- Monterroso es un milagro de la literatura. Viene de Esopo y de Higinio. De los anónimos fabulistas del medievo y de Perrault. De Samaniego, de Pombo y de otros más. Pero, comparados con todos ellos, él es único. Certero como un rayo y como el más concentrado e ingenioso de los regocijos.
- El milagro que representa Monterroso consiste en la decantación de una vieja tradición. Se necesitaron miles de años y muchas escrituras para que de ellas surgieran, remotos y a la vez recientes, el dinosaurio, la oveja negra y la tortuga y Aquiles.
- La literatura no monumento, eso es Monterroso. Magnífico que sea así. Por un instante, y de su mano, nos alejamos de la sacrosanta novela, del sesudo ensayo y de la elegiaca poesía. Y entonces quedamos como suspendidos en la más inquietante y transparente brevedad. Con él, mejor dicho, bastan unas pocas frases. Y lo que sigue solo es responsabilidad de los lectores.
- No es frecuente reírse sin tropiezos cuando se lee. Reírse con placidez y con delicia y, por supuesto, en medio de una extrañeza innombrable. Monterroso obsequia esa inolvidable dádiva.
- ¿Y la música? ¿Dónde está la obra sonora siempre buscada? El bajito e inmenso hombre de Centroamérica la encontró. Pero luego de contarnos cómo fue su búsqueda y el hallazgo, decidió no presentarnos la belleza de aquellos sonidos. Como la música, Monterroso sucede en el escurridizo tiempo y, como ella, también es inasible.
El Retiro, 13 de diciembre de 2021