Fotograma de 'Perfect Days', Wim Wenders dir., 2023

Cualquier idea que se escriba sobre Perfect Days (2023) no llegará ni a una milésima del universo sintiente que manifiesta la película dirigida por Wim Wenders y protagonizada, producida y coescrita por Kōji Yakusho. ¿Por qué entonces escribir sobre el filme? Porque soy de Occidente, y los sentimientos me provoca deben ser verbalizados en un intento por comprenderlos.

Podría decirse que sin Tokyo-Ga (1985) tal vez no existiría Perfect Days. El encuentro físico de Wenders con Japón, que ocurrió primero de forma simbólica en los filmes de Yasujiro Ozu. Es el viaje inicial del que brotó el amor que el realizador profesa a la tierra nipona, que lo lleva a sentirse como en casa, y desde ese amor doméstico, ficcional, filmar una cultura, una tierra, una filosofía, donde lo esencial está puesto en cada detalle del lenguaje cinematográfico.

En un mundo dividido en dos, donde lo binario se explota más que lo complementario, Oriente y Occidente traen consigo no solo una separación geográfica, sino una carga cultural diferenciada muy fuerte. La clave para entender el uno al otro no está en suplantar sus historias culturales, sino en apreciarlas por lo que son. Así, con ese convencimiento de que las “cosas son como son” y no como se proyectan en la mente, Perfect Days es un filme para profundizar en los elementos que hacen trascender el alma a través del diario vivir. Una sinfonía de acciones, que en apariencia pueden ser monocordes, pero que, con pequeñas y atentas variaciones, integran una partitura fílmica que germina en sensaciones más que en ideas.

Perfect Days mantiene el tempo de una historia basada en hábitos, pero a medida que los mismos se vuelven parte del contexto narrado, las emociones provocadas profundizan en la psicología, más que en la vida anecdótica de su protagonista Hirayama (Yakusho)

Durante la historia del cine, han sido aquellas películas de grandilocuentes conflictos, de hiperreales actuaciones, las que han quedado en la mente de los públicos mayoritarios. Mucho se debate sobre el supuesto “deber” que tendría el cine de ser fiel a su entorno, a su realidad. Pero también estamos aquellos que preferimos el cine como una propuesta de creación más prístina, y todo lo creado tiene un punto de honestidad y otro de imaginación. En ese sentido, el filme Wenders, estrenado mundialmente en el 76º Festival de Cannes, compone un tapiz en el que se entrelazan entorno y “naturaleza” humana. Una vuelta a la presencia, al aquí y al ahora, que sirve de propósito a la vida.

La realidad cinematográfica es una construcción que comienza en la mente de un guionista y termina en la de los públicos, aunque durante este camino, existen directores, junto a sus equipos cinematográficos, que son más proclives a expandir la experiencia del consumo.

No hay situaciones pequeñas o grandes, no hay separaciones en la vida, y la forma que tiene el director alemán de mostrarlo es componer un paisaje que hace transitar empáticamente a los espectadores de simples “mirones” de una realidad ajena, hasta los ojos de su protagonista, pero siempre limitando la información. De tal manera que se genera lo menos posible el juicio moral o ético; o tal vez componiendo un recordatorio constante de que mientras vemos la “realidad” de este personaje, esta es solo unos momentos de su vida, por lo que cualquier dictamen emitido será parcial.

En ese sentido, Yakusho confesó a la agencia EFE al ganar el premio al Mejor Actor en Cannes: “Wim me había dado muy poca información sobre el personaje […]. Había mucho misterio. Incluso hoy, es un personaje del que lo ignoro casi todo”. Porque en Perfect Days la ignorancia es un camino para encontrar sentidos. La imposibilidad de entender o saberlo todo es la base para comenzar a experimentar y sentirlo todo; afuera de los pensamientos, de la mente, en la vida diaria, en la “rutina”, que es al final la existencia.

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Wenders y Yakusho proponen una concentración sentimental, que llega a través de acciones convertidas en hábitos, que a la vez no son tales. Pues con cada comienzo del día, hay una hoja diferente en cada árbol, la naturaleza trae ese sonido creativo cambiante, a través de los hilos de una composición sonora, que va desde lo aparentemente imperceptible hasta lo más figurativo en las canciones seleccionadas para la banda sonora.

Hay belleza y magia en cada creación humana, lo que existen son variedades de caminos para llegar a ellas. Si los complementamos, obtenemos una experiencia vital más expandida. Si vamos desde la sinfonía parsimoniosa que proponen los árboles hasta el encanto vibracional que tienen las guitarras y las voces del jazz, el blues, el rock, la experiencia sensitiva consigue “días perfectos”.

Fotograma de 'Perfect Days', Wim Wenders dir., 2023
Fotograma de ‘Perfect Days’, Wim Wenders dir., 2023

Pero para ello es necesario el compromiso con el viaje, con el presente, con el disfrute y con el perdón. Se trata de prestar atención a cada plano general y sus delicadas composiciones, pues cada elemento en la vida y el filme nos comunica algo, ya sea consciente o inconscientemente.

Con cada día y cada baño con que Hirayama limpia, como parte de su ritual cotidiano, el dharma[1] acompaña a Perfect Days y aquellos que la perciben. El ser humano constantemente se pregunta ¿por qué?, ¿para qué? Una vez que estas interrogantes quedan respondidas, o se inicia un camino para responderlas, las preguntas en sí mismas desaparecen, pues las dudas que las nutren se eliminan mediante la acción. Pero por si no se está seguro de esto, en el filme de Wenders la mitad de los personajes que interactúan con Hirayama –Takashi (Toio Emoto), su hermana Keiko (Yumi Asou), su sobrina Niko (Arisa Nakano)– tienen la “misión” de interrogarle sobre ese porqué, mientras el resto, aparentes desconocidos, lo ha aceptado tal como decide ser.

La necesaria separación que brinda el familiar “extraño” que es Hirayama para muchos, permite reconocer al dependiente de la cafetería el duro trabajo que este emprende y cumple con eficiencia, a la vendedora de libros sus gustos literarios, y, por último, muestra sentimientos románticos a la Mama (Sayuri Ishikawa) del restaurant habitual. Ese desconocimiento de la vida pasada del personaje interpretado por Yakusho, no solo es patrimonio extradiegético de los públicos, sino también de aquellos personajes diegéticos que lo ven diariamente, aceptándolo tal y cómo llega a sus vidas. Mientras que, en los conocidos de ese pasado, siempre está la indagación juiciosa, el porqué de sus decisiones tomadas. En ese mar de aceptaciones y negaciones, Hirayama pasa sus días.

Así como se ha popularizado y banalizado la frase de que el coraje no es la ausencia del miedo sino la superación de este, la paz no es la ausencia de conflictos, sino una manera de lidiar con ellos. Perfect Days lo que menos se refiere es la noción de perfección desde la ausencia de trabas, de “historias”, sino que la forma en que son narradas y resueltas o no, por su protagonista, es justamente la mejor idea planteada en el filme.

Todo lo anterior sucede en una contemplativa mirada que alterna su punto de vista entre la percepción maravillada y complaciente de lo que representa Japón para quien lo visita por primera vez, hasta el punto de vista más subjetivo de su protagonista y el reflejo de sus pensamientos más internos.

Wenders ha confesado que “el país del sol naciente” es su segunda casa, pero que aun así le sorprende la nominación del filme representando a la nación asiática a los premios Oscar. Solo se lo explica por la grandeza cultural que significa su coproductor y coguionista Kōji Yakusho para la cultura japonesa. No obstante, en un mundo cada vez más híbrido, mientras parece que arrecian las polaridades, se producen estos encuentros conciliatorios, donde habitar el espacio material del alma humana a través de lo fílmico se convierte en la mayor gratitud y sensación que desprende un filme como este.

En uno de los momentos iniciales de Tokyo-Ga, Wenders se refiere a la impresión que le produce descubrir la fábrica donde se realizan las réplicas sintéticas de alimentos elaborados para su exhibición lustrosa en restaurantes y cafeterías de la ciudad. El realizador llega ante esta pequeña y barroca instalación, le maravilla la sensación de “solo mirar sin probar nada”. Ese sentimiento de fascinación a través de la vista es lo que sostiene a Perfect Days. Se puede descubrir Japón una y otra vez en este filme. La sensación de hallazgo nunca se va de todo en el relato. Desde el estilo de los pintorescos baños públicos de Tokio, hasta cada detalle que observa su protagonista con una mirada esperanzadoramente melancólica, nos recuerdan junto a Nina Simone que: “it’s a new dawn; it’s a new day, it’s a new life for me”.


Notas:

[1] Dharma: en la filosofías y prácticas religiosas como el hinduismo o sijismo, es un concepto que habla sobre la voluntad de hacer lo correcto, antagónico al karma.

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