Estudio Figueroa-Vives inaugura exposición en La Habana con artistas locales e internacionales

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Mural de Rocío García en Estudio 50, en La Habana. Foto: Colección_habana_ludika.
Mural de Rocío García en Estudio 50, en La Habana. Foto: Colección_habana_ludika.

“Donde no pueda hablar, préstame tu voz…”, reza el eslogan que acompaña la exposición Zonas de conflicto, un proyecto del Estudio Figueroa-Vives, en colaboración con Estudio 50 Habana, que se inauguró este viernes, 15 de diciembre de 2023, en la sede de este último (ubicada en calle Lugareño esq. a Almendares, municipio Plaza, La Habana), y que permanecerá abierta hasta abril de 2024.

La frase asienta el principio de diálogo, denuncia y testimonio que moviliza a los autores convocados a participar en Zonas de conflicto, muestra que “forma parte del programa anual de exposiciones comisariadas por el Estudio Figueroa-Vives para la escena artística de La Habana”. En esta ocasión, colaboran “artistas cubanos contemporáneos en diálogo con artistas internacionales”, precisa la nota de prensa.

Problemáticas sociales, ideológicas, económicas, religiosas, políticas, de género, étnicas, medioambientales, quedan registradas/representadas en las pinturas murales y fotografías reunidas en Estudio 50 Habana; un conjunto de obras que son testimonios críticos de comunidades humanas y subjetividades imposibilitadas de testificar sobre sus circunstancias y el complejo entramado de sus experiencias de vidas.

Zona de conflicto “trae a un espacio público habanero algunos de los muchos temas de urgencia global que afectan hoy” a una enorme masa poblacional alrededor del mundo y que repercuten de muy diversas formas a nivel personal, familiar y nacional, los cuales, de uno u otro modo “nos marcan a todos, aun cuando parezcan no hacerlo en carne propia”, destaca en el catálogo Cristina Vives, curadora de la exposición. Bajo tal propósito, el proyecto se consumó en la intervención de Estudios 50 Habana por artistas procedentes de o que trabajan en geografías culturales “identificadas como áreas de conflictos”.

El exterior de la galería fue apropiado para las pinturas murales de los artistas Rocío García (Cuba, 1955), Darién Sánchez (Cuba, 1980), Justice Dwight (Estados Unidos, 1994) e Imon Boy (España, 1992). El interior acoge los trabajos fotográficos de Bénédicte Kurzen (Francia, 1980), María Isabel Arango (Colombia, 1979), Nora Savosnick (Noruega, 1996), Yanahara Mauri (Cuba, 1984), Juan Medina (Argentina, 1963) y Tanya Habjouqa (Jordania, 1975).

El valor documental de las fotografías, y el histórico carácter de protesta que impregnan las pinturas murales, hacen de esta exposición una elocuente emprensa política, en el que el arte deviene un dispositivo de solidaridad colectiva. Rocío García recibe al espectador en las paredes exteriores de Estudio 50 Habana con un mural donde un grupo de decapitados, cuyos sexos se confunden, parecen trabajar en alguna caldera o en la demolición de El muro (título de la obra). Quizás en referencia a los conflictos migratorios latinoamericanos o a la caída histórica del muro de Berlín, esta erótica escena –resuelta en el sensual dibujo de la artista y en una expresiva variación del color rosa–, parece una protesta obrera, una huelga ciudadana en reclamo por la libertad sexual de los cuerpos.

Justice Dwight también cubre las paredes con pinturas de alto valor cromático, en su caso de estirpe pop, donde grandes planos de color contrastados acogen dibujos de hombres afrodescendientes resueltos en códigos característicos del diseño. En sintonía con el quehacer corriente del artista, esta obra, titulada Star Children of the Universe, comparte la belleza que anida en “la comunidad negra y queer de los Estados Unidos”, se apunta en el catálogo.

Mientras tanto, Imon Boy pinta uno muchachos grafiteros, representados al estilo infantil –alter egos suyos, escribe Vives– que intentan resistir el acecho policial. El tono desenfadado, y a ratos humorístico de Una larga historia procura hacer frente a los intentos del poder “por controlar o silenciar la libre expresión en los espacios públicos, las reivindicaciones sociales, [y] las disidencias ideológicas y políticas”.

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Conectado se titula el mural de Darién Sánchez, en el que un conglomerado de figuras humanas, matizado con pequeños golpes de colores, arrendan en su concepción plástica motivos de entornos virtuales, del diseño gráfico y la cultura popular. La obra “está inspirada en su crónica ilustrada de los sucesos del 27 de noviembre de 2021, en La Habana, publicada en sus redes sociales. En ella ponderaba la capacidad de convocatoria actual de los medios digitales”.

En el interior de Estudio 50, Tanya Habjouqa exhibe piezas de Occupied Pleasures, un ensayo que retrata “la capacidad humana para encontrar el placer frente a circunstancias difíciles”, en este caso en las regiones de Cisjordania, Jerusalén y Gaza”. Fotografías que anudan el principio de documentación con una sutil puesta en escena, alegorizan los actos de resistencias de unos sujetos cuya cotidianidad está intervenida por conflictos políticos.

Una empresa fotográfica similar consuma Bénédicte Kurzen en su serie Lake Chad Chronicles, consagrada a la crítica situación que, desde 2009, experimentan “las zonas de Nigeria, Níger, Chad y Camerún a lo largo del lago Chad, donde viven más de 17,4 millones de personas”. Sus imágenes documentales, que usan metafóricamente el color, registran estampas de la frágil vida de esos seres condenados por contiendas políticas, religiosas, gubernativas…, que rebasan sus individualidades.

Una selección de las series De ritos y otras realidades y Moscú no cree en lágrimas, ni La Habana tampoco, exhibe Yanahara Mauri. Desde un marcado sentido de investigación sociocultural, su propuesta junta retratos de mujeres lesbianas y de mujeres trans y fotos de la niñez o adolescencias de estas (procedentes de sus archivos personales); construye así una crónica visual impactante de la coerción tan férrea que la tradición patriarcal ejerce en la construcción de las identidades. Secundadas por videos testimoniales, tomados durante la investigación, esas obras “dan fe de una dramática realidad homofóbica, [de] éxodo y depresión social nacional”.

El fotógrafo de la agencia Reuters, Juan Medina expone trabajos de su serie Vida y muerte en el Mediterráneo, que es, como describe el catálogo, “un testimonio fortísimo, en lo visual y lo narrativo, del itinerario de decenas de migrantes libios rescatados por la ONG Proactiva Open Arms en las costas de Algeciras; escenas que cuestionan las razones del éxodo, sus dramáticas circunstancias y la relación insoluble sur-norte/sobrevivencia-futuro que marca el borde geográfico entre África y Europa”.

A una cuestión de absoluta actualidad también se aproxima Nora Savosnick, que entrega un grupo de fotografías motivadas por su interés de “no dejar que los victimarios controlen la narrativa visual [de las víctimas]”. Instantáneas tomadas en un campamento militar ucraniano, en días de la actual contienda con Rusia, documentan la humanidad que habita ese escenario de violencia.

Ma. Isabel Arango presenta una instalación titulada One Sighs, the Other Doesn’t, construida a partir del libro de fotografías Los gestos muertos (2016). Después de recopilar miles de imágenes (de medios de prensa y registros públicos), “relacionadas con noticias de los diálogos de paz entre el Gobierno Nacional de Colombia y los representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)”, la artista extrajo de cada imagen “los gestos de las manos de los personajes de las fotografías, y con ellos reconstruye una narración visual de marcada intención cuestionadora acerca del resultado de esos largos, inacabados y hasta hoy infructuosos diálogos”. El cuidado trabajo de archivo, así como la conciencia de la Historia y de la memoria como una narrativa construida bajo marcos de sentido que deben ser desajustados para exponer la demagogia del poder, hace de esta una obra especialmente relevante en la muestra.

A la inauguración de Zona de conflictos, les precedieron sendas charlas consagradas a los muralistas (el 12 de diciembre) y a las fotógrafas (el 14 de diciembre). Los artistas fueron convocados a una mesa para discutir/explicar sus trabajos y valorar cómo servían a voces silenciadas y sus conflictos.

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