El poeta mexicano David Huerta (Ciudad de México, 1949-2022) falleció en la mañana de este lunes 3 de octubre, a pocos días de cumplir los 73 años, debido a una insuficiencia renal, según confirmó su esposa, la escritora Verónica Murguía.
Vástago del gran poeta Efraín Huerta (1914-1982), el autor de Incurable (1987) –un poema de 389 páginas considerado ya un clásico de las letras mexicanas– fue además, en sus palabras, “hijo de la Generación del 68”. Hizo también carrera como editor y traductor, mientras que su obra literaria le granjeó importantes reconocimientos, como el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019.
En ocasión del lauro, sostuvo: “Un poeta está hecho, en buena medida, por los poetas que lo precedieron. Soy resultado de una porción significativa de la poesía en lengua española”.
“David Huerta se comporta como un sobreviviente de aquel fin de la historia vaticinado por los teóricos de la posmodernidad que nunca ocurrió; escribe, paradójicamente, como si estuviera por llegar de un momento a otro el fin de la poesía, y lleva consigo los archivos de su historia”, se lee en la presentación de un recentísimo dossier consagrado a su obra en Rialta Magazine. “Con docenas de libros de poemas, ensayos y traducciones, David Huerta es uno de los escritores vivos que más culto y honor rinde a la lengua española en la que escribe y a la tradición que le precede”.
La vida o la sobrevida poseen, desde este lunes, otro cariz, otra textura cuando se habla de David Huerta: “Su más reciente volumen, El desprendimiento. Antología poética 1972-2020 (Galaxia Gutenberg, 2021), preparado a dueto con Jordi Doce, quiere dar cuenta de aquellas trayectorias por la vida en los libros escritos. En Rialta, lo hemos recibido como pretexto para convocar a algunos de sus más queridos lectores –amigos, discípulos, estudiosos– y emprender el homenaje”.
Un tributo que se adelantaba, según vemos ahora, algunas semanas a la muerte del poeta de El jardín de luz, Cuaderno de noviembre o Las hojas; el redactor y editor de la Enciclopedia de México; el director de la colección de libros Biblioteca del Estudiante Universitario, el coordinador de los talleres literarios en la mítica Casa del Lago de la Universidad Nacional Autónoma de México –donde antes estudió Filosofía, Letras Inglesas y Españolas.
Huerta recibió en 1971 recibió el Premio Diana Moreno Toscano; una Beca Guggenheim, en 1978; el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer, en 1990; la medalla Mártires de Tlatelolco, en 1998; el Premio Xavier Villaurrutia, en 2005 (por Versión), y el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer, en 2009.
Además del principal galardón otorgado por la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, la trayectoria de Huerta fue distinguida en su país con el Premio Nacional de Ciencias y Artes –categoría de Lingüística y Literatura–, en 2015, y el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco, en 2018.
“El mejor poema del mundo es el que se instala para siempre en nuestra mente con la fuerza no de uno sino de varios poemas que resuenan los unos en los otros y que forman con el tiempo una red infinita de imágenes, sensaciones y significados”, confesaba Huerta su credo artístico, al aceptar el premio de la FIL de Guadalajara: “la mente es el mejor verso del mundo”.
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Muy triste por la muerte del amigo David Huerta. Teníamos el proyecto de dar una conferencia entre los dos sobre las afinidades entre dos poetas, el mexicano Carlos Pellicer y el cubano José Lezama Lima, ambos coincidieron en la veneración a José Martí y en el amor filial, como se disfruta en sus poemas y ensayos. En fin, se frustró de un modo terrible.