El Domus Artium 2002 (DA2) de Salamanca, España, acoge en estos momentos la exposición Cantos de Griot. Imágenes y espiritualidad afrocubanas en la Colección Luciano Méndez Sánchez, comisariada por la curadora y crítico de arte Suset Sánchez Sánchez. La muestra resulta un proyecto relevante, entre otros motivos, porque aglutina un conjunto de artistas que destacan entre los más significativos del panorama cultural de la isla, y porque repasa la producción estética y el imaginario artístico contemporáneo emprendidos en torno al legado afrocubano, la negritud y la africanidad. Fue inaugurada el 1 de octubre de 2021 y estará abierta al público hasta el próximo 16 de enero.
Desde que Luciano Méndez Sánchez se instaló en La Habana, a principios del nuevo milenio, se interesó en el arte insular. Hasta la fecha, el español ha nutrido una colección de aproximadamente seiscientas obras, pertenecientes a unos sesentas creadores de diversas épocas del arte postrevolucionario. En el 2019, el coleccionista selló un convenio con la alcaldía de Salamanca para depositar en el Domus Artium 2002 una suma de 216 obras por un periodo de cuatro años. La exposición que se ofrece ahora al público destaca uno de los perfiles apreciables en la colección, la cual posibilita recorrer en gran medida el peregrinaje estético del arte cubano contemporáneo.
Las imágenes que esta exposición recupera de la Colección Luciano Méndez Sánchez, “mediante las obras de nueve artistas masculinos: José Bedia, Moisés Finalé, Santiago Rodríguez Olazabal, Eduardo Roca (Choco), Manuel Mendive, Carlos Quintana, Roberto Chile, Ricardo Elías y Roberto Diago” indagan en la marca de “la africanidad en la construcción de los relatos de la nación cubana, que se encuentra en la espiritualidad y la cultura popular, en la complejidad de las religiones afrocubanas y en la denuncia del racismo que estos artistas expresan, recuperando del pasado los cantos de los griots africanos que la colonialidad no pudo acallar”, comenta la curadora en sus palabras de presentación.
Y explica: “la brutalidad del desarraigo que impuso el colonialismo sobre millones de vidas trasplantadas, que constituyen la denominada diáspora africana, conllevó la invención de estrategias de enmascaramiento y supervivencia a través de prácticas transculturales y sincréticas en las que se expresó la voz subalterna y la resistencia etnoracial de africanos, africanas y afrodescendientes frente a la hegemonía y el poder blancos”.
Treinta y cuatro obras de la colección de Luciano Méndez Sánchez y una instalación de José Bedia perteneciente al centro integran la exposición. La curaduría, al potenciar el relato que estos creadores trenzan sobre y a partir de los imaginarios afrocubanos, también presenta la riqueza de su oficio, en un conjunto que permite apreciar el trabajo en pintura, escultura, fotografía, instalación… Las obras reunidas dan cuenta de la innegable valía de estos autores, cuyas poéticas, fraguadas bajo criterios estéticos y estilísticos muy desemejantes, se muestran extraordinarias en sus especificidades. En el quehacer de estos artistas se advierten algunos de los códigos visuales más significativos con que las artes plásticas cubanas han sustantivado la expresión, la exploración, la reivindicación… del espacio cultural de la africanidad y el cuerpo negro.

Cada uno de los creadores han conferido al imaginario afrocubano una prominencia discursiva insólita, siendo capaces no sólo de hablar sobre ese mismo imaginario y las particularidades que reviste en sus múltiples expresiones, sino de utilizarlo como medio para ahondar en otras aristas de sus épocas y de la Historial nacional. Bedia, Finalé, Olazabal, Choco, Mendive, Quintana, Chile, Elías y Diago despliegan, además, tal variedad de registros –unos son figurativos, otros tienden más a la abstracción, unos beben del informalismo, otros del expresionismo y el bad painting–, que la muestra resulta un viaje fascinante por las varias encarnaciones estéticas/visuales que el tema ha experimentado.
Cantos de Griot es, desde luego, un ámbito preciso para sopesar el potencial gnoseológico del arte cubano consagrado a las huellas y la memoria, las prácticas culturales y la supervivencia de la diáspora africana. Los autores reunidos han iluminado una experiencia del mundo aún necesitada de legitimación; con sus obras han articulado formas culturales, relaciones sociales y procesos de subjetividad esenciales para comprender Cuba, sus identidades y ciertos ámbitos esenciales de su cotidianidad. Y en tal sentido, la muestra impulsa trayectorias creativas nacidas de una batalla descolonizadora; trayectorias que han creado un cuerpo de experiencias artísticas que fijan en el tiempo una sensibilidad y una cosmovisión. Cantos de Griot… es a fin de cuentas celebración de la diferencia y burla a la norma colonialista.
Resulta estimulante constatar en la exposición, además, la cosmogonía gestada por estos creadores. Sus piezas emanan de una vocación decididamente antropológicas, en la medida en que develan una realidad, en la que se cruzan naturaleza, historia y tradición. El credo conceptual de Manuel Mendive, por ejemplo, está asentado en la necesidad de estetizar el universo religioso yoruba, a la par que los motivos racionales y éticos implícitos en él. Mendive ha condensado, a lo largo de su carrera, la riqueza cultural de ese enclave de la identidad cubana. Otro es el caso de José Bedia, quien, compulsado a revisar las coordenadas axiológicas de la cubanía, ha utilizado la mitología afrocubana como arma de resistencia ante la dominación cultural y la destrucción de las tradiciones llevada adelante por la modernidad occidental. El mito y la religión como sujetos estructuradores de las formas discursivas son ensayados también desde la perspectiva de Olazábal, otra firma que ha suscrito la desalienación de la identidad.
Asimismo, en las fotografías de Ricardo Elías los centrales azucareros en ruinas son la metáfora de una praxis histórica; esas construcciones almacenan la memoria de muchos hombres (negros) que han padecido la violencia del colonialismo, de la modernización y del proceso revolucionario de 1959. En este caso, el central es materia trabajada por cuerpos que permanecen todavía al margen de la Historia. La voz de Juan Roberto Diago, por su parte, ha encauzado el espacio etnocultural y la dinámica social del negro desde un comprometimiento esencialmente político. Apunta Sánchez que “la obra de Diago es un grito que emerge de las profundidades de una consciencia negra contra el racismo, la marginalización y criminalización de la población afrodescendiente en la Cuba postrevolucionaria y postsoviética”.
Cantos de Griot…, en su conjunto, apuesta por explorar las tendencias y expresiones artísticas internacionales, y por sustentar a creadores que expanden el terreno de lo estético al internarse en el tejido social y la sabia de sus culturas.
El DA2 es una institución que “nace para dar respuesta a una demanda creciente de un espacio especializado en arte contemporáneo dentro de una ciudad”, con una propuesta cultural que relaciona “el patrimonio histórico con una programación contemporánea en el terreno de las artes visuales, las artes escénicas y la música”, según informa el sitio oficial del centro.
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