La nueva película de la paraguaya Paz Encina, un alegato expresionista a favor de la comunidad indígena Ayoreo Totobiegosode

0
‘EAMI’, Paz Encina, dir., 2022.
‘EAMI’, Paz Encina, dir., 2022.

Tras el estreno de su trascendental ópera prima, Hamaca paraguaya (2006), galardonada en el Festival de Cannes, se supo que Paz Encina contribuiría, en Latinoamérica, a sacudir los residuos de viejas estéticas, y a emprender, prácticamente desde cero, la creación de nuevos registros cinematográficos desde los que escribir la realidad. Su nueva película, EAMI (2022), apenas el tercer largometraje de una impactante carrera, está cosechando un contundente éxito internacional. Y no es para menos. La hechizante creatividad de la realización, la hermosa y enigmática exposición visual del filme, más la densidad ética y política de su discurso, hacen de esta obra un suceso verdaderamente extraordinario.

Encina es una artista, y ahí está el pletórico repertorio visual, escénico y sonoro de EAMI para demostrar el alcance de su imaginario creativo. Estrenada en el último Festival Internacional de Cine de Rotterdam, donde alcanzó el máximo galardón de la Competición Tiger, esta película constituye, sin duda alguna, uno de los acontecimientos más relevantes del cine latinoamericano reciente.

La realizadora paraguaya vuelve a demostrar su capacidad y destreza para desafiar todas las convenciones cinematográficas, y consigue una obra estéticamente genuina, calibrada con toda la autenticidad de su descomunal talento. La película es de una elaboración artística tan pulcra como arriesgada, que desconoce –incluso con la minuciosa planificación patente en la composición de cada plano– prefabricaciones del efecto estético o imposturas en el estímulo de las emociones.

Esgrimiendo una indomable narrativa –que da continuidad a los planteos dramatúrgicos de Hamaca paraguaya–, deudora de los principios del videoarte, la concepción experimental del filme subyuga al espectador, lo fija a la pantalla, con el ingenio, la inteligencia y limpieza del manejo de las atmósferas, de los valores plásticos de las imágenes, de las modulaciones del sonido, de la articulación elíptica del relato.

La película se ocupa de la comunidad indígena Ayoreo Totobiegosode, asentada en el Chaco paraguayo, que está siendo desplazada forzosamente. Emplazada en una suerte de supratiempo, la anécdota –si denominamos así al tejido de acciones y pasajes que conforman el metraje– no tiene lugar ni en el pasado ni en el presente, transcurre en el tiempo de la memoria y la subjetividad de los Ayoreo, ese espacio único donde confluyen, se entrecruzan y mezclan todas las épocas. La directora prescinde de una narrativa convencional porque no es una exposición de los problemas o la historia de la comunidad cuanto le interesa, sino retratar cómo esta se mira a sí misma; encontrar en sus leyendas, mitos y creencias una manera de entender y ser en el mundo.

El discernimiento de tal excepción, la riqueza y singularidad de esta comunidad, justifica la urgencia de salvar las tierras de los Ayoreo de quienes las expropian. Ciertamente asistimos a una evocadora parábola del desalojo de ese pueblo originario del Chaco paraguayo, con toda la carga que cabe esperar de denuncia política, crítica a la colonización y condena de la segregación de la diferencia.

EAMI emplea como eje narrativo una niña de igual nombre. Es una suerte de narradora cuya voz se entremezcla con las voces de otros personajes y de entidades ancestrales para exponer las historias, tradiciones y creencias de su gente, así como para dar cuenta del menoscabo de su mundo. El vocablo “eami” es una noción de la cosmovisión Ayoreo, significa “monte” y “mundo”; es un concepto explicativo de las relaciones esenciales de estas personas con la tierra de donde son desplazadas, su patria.

El personaje de la niña lo mismo es un miembro de la comunidad que la mujer-pájaro Asojá, que con su trino participó en la creación de la naturaleza… En la película, Eami tiene el propósito de encontrar, tras quedar huérfana a causa de los embates de las fuerzas coloniales, a su amigo Aocojái. Con él escapará del monte e intentará liberar a su pueblo del mal, mediante la preservación de su memoria. La urgencia de la pequeña, atenazada por el dolor que le provoca emigrar del lugar y la tarea de preservar su Historia revelan la magnitud de la violencia desatada por el “progreso occidental”. La atmósfera de pesadumbre del filme resume y resuena el profundo grito de protesta a favor de la salvación de esa comunidad frente a la ambición del hombre moderno.

- Anuncio -Maestría Anfibia

Eami entrega sus testimonios en el idioma propio de los Ayoreo, y es que la oralidad –no sólo los mitos anudados a sus palabras, sino los acentos, los sonidos e inflexiones propios de su lengua–, resulta un componente nuclear de su universo, como los dioses y la selva, propiedades de su habitus. Cuando Encina coloca al espectador ante esa pletórica madeja de capas de sonidos está sumergiéndolo en una cosmogonía; se escuchan también, para poner ejemplos específicos, el correr de las aguas del río, los cantos de las aves, el ruido del viento cuando golpea contra las ramas de los árboles, el silencio propio de la noche. Esos sonidos conforman un cosmos de percepciones que, como la religión, conecta a estos seres con la realidad. Es en el medio natural donde anidan los principios sustantivos de esos comportamientos y costumbres “únicos” que el empuje colonizador, antes y ahora, procura hacer desaparecer.

Por medio de las sensaciones, percepciones y recuerdos de la niña (que son los suyos y los del espíritu Ayoreo), se despliega el testimonio de la masacre perpetuada contra su comunidad. Eami debe huir pronto de la selva del Chaco, un entorno natural cada vez más deforestado, pero antes archivará la memoria de su pueblo. De esa memoria (ente productor de Historia e identidad), brota el universo fascinante y apenas conocido de esa gente, así como la explicación de su relación mística con el viento, los animales, la vegetación, los ríos, la noche…

A la manera de una pintura expresionista, EAMI indexa la desgarradura, el abatimiento y el desafío de este pueblo indígena. La realizadora consuma un horizonte estético particular –un ritmo de montaje pausado, una fotografía contemplativa que potencia el movimiento interno del cuadro y la plasticidad del escenario selvático, un paisaje sonoro esbozado como una ópera de murmullos, susurros, rumores naturales–, que procura trasuntar los vigorosos enlaces de estos seres con el monte, así como el rumbo de sus existencias en el crepúsculo de su cultura.

Frente a tanto artificio vacío que pasa por gesto experimental en la contemporaneidad, Encina alega que su radicalidad expresiva emana de la franca búsqueda del sentido de un mundo y la riqueza del ser que lo habita. En su gesto no hay folclorismo, ni primitivismo militante, hay sentido de la cultura, respeto por el otro, y sobre todo reconocimiento de que, si algún salvajismo existe, emerge del racismo de aquellos que extirpan esa comunidad, sus atributos y sus emociones. EAMI aboga por la supervivencia de la diferencia Ayoreo porque de ella pende, también, la fortuna de nuestra realidad.

Colabora con nuestro trabajo
Somos una asociación civil de carácter no lucrativo, que tiene por objeto principal la promoción y fomento educativo, cultural y artístico. En Rialta nos esforzamos por trabajar con el mayor rigor profesional en la gestión, procesamiento, edición y publicación de los contenidos y la información. Todos nuestros contenidos web son de acceso libre y gratuito. Cualquier contribución es muy valiosa para nuestro futuro.
¿Quieres (y puedes) apoyarnos? Da clic aquí.
¿Tienes otras ideas para ayudarnos? Escríbenos al correo [email protected].
ÁNGEL PÉREZ
Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

Deja un comentario

Escriba su comentario...
Por favor, introduzca su nombre aquí