Siri Hustvedt: “Fui ingenua, había imaginado que yo sería la persona que anunciaría la muerte de mi esposo, Paul Auster”

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Detalle de una foto de Paul Auster junto a Siri Hustvedt. Foto: Siri Hustvedt / Instagram.
Detalle de una foto de Paul Auster junto a Siri Hustvedt. Foto: Siri Hustvedt / Instagram.

La escritora feminista estadounidense Siri Hustvedt escribió un comunicado en su cuenta oficial de Instagram este 2 de mayo para expresar su descontento con la dinámica deshumanizante que practica la prensa en estos días. Su esposo, Paul Auster, autor de La trilogía de Nueva York, murió el 30 de abril pasado y Hustvedt, quien se encontraba junto a él, no pudo avisar a amigos y familiares, antes de que los medios se llenaran de noticias y obituarios sobre el fallecimiento de su compañero.

“Fui ingenua, había imaginado que yo sería la persona que anunciaría la muerte de mi esposo, Paul Auster”, aseguró. “Murió en casa, en una habitación que le encantaba, la biblioteca, una habitación con libros en todas las paredes desde el suelo hasta el techo, pero también con altas ventanas que dejaban entrar la luz. Murió con nosotros, su familia, a su alrededor el 30 de abril de 2024 a las 18:58. Algún tiempo después, descubrí que incluso antes de que se llevaran su cuerpo de nuestra casa, la noticia de su muerte circulaba por los medios de comunicación y se habían publicado obituarios”, explicó.

Siri Hustvedt es autora de novelas como Todo cuanto amé (2003), El verano sin hombres (2011) o Un mundo deslumbrante (2014). Ganó el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2019 justo por abordar en su obra “las cuestiones fundamentales de la ética contemporánea” y por incidir “en algunos de los aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante, desde una perspectiva de raíz feminista”, decía el jurado entonces. Su esposo, Paul Auster, también recibió este premio en 2006.

La autora de Todo cuanto amé prosiguió así su carta abierta: “Ni yo, ni nuestra hija Sophie, ni nuestro yerno Spencer, ni mis hermanas, a las que Paul quería como a sus propias hermanas y que fueron testigos de su muerte, tuvimos tiempo de asimilar nuestra dolorosa pérdida. Ninguno de nosotros pudo llamar o enviar un correo electrónico a sus seres queridos antes de que empezaran los gritos en línea. Nos robaron esa dignidad. No conozco la historia completa de lo sucedido, pero sé una cosa: Está mal”.

Y llamó a tomar consciencia ante la deshumanización imperante en la lógica del mundo digital: “No olvidemos que detrás de nuestros inventos técnicos y de las redes sociales hay seres humanos, que los fallos nos pertenecen, no a las máquinas, por mucho que la tecnología ayude a la simplificación. Una máquina no gritó la noticia de la muerte de Paul antes de que yo o nuestra hija hubiéramos dicho una sola palabra al respecto. Lo hizo una persona”.

También usó la palabra para hacer lo que quería en primera instancia: dar la noticia y hablar del fallecimiento de su esposo, aunque el mundo no la pudo esperar. “Paul nunca abandonó Cancerlandia. Resultó ser, en palabras de Kierkegaard, la enfermedad de la muerte. Tras fracasar los tratamientos, su oncólogo le ofreció quimioterapia paliativa, pero él dijo que no y pidió un hospicio en casa. Muchos pacientes sufren los estragos del tratamiento contra el cáncer, y algunos se curan, pero lo que el mundo de la medicina llama educadamente efectos adversos se convierte fácilmente en una realidad en cascada de una crisis tras otra, causada, no por el cáncer, sino por el tratamiento”, escribió.

“Las inmunoterapias, que actúan a nivel molecular, pueden ser especialmente peligrosas. Un efecto puede poner en peligro la vida y exigir una intervención drástica, que a su vez provoca otro efecto que pone en peligro la vida, que exige una nueva intervención, y el cuerpo agredido se debilita cada vez más”, añadió.

Siri Hustvedt y Paul Auster se conocieron en 1981, saliendo de una lectura de poesía. Se casaron un año después. “Paul ya estaba harto. Pero nunca, ni con palabras ni con gestos, dio muestras de autocompasión. Su valor estoico y su humor hasta el final de su vida me sirven de ejemplo. Dijo varias veces que le gustaría morir contando un chiste. Le dije que era poco probable, y sonrió”.

Más adelante, la escritora ofrece noticias sobre el último rapto creativo de su paraje, lo que es/será su última obra: “Mi marido no tenía un ordenador. Escribió a mano, y escribió sus manuscritos en una máquina de escribir Olympia. En los últimos días de su vida, él estaba escribiendo cartas a nuestro nieto, Miles. Su pequeña escritura se tambaleaba como resultado de un temblor causado por el tratamiento, pero rayó esas letras hasta que agotó todas sus fuerzas. Nuestra asistente y querida amiga, Jen Dougherty, descifró los escritos que yo había fotografiado, y luego los trascribió. Él quería que fuera su último libro. En un suspiro de determinación, se las arregló para terminar una carta y redondear su texto, pero no es largo el manuscrito. Con esa carta, su vida escrita terminó”, contó Hustvedt.

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