Reynier Leyva Novo en el Pico Turquino

A 72 horas de los sucesos del 27 de enero de 2021 pensé que tendría un criterio diferente al que tenía ese mismo día al calor de la indignación. Pero no. Siento la misma pena por los funcionarios cubanos que ostentan el poder desde el Ministerio de Cultura y por todo aquel que ha justificado la violencia, de cualquier parte que venga. Ese día, a dos meses del 27 de noviembre y en la víspera del aniversario 168 natalicio de José Martí, hicimos un homenaje donde leímos una declaración del 27N reafirmando nuestras demandas y sembramos una siempreviva al pie de un pequeño busto del apóstol en la calle 21 esquina 2. De ahí, un grupo no mayor de veinte nos fuimos a las afueras del Ministerio de Cultura a exigir, pacíficamente y con las medidas sanitarias necesarias, la liberación de varias artistas y periodistas que habían sido detenidas en horas de la mañana.

A las 12 del día habría una reunión relámpago que Fernando Rojas, viceministro de Cultura, había concertado vía telefónica la noche anterior con Solveig Font, una de nuestras voceras. En sus varios intentos, la primera y única respuesta del viceministro Rojas fue invitarnos a pasar a dialogar adentro del Ministerio con la condición de que entráramos sin nuestros teléfonos celulares. Nuestra respuesta fue firme. No entraríamos a dialogar hasta que no fueran liberadas las personas que estaban detenidas o imposibilitadas de salir de sus casas por la policía. No entraríamos hasta que no retiraran el cerco armado que teníamos alrededor y no dejaríamos nuestros celulares, la única arma que poseíamos. Ya sabemos bien cuáles son las consecuencias y prejuicios que puede traer un encuentro de este tipo sin una mínima documentación de los hechos. Yo estaba con mi cámara documentando la lectura colectiva del poema “Dos patrias” de Martí, la acción colectiva que realizamos durante la espera, y todo cuanto acontecía.

De momento comenzaron a salir del Ministerio, en formación en V, el ministro de Cultura junto a sus viceministros y otros funcionarios. Finalmente Alpidio Alonso va a dar la cara, me dije mientras tomé distancia para tener un plano general y conciliador de la escena. Una imagen en la que un grupo de personas de avanzada edad y otro grupo de jóvenes se juntarían en una misma edad: la Cuba de Hoy. Me pareció por un instante el momento que todos esperábamos. Todos aquellos funcionarios poniendo el cuerpo y haciendo las pases finalmente con los jóvenes que vienen a ser escuchados. En eso vino el zarpazo del Ministro. Con rabia le arrebató el teléfono a Mauricio, joven periodista de 24 años. Rompió el instante en que su mano pudo haber servido para algo más que para agredir. Con la misma inercia que le habían proyectado los doce escalones de mármol del Ministerio, se fue encima de todos. Mi mente no daba crédito a mucho de lo que mis ojos estaban viendo y mis oídos escuchando. Me quede paralizado. Cómo es posible una actitud semejante en manos de un ministro de Cultura.

Comenzaron los gritos de auxilio mientras iban y venían empujones de todos lados. Ya no eran sólo los funcionarios, sino militares y agentes de civil, vestidos de pueblo, caídos como relámpagos a plena luz del día, los que con violencia nos arrollaban. Una guagua azul de trabajadores era el depósito al que debíamos entrar, a la fuerza y a toda costa. Muchos se resistieron. La furia de los agentes eufóricos cayó sobre ellos dejando marcas visibles en sus cuerpos y ropas. Entre ofensas, gritos, maltratos, golpes y cánticos de “Viva Fidel” nos iban embutiendo en la guagua azul. Cuando logré pasar el umbral de la guagua, recibí por la espalda un fuerte golpe en la cabeza que lanzó mi sombrero a unos metros. Volteé a ver, había varios hombres que peinaban canas, rabiosos, gritando en gesto desafiante, y ofendiendo toda virtud humana.

El grito de espanto y furia de las mujeres maltratadas todavía me retumba en la mente. No podré olvidar a Celia gritando a medio estrangular y a Camila resistiéndose a que le quitaran su teléfono mientras dos mujeres corpulentas la abusaban y exprimían con odio. Muchos de los agentes militares o civiles reían o miraban con indiferencia lo que sucedía. A toda velocidad y sin semáforos mediante, todos custodiados, la guagua nos llevó a la estación de policía de Infanta y Manglar. Pasaron cinco largas horas allí. Esa tarde nuestros ojos se miraron diferente. Bien pudiera decir Martí: manifestarse hermana mujeres y hombres. Cuando me llamaron a declarar, Yo no estaba allí. Sólo estaba mi cuerpo. Desde ese día mi mente libre sigue plantada frente al Ministerio pidiendo la dimisión del ministro.

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Reynier Leyva Novo (La Habana, 1983). Artista visual. Su obra propone una manera muy personal de enfrentar la Historia. Ya sea desde los predios del video, la fotografía, el instalacionismo o la producción objetual, su mirada rompe la verticalidad de los discursos totalizantes. Ha participado en numerosas muestras y eventos esenciales dentro del circuito del arte contemporáneo, entre ellos las bienales de Venecia, La Habana, Montevideo y Shanghai. Asimismo, su obra ha sido expuesta en instituciones como el Cranbrook Art Museum, Kadist Art Foundation, Spiral Cultural Center, Pérez Art Museum Miami (PAMM), Walker Art Center, etc.

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