En la última asamblea que tuvimos en el seno de la UNEAC planteamos la necesidad de ventilar algunos puntos que creíamos, y creemos, urgentes para nuestra vida artística. A sugerencia de Guillén quedamos en precisarlos por escrito y mediante seminarios discutirlos en la UNEAC. No lo hicimos. Pudiéramos decir que la razón fue el exceso de trabajo. Pero estaríamos diciendo una mentira. Fundamentalmente la razón fue otra.

Después del XX y XXII Congreso, después del triunfo de la Revolución cubana. Después del discurso de Fidel sobre Aníbal Escalante ha llovido un poco. Sin embargo no pocos han sacado el viejo paraguas con el que han capeado siempre todos los temporales. Es irritante y dramático. Hablar el mismo lenguaje de hace cuarenta años (no importa la edad, no importa que algunos se inicien hoy en el quehacer revolucionario), tener la misma actitud recetaria, seguir enarbolando respuestas antes de que la realidad se haga pregunta, es no haber comprendido la importancia que tiene para el desarrollo del hombre y del socialismo y el así llamado período de hielo. Se ejerce por algunos, evidentemente, una actitud a la inversa. ¿No tratan de adaptar la realidad, cualquiera que esta sea, a los conceptos de siempre, a las fórmulas eternas, o razonamientos invariables? ¿Es que dejan operar a la realidad como agente renovador y enriquecedor de los conceptos? Sin duda, uno de los males graves que destiló el culto a la personalidad fue el haber lanzado sobre la teoría esa especie de líquido fijador de conceptos. Bajo esa óptica, nunca estuvo el marxismo más cerca de la religión. De ahí, esa especie de camisa de fuerza –y además almidonada– que se trató de imponer a toda la realidad. De ahí –y por eso decimos que es también dramático que el mal no estuvo, ni está solamente, en tratar de congelar la realidad –y como consecuencia en hacer de las revoluciones y del hombre en carne y hueso una abstracción– sino también en que quienes obraban y obran así son hombres congelados, detenidos, hombres no ya con camisas de fuerza, sino camisas de fuerza ellos mismos. Es cierto que el socialismo crea las condiciones para que cese el caos que en el hombre engendra el capitalismo. ¿Pero es menos cierto que el dogmático y sus similares en aras de suprimir dicho caos, tratan de convertirse en dueños del hombre en lugar de intentar que sea el hombre quien se convierta en dueño de sí mismo?

Cambiar las viejas recetas por nuevas es seguir congelados, tal vez con un color azul pálido en lugar de morado, pero congelados al fin. Por eso, algunos hemos decidido arrojar el paraguas. Nos hemos mojado y nos estamos empapando. Y no queremos ningún paraguas por nuevo que este sea. Pensamos que es más honesto y práctico aprender a vivir bajo la lluvia. Por eso, estas líneas no son ni podían ser fáciles.

Empezar a tener conciencia de la nueva realidad es ya algo, aunque no todo. Porque es suicida ser consciente de ella y no aprovecharla, no estimular su discusión, no ver en ella fuente de amplias y nuevas perspectivas generadoras para el trabajo artístico.

Ante la nueva realidad cubana, ante la nueva realidad del socialismo mundial, el arte nos plantea muchas preguntas. Y, más que preguntas buscadoras de respuestas precipitadas, son preguntas hacedoras de una nueva actitud.

¿Cómo casar el aprovechamiento del acervo cultural –cualquiera que sea el país, la época, o el sistema social–, con la lucha de clases en el campo de la cultura? ¿Tejiendo un hilo exclusivamente por aquellos puntos de la historia que podrían justificar lo que pretendemos hacer ahora? ¿Y con el resto qué se hace? ¿Lo ignoramos? ¿Nos apoyamos en Balzac y Stendhal y pasamos por alto todo el movimiento francés de vanguardia? ¿Nos asomamos con simples ojos de museo a las obras de Bach, del Bosco, de Picasso, de Stravinski, o aceptamos que también han contribuido y contribuyen al desarrollo espiritual del Hombre? ¿Es posible hablar de un nuevo arte cubano subestimando la importancia que para las artes plásticas ha tenido, tiene y tendrá el movimiento abstraccionista en nuestro país?

¿Qué actitud adoptar ante los problemas que plantean la división entre el llamado arte popular y arte culto, heredados del pasado? En principio es lógico suponer que el tiempo les hará transitar por un único camino. ¿Pero negándole la sal y el agua a uno y aceptándolas en el otro? ¿Admitiendo que el llamado arte culto obedecía a la clase dominante y desconociendo que el arte popular estaba impregnado del más vulgar comercialismo? ¿Combatiendo las manifestaciones herméticas y dejando procrear el populismo? ¿Es que un arte para la mayoría quiere decir siempre que tenga la aprobación inmediata de las masas?

Por otra parte, ¿puede hablarse de la creación de un nuevo arte, de nuevos artistas como algo artificial y mecánico? Es justo que una Revolución que construya una nueva sociedad sienta la necesidad de contar con “nuevos artistas”. ¿Pero se logra esto fijando de antemano un contenido, y un contenido además separado de la forma? ¿Se logra esto confundiendo el objetivo de la expresión artística con el ejercicio de los medios de divulgación? Divulgar los hechos positivos que surgen al calor de la nueva sociedad no sólo es aceptable sino que creemos que pueden ser motivos de auténtica inspiración. ¿Pero es realmente válido hacer de ello una norma para caracterizar el nuevo arte? Hace poco se hablaba en una reunión del papel del héroe positivo en las películas socialistas. Nosotros pensábamos en el daño que la mayoría de esas películas han hecho a los verdaderos héroes positivos. ¿Puede plantearse como una dominante en la expresión artística la exaltación del héroe positivo con el cual apenas puede identificarse el hombre común, el hombre lleno de contradicciones? ¿Ayuda más a la evolución de este hombre de todos los días la contemplación pasiva del ejemplo excepcional, ejemplo incluso que puede aplaudir pero como algo que le es ajeno?

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¿La Revolución desea al creador nuevo, al creador identificado con la moral, los sentimientos, la sensibilidad que van gestándose en la nueva sociedad o al creador producto de recetas, normas o contenidos prefabricados? ¿No es la nueva realidad generadora de una ética, de nuevos valores, la que en definitiva hará posible a los nuevos artistas, la que en definitiva va haciendo nuevo a los actuales, lo que en definitiva traza el puente exacto entre el pasado, el presente y el futuro? ¿Es este caer de rodillas ante lo espontáneo o es creer más en la fuerza de la realidad que día a día hacemos y defendemos? Recordamos palabras de Gramsci: “un grupo social nuevo que adviene a la vida histórica con una postura hegemónica, con una seguridad en sí mismo que antes no tenía, no puede dejar de suscitar, desde su íntima personalidad, una fuerza suficiente para expresarse completamente en un cierto sentido”.

Ventilar estos puntos, incompletos sin duda, creemos que es tarea urgente. Inaplazable ante la confusión y la posible desnutrición de nuestra vida intelectual. Ventilarlos sin prejuicios y sin temores. Sin temores a los oportunistas de derecha y sin temores a los oportunistas de izquierda que también los hay. Porque los que sentimos, o comenzamos a sentir la necesidad de expresar cada día más orgánicamente el espíritu de la Revolución, las pasiones y la humanidad que ella genera, no podemos resignarnos a estar a la defensiva ante unos y otros. En definitiva, ellos se necesitan, ellos pueden permanecer impasibles, ellos están unidos por un cordón umbilical donde las frivolidades de unos pretenden justificar las imbecilidades de los otros y viceversa.

No debemos pasar por alto el hecho de que el triunfo de la Revolución cubana coincide con el inicio del deshielo en el campo socialista. No debemos dejar pasar inadvertido un hecho de tal naturaleza. No podemos cruzarnos de brazos y no estudiar su significación, no extraer las experiencias que ello comporta. Pero además, no podemos olvidar que la propia Revolución cubana, desde sus inicios, surgió descongelada.


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