Escritores alemanes evocan la caída del Muro de Berlín

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‘Peeping Into The GDR’, Esteve Eason, 31 de diciembre de 1989

Se cumplen treinta años de aquella noche de 1989 en que los ciudadanos berlineses derribaron el muro que había dividido desde 1961 su ciudad (y, de paso, el continente europeo), y medios de prensa de todo el globo conmemoran la fecha con análisis políticos y socioeconómicos. El diario británico The Guardian ha invitado a cinco autores de ambos lados del muro a que compartan sus vivencias relacionadas con ese derrumbe que cambió la fisonomía de una ciudad y, de paso, la historia del mundo.

El guionista y periodista Maxim Leo, editor del Berliner Zeitung, que en 1989 era un joven residente de Berlín oriental, escribe:

A los alemanes les gustan los aniversarios: dan una forma tan nítida a la historia. En esas ocasiones puedes simplificar un poco las cosas complicadas, limar las contradicciones. La República Democrática Alemana, que repetidamente vuelve a cobrar vida en estas fechas, hace mucho se convirtió en una especie de país-museo. Por estos días casi nadie quiere saber cómo era realmente el estado alemán del Este; en cambio, las mismas historias vuelven a ser contadas una y otra vez, sobre muy valientes activistas de los derechos civiles o muy malvados oficiales de la Stasi. La gente normal muy rara vez aparece en esas historias, y la República Democrática Alemana hace mucho que se ha esclerotizado en una caricatura histórica.

[…]

Yo, por mi parte, siempre me siento mal en aniversarios como este, porque no puedo evitar acordarme de aquel estudiante de Düsseldorf que conocí en mi primera fiesta en Berlín occidental poco después de la caída del muro. Yo había acabado de comprar un librero en Ikea con los cien marcos que me habían dado como dinero de bienvenida. Cuando estaba ensamblando los estantes, me había golpeado accidentalmente el pulgar con el martillo, y tenía la uña ennegrecida y deformada. En la fiesta, el estudiante de Düsseldorf me preguntó qué había ocurrido con mi pulgar. Yo le contesté que, en la RDA, en la escuela te golpeaban el pulgar con un martillo cuando no habías hecho la tarea. Y que, como yo me olvidaba de las tareas con frecuencia, después de diez años mi pulgar estaba más allá de la salvación.

El estudiante me dirigió una mirada llena de sorpresa y lástima. Probablemente me habría creído si le hubiera dicho que en la RDA a los alumnos con malas notas les disparaban a fin de curso.

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Bernhard Schlink, novelista y profesor, es el autor de La lectora, el libro en el que se basó la película homónima de 2008 que protagonizara Kate Winslet. Poco después de la caída del muro dictó un curso de teoría del derecho en la Universidad Humboldt de Berlín oriental, y participó en la redacción de un proyecto de constitución para la República Democrática Alemana que no se llegaría a aplicar. Escribe:

El muro cayó el 9 de noviembre de 1989. Unos días más tarde yo estaba en Berlín; se estaba haciendo historia, y yo quería ser parte de ella.

Los berlineses del Este iban de un lado a otro de Berlín occidental, fácilmente reconocibles por sus automóviles, sus ropas, el modo en que inspeccionaban las vidrieras de los comercios, los plátanos y naranjas en sus bolsas de compra. En la frontera, los policías de Alemania del Este eran amigables, en contraste con su actitud previa, y en Berlín oriental yo podía ir caminando hasta la Universidad Humboldt sin pasar por el chequeo de seguridad que antes había sido obligatorio. Por lo demás, la gente estaba haciendo lo que siempre hacía, iba a hacer compras, se sentaba en los cafés. La Historia es la vida cotidiana.

Pero ese noviembre, la vida cotidiana era alegre y despreocupada. En vez de las nubes grisáceas que suelen ocupar el cielo de la ciudad en esa época, había un sol brillante. Los resabiosos berlineses sonreían. Habitantes del Este y del Oeste intercambiaban saludos. Los policías de la Alemania del Este no sólo eran amigables, sino que se alegraban de poder ser finalmente amigables. Los primeros días, las primeras semanas que siguieron a la caída del muro, fueron una fiestival de amor entre las dos Alemanias. Los alemanes de los dos lados estaban curiosos e intrigados por sus compatriotas, hablaban entre ellos, encantados los unos con los otros. Todo parecía posible: excursiones por mundos nuevos, incursiones en nuevas carreras, comienzos de nuevas relaciones. ¿Nos sería dada la posibilidad de reinventar Alemania?

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