‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, se exhibe en el estudio habanero La Marca

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Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.
Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.

Desde la primera vez que la leí la palabra “quimera” me es esquiva. Tengo esa relación con varias palabras que debo siempre buscar en el diccionario para esclarecer mi vaga idea, para comprobar mi intuición. A ese grupo de resbaladizas que, por razones obvias, no puedo nombrar aquí –deben saltar en la lectura y anunciarme mi próximo pronto olvido– pertenece “quimera”.

En su caso específico, mi incapacidad para condensarla del todo en una sentencia completa, instantánea, puede deberse a la propia naturaleza híbrida del signo. Esa figura de varias cabezas y múltiples representaciones devuelve una idea inapresable en un solo pronunciamiento; por lo menos para mí y mi tipo particular de amnesia selectiva.

Ese ser, signo, símbolo, numen escurridizo, es el elegido para nombrar y presidir la exposición personal de Louis Arturo Aguirre (Camagüey, 1991), inaugurada el pasado 17 de noviembre en el estudio de tatuajes La Marca.

La quimera –animal de tres cabezas, león, cabra y serpiente– descubrió su furia en un mural en las paredes del fondo del salón expositivo, y se expresa majestuosa, agresiva, como única forma de soportar toda la información sobre su experiencia como signo, única defensa a todos los dolores que Louis Arturo deposita sobre ella.

Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.
Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.

Las diferentes piezas que componen la exposición se me vuelven, también, escurridizas a las palabras. La heterogeneidad en cuanto a estilo, técnica e intención dificulta que me haya podido llevar una idea completa y acabada de la muestra. Cada obra una quimera, se construye de múltiples significantes que la llevan a su destrucción, implosión, infinitas fragmentaciones de la imagen, del animal, de la conciencia, de lo real.

Louis Arturo expone el desmembramiento de la idea, de la imagen y del cuerpo animal. Así como la reconstrucción, el reensamblaje de los distintos miembros. Desmembramiento y reensamblaje como dos momentos de un mismo proceso de entendimiento del mundo, de construcción inconsciente y de creación artística.

Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.
Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.

El artista pinta el dolor, el asesinato, el cadáver con la boca llena de hormigas de una mujer amamantando, el horror. Había visto una exposición anterior de Louis Arturo, en una sala muy alta y con halo tenebroso del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales. La recordé cuando vi en La Marca otra obra de él y sentí la misma contradicción entre el rechazo y la seducción.

Al artista le atraen los cuerpos; cuerpos con la posibilidad de morir por desangramiento al haber sido cortados sus pies, muriendo, habiendo muerto; cuerpos con sus carnes y fluidos manchando la pieza, componiendo su discurso. Louis Arturo habla con pasión del color de la sangre, de la anatomía humana, de las texturas de la fibra del músculo. Lo escucho y me voy adentrando más en su obra. Siento cómo quiere relacionarse con el miedo a partir de la autopsia del cuerpo material como primer paso para llegar a una exploración de la conciencia. El corte que comienza en la piel expondrá los terrores humanos y profundizará hasta la desestabilización de la percepción prescrita.

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Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.
Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.

Busco una vez más “quimera” en el diccionario. Dicen que es un animal fabuloso. Leo: “deformación psíquica”, “imaginación fértil”, “peligro de la exaltación imaginativa”. ¿Se sentirá Louis Arturo en peligro? La quimera de su mural definitivamente sí. Se defiende, ruge, patea. La serpiente con su cuerpo cortado en varios pedazos.

Esas explicaciones del signo se pueden llevar a la obra de Louis Arturo, pero no me convencen. Expresan con cierto tono reprobatorio lo que el artista entiende como una libre exploración en el inconsciente –de donde, dice el diccionario, surge el símbolo quimérico–. La búsqueda, en esta exposición, es guiada por plantas de poder y sustancias que deconstruyen lo real. Louis Arturo logra descentrar referentes y emociones. Propone un viaje que va, sin transiciones, de lo repulsivo a lo atractivo; como mismo sucede cuando se hurga con responsabilidad dentro de una, con meticulosidad en lo humano, y en la violencia con que se establecen las relaciones con el exterior, fuera del cuerpo.

Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.
Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.

Una definición me llama particularmente la atención, explica a la quimera como “un símbolo de perversión compleja”. Sé de la complejidad del símbolo, de la palabra, de la imagen. Pero ahora se me vuelve esquiva la palabra “perversión”. Según el diccionario de la RAE es la “acción o efecto de pervertir” y “pervertir”, en su segunda acepción, es “perturbar el orden o estado de las cosas”. Esta última definición me recuerda a Julia Kristeva y su entendimiento de lo abyecto en Los poderes de la perversión (Ciudad de México: Siglo XXI Editores, 2004), como “aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden” y a la abyección como una “encrucijada de fobia, de obsesión y perversión”.

La obra de Louis Arturo perturba, él es un “sujeto de la abyección” con un síntoma: “el rechazo y la reconstrucción de los lenguajes”. Destruye, mezcla, reconstruye y desarrolla la versatilidad de su obra, de su mente, de sus referentes heterogéneos. Las obras de esta muestra en específico tienen un matiz pesadillezco. Los personajes que encontraremos son, quizás, los de algún viaje con alucinógenos. Nos mostrarán espectros que, aunque temibles, atraen porque nos conocen; porque son nuestros, reflejados en la obra del artista; porque ya antes los hemos rechazado; porque es momento para su enfrentamiento.

Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.
Vista de la exposición ‘La quimera’, de Louis Arturo Aguirre, en La Marca, La Habana.

En la exposición me quedo prendida a las obras, las repaso una y otra vez. Sin embargo, no quiero que me gusten, no quiero aseverar en mí esos miedos, verme en esos personajes, necesitar también un aparato que me ayude a respirar mientras salgo del espacio lleno de colores atómicos, de psicodelia pegajosa, no quiero ver expuestos mis horrores. Pero entiendo que poco puedo hacer cuando, en la noche, recuerdo otro fragmento de las acepciones de “quimera” –cuando intento retener en mi memoria las obras justo antes de dormir y, temerosa, quiero que salgan en sueños, cuando busco tener esas pesadillas–, el diccionario dice: “la quimera seduce y pierde a quien a ella se abandona”. Al otro día me levanto y tengo en la piel ojos abiertos con sangre y poco hay en esto de imposible, de “idea falsa” y “vana imaginación”.

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