sandinista).

Yo no tengo miedo de tanta realidad Elyla2 | Rialta
Imagen del video performativo ‘Yo (no) tengo miedo de tanta realidad’, de Elyla

Un abrebocas plástico, como los que utilizan, a veces, en las prácticas bondage, mantiene sus dientes y lengua afuera. Sostiene, además, una bocina por donde se escuchan los nombres de los que murieron aquel 18 de abril. Nombres que interrumpen el poema de Murillo. A su alrededor hay quien grita. Elyla también grita: ¡Presente!

Alejandro de la Guerra (1986) es un artista visual interdisciplinario, educador, performer y poeta. En No somos memoria presenta ORMU, un video realizado en 2020 donde recrea una Nicaragua “mitológica y kafkiana”. Para él, como para otros, muchos, nicaragüenses, la cuarentena impuesta por la Covid-19 no es más que la continuación del confinamiento a que fueron abocados a partir de abril de 2018, debido a la represión policial. El virus continúa, nos aclara.

Para realizar ORMU, Alejandro de la Guerra registró con una cámara microscópica el comportamiento de algunos microorganismos “como si fueran personajes que sustituyen a los personajes de las protestas en Nicaragua”. Microbios recolectados en su apartamento, bacterias, representan el mapa de conflictos, de lucha de poderes, que sobreyacen tras los sucesos de 2018.

“Los microorganismos puestos en escena para ser filmados surgen de mi propio cuerpo -explica Alejandro– como un gesto performativo en donde recolecto mi propia saliva, sangre, orina, esperma, mugre de mis zapatos, etc.” ORMU es un ecosistema donde pervive la lucha por existir. Dicho de otro modo: es un gesto vivo que muestra lo microscópico de la insurrección.

Por su parte, Dariana Valenzuela (1989) observa los cruces entre memoria, historia, cultura y poder. Su participación en No somos memoria, si bien se formaliza de manera logológica, tiene resonancias que, desde la palabra, reflexionan en torno a la violencia, la libertad, las subjetividades y las narrativas dominantes.

Trauma y libertad: algunas notas para liberar la pulsión de crear, es el título del texto ensayístico donde Valenzuela explora cómo la pulsión creativa está cooptada y, de manera consecutiva, el trauma se convierte en patrón y la violencia se normaliza (se naturaliza). Así, la creación queda traumatizada y sigue un camino, el camino del duelo.

Dariana Valenzuela recuerda que “las fronteras siempre fueron terroristas” y que “los Estados nunca quisieron protegernos, sólo extorsionarnos”. Ella, Dariana, quiere “la pulsión creativa en los afectos, los cuerpos, las relaciones, la vida”.

Monumento es la intervención de Federico Alvarado (1980) que pudimos observar en formato de video. Federico, acorde a sus investigaciones relacionadas con la violencia y las estructuras disfuncionales, colocó un adoquín, intervenido con nubes pintadas, en la orilla del lago de Managua -Xolotlán.

Monumento Federico Alvarado | Rialta
‘Monumento’, de Federico Alvarado

El mar como un cielo (Saint-John Perse) es la metáfora de un lago que históricamente ha sido utilizado para lanzar a las víctimas de los represores. “Monumento –expone Federico Alvarado– es un recuerdo de la lucha de todos los nicaragüenses y es un mausoleo que revive la trágica historia que hoy se repite en Nicaragua. Representado por un adoquín, símbolo de la lucha en las calles de jóvenes y ciudadanos que fueron quemados y torturados a orillas del lago de Managua. Se repite la historia.”

Asimismo, Sueños de cuarentena es un proyecto en línea de la artista Patricia Belli (1964), en colaboración con un grupo de creadores de Michoacán, basado en sueños surgidos durante la pandemia y el confinamiento. Propuestos como materiales experienciales, los sueños recolectados discursan en torno a la crisis sanitaria y sus resultados inconscientes en las personas.

Sueños de cuarentena Patricia Belli | Rialta
‘Sueños de cuarentena’, de Patricia Belli

El proceso de creación comprendió, entre otras acciones, la construcción de un banco de sueños, llamado VIRUSEÑOS, la interpretación de esos sueños y el lanzamiento del sitio web virusuenos.com, todo bajo el legado de Carl Jung y Marie Louise von Franz.

Norlan Gutiérrez (1985), por su parte, exhibe Transfiguración, una serie de cuatro dibujos (grafito sobre papel) donde degrada los contornos, los detalles, hasta distorsionar por completo el referente inicial. Con Transfiguración, Gutiérrez aspira a “insinuar un proceso de despersonalización y deshumanización”.

“En 2018 cuando estalló la crisis –explica Norlan Gutiérrez– a muchos nos asombró la capacidad de violencia que se desató. Vi ese proceso como una deformación, desintegración de la persona. En Transfiguración la obra es casi como un test proyectivo, en donde la pieza te observa o es observada y uno ve lo que uno es, un monstruo o una simple fotografía movida. Para el gobierno fue evidente, vieron monstruos y me llamaron porque la obra les pareció problemática.

María Feliz Morales Moradaza2 | Rialta
Imagen de ‘Mordaza’, de María Félix Morales

Otros materiales audiovisuales, como Mordaza, de María Félix Morales, Marimba Sangrienta, de Alejandro de la Guerra, Meditación, de Darling López Salinas, Oración contra dictadura, Todo lo grabé y A Leonel Rugama, de Milena García, establecieron relaciones vinculantes entre el archivo, la memoria, y el presente nicaragüense.

Archivo y memoria que se entreteje con la cubana, desde los afectos y desde la resistencia.

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