Se presentó en España la obra teatral ‘Granma. Metales de Cuba’

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Puesta en escena de la obra teatral ‘Granma. Metales de Cuba’

Granma. Metales de Cuba, obra de teatro documental estrenada en 2019 y dirigida por Stefan Kaegi, uno de los tres directores –junto a Heldgard Haug y Daniel Wetzel– del colectivo alemán Rimini Protokoll, se presentó el pasado 31 de octubre en el Gran Teatro Falla, como parte de la 35ta edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT).

Desde el 23 de octubre hasta el próximo 8 de noviembre, el FIT ha programado, como se informa en el sitio web del encuentro, “veintiséis propuestas artísticas que incluyen seis online, una instalación y diecinueve piezas presenciales que habitan la ciudad en seis espacios escénicos y a través de recorridos”, obras cuyas narrativas “hablan de cuerpos ausentes o invisibilizados, de voces silenciadas; de un mundo en transformación, en movimiento, con un sentimiento de “otredad” en su seno; de un mundo que se derrumba, con la ceguera como metáfora de la incertidumbre que provocan esos binomios a los que nos enfrentamos: realidad-ficción, memoria-desmemoria, presencia-no presencia, vida-muerte”.

Pensada como “un gran tapiz que entreteje temáticas invisibles”, esta 35ta edición del festival gaditano propone “una reflexión conjunta con artistas, colegas de otros festivales, instituciones y un gran equipo de profesionales, con el objetivo de readaptar y crear propuestas que posibiliten el encuentro entre creadores y público hoy”. Además, intenta “mantener la identidad del Festival y su vínculo con Iberoamérica, esa construcción cultural y política que somos y que se enriquece al mismo tiempo de lo que compartimos y de las diferentes realidades que vivimos”.

Como parte de este “tapiz” se presentó Granma. Metales de Cuba, en calidad de estreno absoluto en España. Stefan Kaegi, uno de los directores más reconocidos dentro del teatro documental contemporáneo, visitó Cuba en 2016. Ese año hubo grandes cambios en el tejido socioeconómico de la isla: un año de supuestas “aperturas” que desembocó, poco después, en la visita del expresidente estadounidense Barack Obama.

En medio de esta vorágine (disipada más rápido de lo que cualquiera podría imaginar) el director suizo-alemán comenzó una investigación, junto a varios creadores cubanos, en torno a la memoria (semisilenciada) cubana de los últimos sesenta años (y desde antes). Lo acompañaron, además de otros colaboradores, la teatróloga y dramaturgista cubana Yohayna Hernández –que trabajó junto al también dramaturgista Aljoscha Begrich–, la teatróloga y cineasta Marta María Borrás y el dramaturgo Ricardo Sarmiento.

La investigación fue financiada por la Fundación Cultural Federal Alemana y el Swiss Arts Council Pro Helvetia. Además, tuvo la colaboración del Goethe Institut y fue auspiciada por la Residencia Documenta Sur, con el acompañamiento del Laboratorio Escénico de Experimentación Social (LEES). Como parte del Laboratorio colaboraron Maité Hernández-Lorenzo, Dianelis Diéguez, Karina Pino Gallardo, José Ramón Hernández Suárez, Taimí Diéguez Mallo y Miriam E. González Abad.

A partir del rastreo de agenciamientos colectivos de enunciación que tradicionalmente han sido poco visibilizados en Cuba, los investigadores entrevistaron a más de cincuenta expertos de vida, nietos de aquellos que creyeron en la naciente Revolución cubana; aquellos que fundaron un nuevo imaginario y que, varias décadas después, lo vieron desplomarse.

Los nietos de los “hijos de la Revolución”, los “nietos del desplome” (así pudiéramos llamarlos aquí) que terminaron formando parte en la devolución escénica de Granma. Metales de Cuba fueron cuatro: Milagro Álvarez Leliebre (historiadora), Daniel Cruces Pérez (escritor y traductor), Diana Sainz Mena (música) y Christian Paneque Moreda (programador de software).

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La abuela de Milagro fue costurera y revolucionaria. Revolucionaria convencida. (Convenida, pudiera ser.) El abuelo de Daniel fue Faustino Pérez Hernández, comandante del Ejército Rebelde, integrante de la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio y, al triunfo de la Revolución, Ministro de Recuperación de Bienes Malversados por el gobierno depuesto de Fulgencio Batista. (Posteriormente Faustino Pérez fue “apartado” y le encomendaron dirigir, en un primer momento, el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos y luego, casi expulsado, dirigió la Empresa Agroforestal Victoria de Girón, en la Ciénaga de Zapata, donde falleció.) El abuelo de Diana fue músico en la Orquesta Maravillas de Florida y el abuelo de Christian fue militar y estuvo en la guerra de Angola.

El propio Stefan Kaegi lo describe de la siguiente manera: “Cuba siempre ha sido un espacio de proyección para los utópicos y sus críticos. En el año sesenta de la Revolución (2019) cuatro jóvenes cubanos buscan huellas de la historia: Faustino Pérez se convirtió en el primer ministro de nacionalización de la propiedad después de la Revolución. Su nieto Daniel todavía tiene un catálogo de una subasta en la que se vendieron pasadores confiscados y villas junto al mar. Junto a él en el escenario: Christian, programador de software de veinticuatro años, que persigue el recorrido de su abuelo hasta la guerra civil angoleña, y Milagro, estudiante de Historia, que trata de entender por qué la Revolución que le permitió estudiar apenas le permitirá ganar dinero una vez que se convierta en profesora”. Ellos, “junto a la música Diana, de treintaiún años, cuyo abuelo fue uno de los miembros de la Orquesta Maravillas de Florida, emprenden un viaje en el que cuentan la historia de sus familias a lo largo de varias generaciones.”

En Granma. Metales de Cuba se organiza la memoria (huella-estrato-resto) cubana como una sucesión y una acumulación de documentos que –quiéranlo o no– subvierten la gramática hegemónica y construyen una Historia paralela. Una Historia contingente. Una Historia desfamiliarizada. Documentos que construyen la historia de su propio esfuerzo por imponerse como discurso, poder y deseo.

Más allá de una descripción formal, Granma… sugiere una desencarnación de la identidad nacional impuesta por más de seis décadas. Hoy, cuatro nietos de aquellas personas fundantes muestran otras identidades, esta vez quebradas, a través de una contemplación extrañada de sus propios archivos personales. Archivos que son, en sí mismos, sintomáticos de la generalidad de la cual proceden, no sólo como memoria histórica, sino como reconfiguración de microrrelatos del presente. Sintomáticos, también, del desplome. Esta vez intersticialmente.

En Granma… se pasa de la Historia como monolito a la Historia como fragmentación; de la Historia como superficie plana a la Historia como desdoblamiento; de la Historia sin dobleces a lo esquizo; de la Historia rectilínea al zigzag. Y es como si la memoria oficial (des)legitimada muriese, se degradase, se desencarnara en su propio reflejo.

Como si, a su vez, encarnara en otros cuerpos. En otros cuerpos subversivos.

Granma. Metales de Cuba no se ha presentado de manera oficial en la isla. Presumiblemente, teniendo en cuenta el cada vez más coactivo sistema institucional del arte en Cuba, no se presentará. Hace año y medio yo vi el ensayo general de la pieza en la Casa Víctor Hugo de La Habana. Fue una suerte verlo. Ese día pensé en mi abuelo Edgar de manera desautomatizada. Mi abuelo Edgar también fue combatiente. Combatió en el Congo. Fue en avión y vino en barco. Conservo, además de fotos y un mapa de África dibujado en un pañuelo (dibujado y firmado por sus compañeros de pelotón), su chapilla de militar: 54449.

La metáfora mayor de Granma. Metales de Cuba radica en el hecho de que tres de los nietos aprendieron a tocar el trombón durante el proceso de montaje. Tal como sus abuelos, aprendieron en la marcha lo que creían impensable. Sus abuelos aprendieron a hacer una Revolución que a la larga no se sostuvo. Ellos, los nietos, aprendieron que es imposible mantener, pasados unos segundos, la vibración en los labios en la boquilla del instrumento.

Granma: así se llamó el yate en el que llegaron a Cuba, en 1956, procedentes de México, ochenta y dos expedicionarios dirigidos por Fidel Castro. Granma: así se llama un periódico cubano, el órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Granma: así se llama una provincia de Cuba. Granma: así se llama un equipo de béisbol de la provincia del mismo nombre. Gran(d)ma significa abuela en inglés.

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1 comentario

  1. Me sorprende la coincidencia de esta crítica con la de la cadena SER de España, en cuanto al trato superficial hacia la figura de Faustino Pérez, no se si también hacia los otros abuelos de los que trata la obra, y me salta la duda si no será ésta como tal la que encamina a los autores de las críticas en ese sentido. En el artículo de la SER se afirma que Faustino fue vilipendiado y en este que fue apartado y luego expulsado, haciendo mutis de gran parte de su trayectoria, asi como que a solicitud propia dejó su oficina en el Palacio de la Revolución para marchar a su destino final en la Ciénaga de Zapata.
    No sé como puede asegurarse que Faustino fue vilipendiado, apartado y expulsado del proceso revolucionario, cuando después de su muerte y en su memoria le han puesto su nombre al hospital provincial en Matanzas, a la Universidad de Ciencias Médicas de Sancti Spiritus, al hospital de rehabilitación de esa misma provincia, a un policlinico comunitario en Zaza del Medio, y a otro de Buey Arriba en la provincia Granma, a una presa hidráulica en Guantánamo, a una empresa en matanzas de extintores y cilindros de gas, al Centro Nacional de Superaciòn Profesional y capacitación del INRH, se ha develado una estatua suya a la entrada de Cabaiguan, un busto en la Ciénaga de Zapata, y otra estatua en la sede central de Aguas de La Habana, fijándose el día de su natalicio el día del trabajador de servicios comunales.
    Este mismo año en que se conmemoraba su centenario se celebraron actividades a lo largo del país, que concluyeron el propio día de su nacimiento en un acto central ante la estatua de Marti en el museo de la Revolución, presidido por altas autoridades del país.

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