Colosal exposición en la Fundación Brant de New York repasa la carrera de Andy Warhol

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Detalle de una obra de Andy Warhol en la exposición. Foto: The Brandt Foundation.
Detalle de una obra de Andy Warhol en la exposición. Foto: The Brandt Foundation.

Envuelta en toda clase de polémicas todavía, la producción artística de Andy Warhol fue decisiva en la formación de una sensibilidad estética que marcó definitivamente la cultura contemporánea. Este singular autor fue uno de los artífices principales del movimiento Pop Art, que en los años sesenta del pasado siglo, mientras desafiaba la imagen del Informalismo, contribuyó a consolidar la noción de arte que rige en la actualidad.

El pasado miércoles, 10 de mayo de 2023, La Fundación Brant inauguró en su galería neoyorquina del East Village una colosal exposición del artista bajo el título Andy Warhol: Thirty Are Better Than One. La muestra reúne más de cien trabajos distribuidos en cuatro salas, en un recorrido que abraza la totalidad de la trayectoria creativa de esta célebre figura. Hasta el 31 de junio, fecha de cierre, el público está invitado a explorar los senderos estéticos, los diversos soportes y técnicas, así como las temáticas exploradas por Warhol para legar a la Historia del arte uno de los corpus visuales más discutidos y trascendentes.

Las obras proceden en su mayoría de la colección personal de Peter Brant, creador de la Fundación homónima, uno de los primeros patrocinadores de Warhol y colaborador y amigo suyo. Desde principios de los años sesenta, cuando adquirió algunas piezas como Campbell’s Soup Can (Chicken with Rice) (1962) y Shot Light Blue Marilyn (1964), hasta el presente, Brant ha comprado, vendido, donado, y promocionado la obra del multifacético creador. Precisamente en los años setenta asumió la producción de dos singulares películas de Warhol: L’ Amour (1973) y Bad (1976).

Andy Warhol: Thirty Are Better Than One no sólo saca al espacio público el enorme volumen de trabajos que nutren la colección de Brant, también procura volver a colocar en la geografía artística contemporánea una labor estética que siempre ha sido más que la sublimación de la cultura del consumo y la legitimación del kitsch y lo intrascendente como soportes y temas de las Bellas Artes. El tipo de representación desplegada por Warhol fijó para la posteridad una suerte de ambigüedad discursiva característica de una parte considerable del arte producido en nuestra época. Es muy difícil demostrar si los ejercicios visuales de Warhol celebraban, critican o reflexionan sobre la realidad aludida; en esa irresolución, asentada en un gesto lúdico e irónico, se halla el desplazamiento definitivo de la responsabilidad del significado al lugar del receptor, del campo intelectual o de las circunstancias en que se lee la obra.

El título de exposición resulta de una de las obras más preciadas del coleccionista que devela con elocuencia el “marcado interés [de Warhol] en la repetición mecánica, el exceso de imágenes, así como su transgresión de las jerarquías del mundo artístico”. Subraya el equipo de la Fundación Brant que para destacar la capacidad incomparable de Warhol para hacer una crónica de la cultura visual de su tiempo, la muestra explora su ávida experimentación “con numerosos medios, a través de un lenguaje artístico cuidadosamente cultivado; además, pone de relieve sus innumerables contribuciones al Pop Art y al arte estadounidense del siglo XX”.

Los espectadores podrán disfrutar desde trabajos sumamente populares del artista, muchos de ellos procedentes de su periodo consagrado a la reproducción y la repetición seriada de imágenes/iconos mediáticos, hasta otros apenas divulgados. Se presentan obras realizadas en la década del cincuenta, cuando Warhol se desempeñaba como diseñador comercial en una New York que avizoraba ya un cambio en el semblante de la creación artística, hasta las creaciones más intelectuales de los ochentas, momento en que dotó su quehacer de una fisonomía más política al proponer reflexiones éticas y una crítica más acentuada a la vida estadounidense.

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“En los sesenta, Warhol se adentró en el Pop Art y desarrolló el que hasta ahora es su estilo más notable: la técnica de la serigrafía fotográfica”, comentan los organizadores. “La exposición presenta sus icónicas obras sobre la creciente idolatría de las celebridades, como Licorice Marilyn (1962) y Liz #5 (Early Colored Liz) (1963) y explora su uso de imágenes comerciales cotidianas en los facsímiles de empaques de productos como Brillo pads y Campbell’s soup, algunas de sus piezas más reconocibles”. Se incluyen también Most Wanted Men No. 5, Arthur Alvin M. (1964) y 12 Electric Chairs (1964), de la serie Death and Disasters, “en las que examina los usos más oscuros de los mass media y sus manifestaciones de violencia”.

“Durante los setenta”, apuntan, “experimentó con la abstracción y recurrió a nuevos formatos, si bien su obsesión por la imagen producida se ve en todas partes”. De ese período se exhiben obras de la serie Skulls (1976), en la que trabajó a partir de fotografías de calaveras para hacer investigaciones, […] de luz y color, y otras donde el tema nomás justificaba exámenes sobre los efectos plásticos de las sombras. En su práctica posterior a esta etapa, Warhol reflexionó sobre la fe, la moralidad y la pérdida, a través de la lente de su propia educación católica […]”. Se presentan de este último momento, algunas de las obras finales del artista, realizadas antes de su muerte en 1987 y otras pertenecientes a su serie de 1986 centrada en La última cena de Da Vinci.

Andy Warhol: Thirty Are Better Than One es una excelente apuesta para continuar discutiendo la iconoclasta creación del autor que desbordó los principios y presupuestos del Pop Art. Volver sobre Warhol es un modo de comprender qué ha pasado con el arte contemporáneo.

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