Lamentan dentro y fuera de Cuba el fallecimiento de Eduardo Heras León, narrador, editor y maestro literario de varias generaciones

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Eduardo Heras León (1940-2023) (FOTO http://www.ministeriodecultura.gob.cu)
Eduardo Heras León (1940-2023) (FOTO http://www.ministeriodecultura.gob.cu)

La muerte del escritor Eduardo Heras León (1940-2023) fue lamentada este jueves, dentro y fuera de Cuba, por un amplio arco de lectores y colegas que incluye varias generaciones de alumnos de su reputado taller literario en La Habana, autores abiertamente críticos del régimen cubano y, asimismo, la plana mayor de la oficialidad política y cultural en la isla.

El “Chino” Heras falleció a los 82 años la noche de este miércoles, y en las horas siguientes ha recibido elogios en tanto una de las voces narrativas más importantes de su generación en el país caribeño, especialmente en el género cuento; en tanto crítico de ballet y editor literario; en tanto profesor de técnicas narrativas lo mismo en televisión nacional –junto a Francisco López Sacha– que en el Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”, que fundó en el año 1998.

Tampoco han faltado los testimonios de su bonhomía y afabilidad, en un ámbito literario insular a menudo sembrado de minas.

El escritor cubano Amir Valle, exiliado en Alemania, recordó a Heras como un “amoroso padre, amigo fiel, mentor literario, maestro recio, cómplice de sueños…”. Y dejó una convicción: “sé que cientos de escritores cubanos pueden decir lo mismo”.

Valle rememoró también el grupo que integró en los años noventa, junto a Ángel Santiesteban, Alberto Garrido y Guillermo Vidal, alrededor de Heras León y “el magisterio de sus cuentos de la violencia humana”.  “No quiero hablar ahora de los desacuerdos ideológicos que nos alejaron”, dijo a continuación, “porque son muchísimos más los momentos y recuerdos de nuestra hermandad humana y literaria, y porque incluso en esa lejanía sé que me quería como a un hijo, y todos saben que, sin dejar de decirle lo que pensaba, yo lo quise como un padre. Pues eso es lo que pierdo con su muerte: un padre, literario, intelectual, humano”.

“Heras me hizo comprender que la vida era la LITERATURA”, escribió en Facebook el propio Ángel Santiesteban. “Por eso decía que «la literatura primero y, desde la literatura todo», y no quiso acompañarme en esa necesidad de ciudadano de querer elevar la voz contra la dictadura, porque decía que desde la creación se hacía mejor, y me dijo que lo había traicionado e hizo distancia”.

“Perdona Maestro si no fui mejor y si dejé de merecerte”, añadió Santiesteban. “Abrazos en la eternidad. Allá intentaré explicarte mejor y que me comprendas”.

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También el escritor y periodista cubano Camilo Venegas, asentado en República Dominicana, rememoró los días de su amistad con Heras León, a quien hubo de sustituir como director del Fondo Editorial de Casa de las Américas. “A partir de ese momento no di un paso en aquel lugar sin antes consultárselo. Sus consejos me hicieron madurar como a un aguacate envuelto en un nylon negro, a la cañona. Por aquella época se leía todo lo que yo escribía, me solía devolver las Gaceta de Cuba llenas de señalamientos”, contó en redes sociales.

“Tú no te has ido, Maestro. Nunca te irás, Chino”, se lee este jueves en la página en Facebook del Centro Onelio, donde se han formado durante un cuarto de siglo decenas de jóvenes cubanos con ambiciones literarias. “Sigues en nosotros con tu sonrisa pícara, tus dotes para educar, tu habilidad para formar, como bien decías, «mejores personas». Profe Heras, son muchos los que hoy te despiden, muchos de tus hijos se levantan a todo lo largo de esta Isla y te dicen: GRACIAS. Pero en realidad no te vas. Te quedas junto a nosotros en la entrega incondicional, en la valentía de vivir a tu manera, honesta y auténtica, y tener el valor de decirlo. Gracias por darnos tanto. Gracias por enseñarnos a compartir. Por eso hoy todas nuestras obras son tuyas. Tú no te irás mientras quede uno de nosotros. Tú no te irás. No te has ido, Maestro”.

Igualmente, se despidieron públicamente escritores e intelectuales como como Ahmel Echevarría, Dazra Novak, Rafael Vilches, Ghabriel Pérez, Liudmila QuincosesIdiel García Romero, Juan Antonio García o Rafael Grillo. Algunos de ellos enviaron condolencias a la viuda de Heras León, la uruguaya Ivonne Galeano, también una de las grandes animadoras del Centro Onelio.

La joven escritora Elaine Vilar Madruga fue una de las primeras en reaccionar en redes a la noticia de la muerte del autor de emblemáticos volúmenes de relatos como La guerra tuvo seis nombres (Premio David UNEAC, 1968) y Los pasos en la hierba (Mención única, Premio Casa de las Américas, 1970): “Mi Maestro Eduardo Heras León, el Chino querido, el amor de Ivonne, el padre de tantos y tantos escritores se acaba de ir a sembrar el acero de nuevas historias en otro mundo mejor”, escribió en la madrugada de este jueves. “Yo no tengo palabras. Yo no puedo dormir. Solo pienso en mi Ivonne querida”.

“El Chino era un maestro como pocos. Sufrió la censura y el ostracismo en carne propia por su libro La guerra tuvo seis nombres, particularmente por la crudeza del realismo de Los pasos en la hierba”, manifestó a su vez el escritor Asley L. Marmol en su perfil de Facebook. “No existe narrador cubano que vivió en Cuba durante esos años que no haya sido de una manera u otra marcado por la personalidad amistosa y gracia personal del Chino Heras. Que su alma descanse en paz. Fue un amigo fiel de las generaciones que le siguieron los pasos. Pongamos las diferencias políticas a un lado para hoy honrar al hombre, al escritor y al amigo”.

Por parte de la institucionalidad cubana reaccionaron el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, quien lo consideró “un imprescindible”; algo que repitió en tuit aparte el mandatario cubano, Miguel Díaz-Canel. También deploró la “triste noticia” el canciller isleño, Bruno Rodríguez Parrilla.

Mientras, el extitular de Cultura y actual presidente de Casa de las Américas, Abel Prieto, afirmó que el cuentista habanero “deja una obra narrativa muy honda y un ejemplo de generosidad, entrega y sentido ético”.

“Desde la @CasAmericas lamentamos la partida de Eduardo Heras León. En 1970 obtuvo mención del Premio Casa con Los pasos en la hierba. Años después asumió la dirección de nuestro Fondo Editorial. A su excelente obra sumó un inclaudicable compromiso con los más jóvenes”, resumió la conocida institución cultural con sede en La Habana.

En tanto, la cuenta oficial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) dedicó este mensaje al narrador de Acero (Letras Cubanas, 1977), Cuestión de principio (Premio UNEAC, 1983, y Premio Nacional de la Crítica, 1986) o Dolce vita (Ediciones Unión, 2013): “La cultura cubana despide a Eduardo Heras León, Premio Nacional de Literatura y de Edición, una de las voces narrativas imprescindibles del panorama literario. Desde la #UNEAC, lamentamos el fallecimiento del también periodista y crítico de arte, quien nos lega su profunda obra”.

Heras León recibió, en efecto, dos de los más importantes galardones que se conceden en Cuba a la obra intelectual de toda una vida. Varias décadas antes había sufrido la censura burocrática por dar cabida en sus relatos a “desviaciones ideológicas”; parametrado durante el llamado “Quinquenio Gris”, fue obligado a abandonar sus estudios y enviado a purgar su falta –como forjador y hornero, en vez de estudiante de Periodismo– en una fábrica siderúrgica, Antillana de Acero; una experiencia que definiría tema y fondo de su siguiente volumen de cuentos.

Sobre Los pasos en la hierba –“aquel libro golpeado, humillado, vilipendiado, calificado de contrarrevolucionario por los burócratas de la cultura”–, Eduardo Heras León dijo en su discurso de aceptación del Premio Nacional de Literatura: “quedará (ya lo he dicho en alguna ocasión) como un recordatorio para los que pretendieron ahogar bajo papeles y directivas, la pujante vida de sus personajes, los complejos conflictos humanos de esos seres sudorosos y solidarios que sufren y temen, caen y se levantan, pero combaten y vencen. Nosotros fuimos esos hombres; nosotros somos (y quiero repetirlo aquí), la generación de la lealtad a los principios y a los ideales”.

Parece también haber en esas palabras un retrato de sí mismo que justifica (o bien solo revela en su complejidad) el testimonio coral de afectos cruzados que hemos leído en el día de su muerte.

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