Minutos antes de entrar a la sala donde sería juzgado, en el Tribunal Provincial Popular de San José de las Lajas, provincia Mayabeque, el músico y poeta cubano Abel González Lescay (Bejucal, 1998) se encuentra en un remedo de parque frente a la institución judicativa. El Tribunal y el parque lindan con la Carretera Central, que corta San José por la mitad.
Levanta su teléfono y se hace una selfie. Detrás, una construcción de dos niveles, azulosa, con dos agentes frente a la puerta, tiene precintas en forma de equis sobre los vidrios de las ventanas. Esas equis se ponen por miedo a los vientos huracanados. Se ponen por miedo a que esos remolinos vengan y lo destruyan todo. Delante, Abel Lescay mira a la cámara como un muchacho terrible; como un ejército dispuesto para la batalla.
—Si vuelves a hacer una foto te quito el móvil –le dice un agente de la Seguridad del Estado, “gordito y bajito”, vestido con un pulóver azul.
—¿Me vas a quitar el teléfono? Está bien, no voy a hacer más fotos.
“Te das cuenta de que son de la Seguridad del Estado de aquí a Hong Kong. Le dije eso porque ya había hecho la foto que quería”, me cuenta Abel Lescay a través de una llamada telefónica. Esa primera amenaza no fue suficiente. Se acercó otro agente, “grande, gordo, con un pulóver blanco y sucio”. Se acercó mucho y le dijo:
—Mira, yo no te voy a amenazar ni na’, pero si me vuelves a hacer una fotico… ¡Dios te libre! ¡Dios te libre de volverme a hacer una fotico!
Al instante, Abel Lescay publicó en su perfil de Facebook: “Dice uno de civil que si vuelvo a tirar una foto en la calle me va a quitar el celular. Dice otro que Dios me libre de tirar otra foto. Con sus caras de perros rabiosos. Aquí no hay miedo cabrones”.
Este miércoles 26 de enero, Abel Lescay salió de su casa en Bejucal, vestido con un pulóver morado y un pantalón beige, junto a sus padres, Isel María Lescay Oliva y Ernesto González Silva, alrededor de las 7:30 a.m. Iban en “un carro prestado”. Los acompañó Hiram Cartaya, un amigo de la familia. Estaban frente al Tribunal una hora después. La primera sesión del juicio era a las 8:00 a.m., pero comenzó casi a mediodía.
Durante esas casi tres horas de espera, Abel Lescay, sus padres, los otros cinco acusados y sus familiares, fueron ubicados en un patio colindante con el Tribunal.
Ya dentro, él se pone un abrigo gris. Escucha al rapero David D’Omni en sus audífonos. Escribe en la sección de noticias de Facebook: “Escuchar la música de David D’Omni siempre me ha dado fuerza. En el verde [Servicio Militar Activo] me escondía pa’ escuchar “Causa de guerra”. Ahora, antes de entrar al juicio, recuerdo la pequeñez del hombre, la inmensidad del universo, lo atados que estamos a nuestro destino. Todo está bien. Todo está rico. Voy a entrar”.
En “Causa de guerra”, David D’Omni dice: “Yo no soy cubano ni americano, mi raza es la humanidad y nadie en la Tierra me puede hacer pensar lo contrario. El patriotismo no debería desarrollar guerras. ¿Qué valor tiene el patriotismo que destruye la vida?”

Abel Lescay recuerda que, al rato, vino el agente “grande, gordo, con un pulóver blanco y sucio”, y se paró delante de él “con tremenda mala cara”. El desafío duró varios minutos hasta que le dijo: “¡Ven acá!”. Él no quería ir, pero su padre lo redujo a la comprensión, y lo acompañó. También fue su madre. Salieron del patio, se pararon en medio de la calle y esperaron que viniera otro agente de la Seguridad del Estado.
—Ya publicaste la foto. Ya esa foto está dando vueltas. Vamos a intentar que todo esto suceda tranquilo. Vamos a intentar que no pase nada. No publiques más nada –le dijo con muy mala cara.
A Abel Lescay le llamó la atención que este dijera:
—Nosotros vimos allá adentro –señaló hacia el Tribunal– que la publicación ya está circulando.
“Las personas de la Seguridad del Estado están trabajando dentro del Tribunal. El Tribunal no puede estar lleno de personas de la Seguridad del Estado. Eso no tiene sentido. Eso demuestra que el Tribunal que nos está juzgando es el mismo lugar donde hay un grupo grande de agentes de la Seguridad del Estado”, dice ahora Abel Lescay. “Ellos se dieron cuenta de que no podían meterme mucho miedo. Lo que hicieron fue demostrar el miedo que ellos tienen”.
Desde que llegaron al Tribunal “la calle estaba llena de boinas negras [brigadas especiales del Ministerio del Interior]”. También “había muchos policías frente al Tribunal, alrededor de treinta”. A varios de estos últimos Abel Lescay ya los conocía, entre ellos estaba el “mayor Ibrahim”.
Ibrahim fue el oficial más implicado tras su detención el pasado 12 de julio. Ibrahim fue el que vio cuando le dieron tonfazos. Ibrahim fue el que, luego de seis días, lo sacó de la prisión y lo llevó hasta su casa. Ibrahim es el oficial que lo ha entrevistado una y otra vez.
El 12 de julio de 2021 Abel Lescay se despertó sobresaltado, de manera premonitoria, en mitad de la madrugada. A las 6:00 a.m., una patrulla parqueaba frente a su casa.
Un día antes, cientos de personas salieron a las calles de Bejucal, un pueblo que está muy cerca de San Antonio de los Baños (donde comenzaron las protestas del 11-J) para exigir cambios estructurales en el país.
En ese maremágnum se encontraba Abel Lescay: “Cuando salimos vimos a un bulto de socios míos. Estaba gritando todo el mundo. salí para allá y nos pusimos a gritar. Gritamos un bulto de consignas. A mí se me aguaron los ojos un bulto de veces de la bomba que tenían las consignas y de lo linda que era la gente que estaba ahí. Era algo muy emocionante”.
De la patrulla salió el policía (con número de identificación 31033) y sin permiso entró en su casa. A la fuerza llegó hasta su cuarto. Abel Lescay estaba completamente desnudo.
—Dale que te vas –dijo el oficial.
—¿Dónde está la orden de arresto? Esto es allanamiento. ¿Dónde está la orden para que puedas entrar a mi casa? Tú no puedes entrar a mi casa.
—Dale que te vas.
—No, no me voy.
—Dale, vístete que te voy a llevar.
—Hasta que no me enseñes la orden de arresto yo no me voy para ningún lado.
El policía lo cogió por el pelo, le puso las esposas y lo bajó por la escalera. Lo sacó de su casa, así, desnudo, y lo montó en la patrulla junto a otra persona que habían recogido antes. Esa persona se llama Ángel Miguel Martín Caro y le dicen el Bolo.
La mañana del 12 de julio, en el trayecto entre Bejucal y San José de las Lajas, Abel Lescay defecó sobre el asiento de la patrulla. Por el miedo, por el susto, por el no sé qué. Lo llevaron hasta un lugar conocido como El Técnico: “una estación de policía con un calabozo preparado para que te sientas mal y hables”.
El propio policía (nuestro 31033) lo sacó de la patrulla, lo metió por un pasillo y delante de todos los oficiales que estaban allí le empezó a dar con la tonfa por las nalgas, “durísimo”, al ritmo de un grito: “¡Vamos, camina!”. El mayor Ibrahim lo vio todo, y asintió.
En El Técnico estuvo junto al Bolo en una celda de tres por tres metros, sin ninguna entrada de luz. Luego, mediante un test de antígeno rápido, se supo que estaba enfermo de coronavirus. Por eso lo trasladaron, ese mismo día, hacia un “centro de aislamiento”. En un yipi, pasadas las once de la noche, fue recibido en la denominada “prisión del sida” por un tal Cruzata, jefe del reclusorio.
Cuenta Abel Lescay que al tercer día de arresto en la “prisión del sida”, Cruzata llegó hasta su celda y le gritó:
—¡Te voy a entrar a golpes! ¡Yo no le tengo miedo al coronavirus! ¡Tú eres míooo! ¡Ahora te vas a quedar aquí un bultón! ¡Tú eres míooo! ¡Tú vas a ver cómo te voy a coger! ¡Si voy pa’ dentro te voy a despingar to’!
Al séptimo día, el 18 de julio, el mayor Ibrahim lo metió en un carro y lo llevó hasta la puerta de su casa. Lo soltaron sin fianza y le dijeron que estaba en “prisión domiciliaria”. De esa semana ennegrecida Abel Lescay sacó algo en claro: “Si algo nosotros tenemos es bomba. No como esa gente, que son unos animales muertos”.

Luego de tres meses de incertidumbre, el pasado 20 de octubre, miércoles, Isel María Lescay Oliva tuvo una cita en el Tribunal de San José de las Lajas. Fue recibida por la abogada Aleisi Martínez Blanco. La defensora notificó que la petición fiscal contra su hijo prevé una sanción conjunta de siete años de prisión.
Dicha petición, como parte del Expediente de Fase Preparatoria (EFP) no. 380/21, al que Rialta tuvo acceso, enumera varios delitos que se le imputan a Abel Lescay por su participación en la protesta acaecida en Bejucal (al unísono con al menos otro centenar en todo el territorio nacional, según contabilizó Proyecto Inventario).
“Tres Años de Privación de Libertad por el Delito de Desórdenes Públicos. Tres Años de Privación de Libertad por el Delito de Desacato agravado de carácter continuado. Un Año y Seis Meses de Privación de Libertad por el delito de Desacato a la figura básica de carácter continuado y como sanción conjunta y única la de Siete Años de Privación de Libertad”, se especifica en el EFP.
El citado documento, a cargo del instructor Danielky Guzmán Jorge, caracteriza a Abel Lescay como una persona “que se pronuncia en contra del proceso revolucionario”; reconoce que no posee antecedentes penales consignados y que pertenece a la Asociación Hermanos Saíz, una institución oficial que agrupa una parte de los creadores emergentes en la isla.
Aunque le dijeron que estaba en “prisión domiciliaria”, hasta el día de hoy el bejucaleño ha podido desplazarse sin demasiada preocupación. “Ellos nunca han averiguado si estoy cumpliendo o no la sanción”, asegura a Rialta Noticias el joven músico. “Debería firmar un papel todas las semanas en la Policía, pero ningún oficial me lo ha dicho, nadie me ha exigido ese papel. Es como si ellos no se acordaran de que estoy ahí preso. Salgo de la casa y no tengo problemas. Firmé un documento el último día que estuve en la cárcel. Una semana después un policía fue a mi casa y me hizo firmar un papel que decía que estaba en prisión domiciliaria. Después de eso más nunca he tenido que firmar nada”.
El 16 de noviembre último, la abogada defensora Aleisi Martínez Blanco entregó al Tribunal Provincial de Mayabeque sus conclusiones provisionales. Desde entonces varias fechas fueron pospuestas. El 28 de noviembre Abel Lescay anunció en sus redes sociales que su juicio se efectuaría los días 5 y 6 de diciembre. El día 3 de ese mes informó que se había corrido para el martes 7 y el miércoles 8. Por último, el día 6 anunció que su juicio se había diferido para 2022.
A inicios de año, el 19 de enero, publicó: “Uno de mis compañeros de causa me dice que su juicio será el 26 de enero. Ese juicio debería ser el mismo que el mío. A mí aún no me notifican nada. Temo que me quieran sorprender”.
Por fin, Abel Lescay compareció a la primera sesión este miércoles 26 de enero, 11:00 a.m. Sólo podían acceder dos familiares a la sala. Entraron sus padres. Antes fueron cacheados y obligados a dejar fuera los teléfonos celulares, y todo cuanto tuvieran en los bolsillos. Primero entraron los seis acusados; los sentaron en dos hileras de bancos. Dos por banco. Uno en cada extremo. Todos forman parte de un mismo expediente. Hubieran sido siete acusados si Jorge Luis Reinoso Barrios no hubiera demostrado que padecía COVID-19. Los familiares se sentaron en el fondo.
Sólo uno de los imputados no entró junto al resto: el Bolo. Lo trajeron directamente desde la prisión. Tenía esposadas las manos y las piernas. Está preso desde el 12 de julio.
Al Bolo le piden una pena conjunta de 12 años; a Raúl Xavier Díaz Pérez, de cinco años; a Omar Valenciano Donatien, de seis años; a Alain Yamil Sánchez Baluja; de siete años, y a Liván Viel de la Peña, también de siete años.
Estaban presentes dos fiscales, cinco jueces y dos abogados. La abogada de Abel Lescay, Aleisi Martínez, “una mujer imponente”, también representa al Bolo, Raúl Xavier, Alain Yamil y Liván Viel. El otro letrado defiende a Omar Valenciano. De espalda a los acusados, hierática, escribía la secretaria.
Abel Lescay no conoce los nombres de los jueces: “No los dijeron nunca”.
Le indicaron que se pusiera de pie. Una jueza, con fama de “la peor de San José”, le preguntó edad, ocupación, estado civil…, y le preguntó si quería declarar. Abel Lescay dijo que sí. Conjetura que la jueza no se “puso fula” porque el juicio se estaba filmando. Cree que no estuvo parcializada. Sólo en algunos momentos pudo percibir algún atisbo de incomprensión.
—Soy estudiante. Soy artista. Tengo varios premios. No me manifesté en contra del Gobierno, sino a favor de un cambio positivo –dijo.
Abel Lescay estudia Composición Musical en la Universidad de las Artes de Cuba (ISA). Antes de entrar al Tribunal, vio allí al vicerrector Michel Cruz Gómez, encargado del Desarrollo Cultural y el Trabajo Educativo. Presumiblemente, fue convocado. De hecho, el rector de ese centro de altos estudios, Lic. José Ernesto Nováez Guerrero, firmó una carta en su favor. De la misma manera, el jefe de cátedra de Composición, Juan Piñera, la AHS y la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) aportaron respectivas cartas conciliatorias.
Terminadas las declaraciones, entraron los testigos de la Fiscalía: tres militares y tres civiles. La primera vista terminó a las 2:45 p.m. Para Abel Lescay esas casi cuatro horas de comparecencias fueron “bastante aburridas”. Al salir publicó en Facebook: “Hace un rato terminó el juicio. Estuvimos seis acusados. A mi entender, no se demostró ningún delito grave, más que la ofensa de un policía de mi parte, algunas piedras aisladas a la farmacia, y la agitación de unas banderitas. Creo que se demostró que somos personas de buena conducta social, varios estudiamos y no tenemos antecedentes penales”.
En un segundo post informó: “Se demostró que yo ofendí a dos policías, que un muchacho agitó unas banderas y que unos niños tiraron piedras. También se demostró nuestra buena conducta social, falta de antecedentes penales y que varios somos estudiantes. Mañana continúa el juicio con los testigos de la defensa. Ya veremos. Hasta ahora creo que no se ha demostrado nada grave. Ya veremos si el juicio es en serio”.
El segundo día del juicio, Abel Lescay –pantalón y abrigo azules–, sus padres y dos testigos llegaron al Tribunal luego de caminar casi tres kilómetros. El carro en que viajaban tuvo un desperfecto técnico. Estuvieron en la entrada del órgano judicial a las 9:00 a.m.; esperaban por ellos. La vista inició media hora después.
Los dos testigos que viajaron desde Bejucal son la presidenta del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), y un amigo de la familia, Hiram Cartaya. El tercero fue Juan Piñera, profesor de Abel Lescay en el ISA. Por su parte, la Fiscalía presentó cuatro testigos.
Dentro de la sala, en los bancos que no ocuparon los acusados, ni los familiares, ni los testigos, se sentaron policías. Dos policías por banco. El padre de Abel Lescay, Ernesto González, contó nueve policías vestidos de uniforme y otro vestido de civil. “Sabemos que es policía porque ayer, cuando me advirtieron que no hiciera más fotos, él vino con los otros agentes”, recuerda Abel Lescay.

Algo significativo de la vista de este jueves 27 de enero fue que la fiscal cambió su petición para Raúl Xavier (apenas 17 años de edad): “de cinco años de privación de libertad a cinco años de limitación de libertad”. Está previsto que la sentencia se haga pública el 24 de febrero próximo. Desde ese momento los acusados tendrán diez días hábiles para apelar.
En estos momentos, Abel Lescay toca en la banda de rock Vieja Escuela y tiene un canal en Telegram que se llama leSky (@cantosdegrillos). A manera de frontispicio, en ese espacio virtual se describe así: “Busco vibraciones que pongan a nuestra sociedad a florecer. Estudié piano desde muy niño y ahora compongo músicas de todo tipo, trabajo con varios instrumentos y varios conceptos artísticos”.
También dice que hace poesía, hecho que siempre lo conecta con “energías mágicas”. Ha sido performer y fundó el grupo de “rock orgánico” Reflejo de la Piedra en el Agua.
Ahora, dice: “Un poco más solo, aunque con el apoyo de muchas energías humanas y divinas, quiero hacer llegar mis experiencias a todos los que sienten que algo está cambiando en nosotros, y que las leyes de la realidad se han alejado, dejándonos libres en un sueño”.
El 19 de enero se estrenó en leSky y en (@reflejeate) el disco Al pie del árbol, grabado por Reflejo de la Piedra en el Agua a finales de 2020 en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes. El décimo tema del disco se llama “Sentir distópico” y advierte:
Este delirio es un pesar tan alto / como estar diciendo esto / busco en la lágrima del tiempo / que es la lágrima del pez / que es la lágrima del pez / ya muerto. / Por qué mejor no usar tu cuerpo / cadáver germinativo / para salvar bajo tus pies / en vez de andar jugando / en vez de andar jugando / al vivo.
Frente a estos juicios nos sentimos muertos: muertos en la fiesta de los vivos.
Mientras escribo esto escucho la última canción. Esa que dice “al poniente”: al poniente van los niños.
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