Fotograma de ‘Adiós a la memoria’, Nicolás Prividera, dir., 2020

Entre las películas de mayor relieve que presenta la 35ta edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata –que tendrá lugar entre los días 21 y 29 de noviembre próximos–, se encuentra Adiós a la memoria (2020), el más reciente documental del realizador argentino Nicolás Prividera.

Con este filme, el cineasta completa una trilogía documental –que integran, además, M (2007) y Tierra de los padres (2011)– consagrada a reflexionar sobre la memoria y la Historia en sus interacciones con la dimensión personal y social de los individuos. En Adiós a la memoria, a Nicolás Prividera le interesa meditar especialmente sobre cómo las negociaciones con el pasado afectan la conformación identitaria de las personas y la manera en que administran una postura respecto al presente. La historia de su padre –quien actualmente sufre Alzheimer– es un detonante para pensar las relaciones implícitas entre recuerdo y olvido; el umbral de un agudo examen de conciencia acerca del funcionamiento selectivo de la memoria, de su armazón a nivel personal y colectivo, del sentido político de su utilización y de su peso en nuestras convenciones y sentimientos.

El padre de Nicolás Prividera fue un psiquiatra que estuvo recluido durante la dictadura argentina de 1976, época en la que vio desaparecer a su esposa a causa de su activismo cívico-político –asunto sobre el que versa precisamente M–. Entre las décadas del sesenta y del ochenta, este hombre estuvo grabando continuamente videos caseros sobre la vida familiar y sus diversas experiencias cotidianas, los cuales sirven ahora a Prividera para conformar su documental. Los videos fijan el pasado y contribuyen a tejer un mapa posible del mundo que vivió este hombre condenado en la actualidad a olvidar. Las imágenes funcionan entonces como detonantes de un proceso de recuperación del pasado, a través del cual el director medita sobre la historia familiar, las consecuencias de la dictadura sobre el imaginario y la sensibilidad del país, los conflictos generacionales…

Quizás lo más impactante de Adiós a la memoria –inscrito en la tradición legada por Chris Marker– se encuentre en su paso de lo íntimo a lo sociopolítico. Si bien atiende las estrechas relaciones entre memoria e identidad personal, su mejor perfil emerge cuando renuncia a la subjetivación del discurso, o sea, cuando trasciende el espacio de la autoficción y de la modelación del yo. Este es un documental que participa de la genealogía del cine-ensayo, o de eso que la contemporaneidad ha nombrado “pensamiento audiovisual”. En rigor, su punto de vista resulta subjetivado, en tanto la voice over del realizador es, todo el tiempo, el principal agente narrativo, garante del progreso argumental. De esta manera, el conocimiento trasmitido por el filme pende de esa voz, la cual, aunque se apoya en disimiles referencias a pensadores de la cultura y a filósofos, se responsabiliza por completo de lo comunicado.

El uso del abundante material de archivo con que cuenta resulta el aspecto morfológico más sugestivo de este documental. Y no hablo de los fragmentos de películas utilizados, ni de las grabaciones de viajes del autor, ni de las escenas actuales del padre en su habitación, imágenes que constituyen materiales de comentario y de apoyatura a la exposición de la voz narradora, incluso pistas afectivas –en el caso de los planos dedicados al padre en el estado presente de la enfermedad– enfocadas en implicar emocionalmente al espectador en el relato; me refiero, por el contrario, a los videos caseros, que constituyen la materia prima esencial del discurso.

Nicolás Prividera toma estos archivos y los convierte en una experiencia de pensamiento. En el contrapunteo entre su voz en off y estas grabaciones –estructuradas en cinco bloques encargados de dosificar y organizar la información–, se produce una profunda exploración sensorial y cognitiva, en la que esos archivos personales funcionan como dispositivos que permiten revisar las políticas de la memoria colectiva y de la Historia; estos archivos son una suerte de materialización del tiempo, una reincorporación al presente de los fragmentos perdidos del pasado.

Nicolás Prividera concibe su documental como una inmersión en los propios procesos de funcionamiento de la memoria, y como una batalla contra el olvido. De las consecuencias de la apropiación de la memoria por la dictadura a la observación de los múltiples factores –éticos, políticos, culturales…– vinculados al modo en que se maneja el presente, esta película despliega una inteligente crítica a sus usos, en tanto entiende la memoria como fundamental para la trasformación del presente.

Adiós a la memoria es un documental de una energía creativa impactante. Su precisa codificación lingüística y su emotiva e inteligente exposición discursiva lo hacen una aventura estética que coloca a Nicolás Prividera entre los autores más virtuosos del cine documental contemporáneo de América Latina.

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