‘Los puros’: un documental explora la memoria afectiva de la URSS en Cuba

El filme de la joven realizadora cubana Carla Valdés León ha sido incluido en la competencia oficial de cortometraje documental de la edición 42 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

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Fotograma de ‘Los puros’, Carla Valdés León, dir.

Una de las estrategias estéticas más características del cine documental cubano independiente –tan característica que llega a configurar sus coordenadas ideológicas y de composición– es la recuperación e intervención de pasajes históricos de la Revolución cubana que han modelado la contemporaneidad nacional, el imaginario popular y la sensibilidad colectiva de la isla; pasajes históricos que han sido soterrados o leídos unidireccionalmente por el discurso oficial que insiste en administrar la memoria histórica nacional.

Desentrañar el saldo existencial y sociopolítico de ciertos acontecimientos históricos que han pautado el tiempo de la Revolución —el éxodo del Mariel, la guerra de Angola, la influencia soviética en Cuba, por poner sólo algunos ejemplos– supone una exploración en los ejes que articulan el presente cubano y la búsqueda de un reconocimiento y de una identidad del proyecto social iniciado en enero de 1959. En esa participación intencionada de los artistas (no sólo los cineastas) en la administración de la memoria nacional, se expresa una necesidad de supresión del encuadramiento ideológico estatal que ha afianzado una imagen determinada del devenir cubano posterior al triunfo revolucionario.

Una de las películas recientes que vuelve sobre esas zonas fracturadas de la memoria nacional es Los puros, un documental de la joven realizadora Carla Valdés León incluido en la competencia oficial de cortometraje documental de la edición 42 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Carla Valdés León había demostrado ya en su celebrado Días de diciembre un interés por hurgar en sectores históricos marginados. Allí, la realizadora contrasta la voz del discurso oficial respecto a la guerra de Angola con las revelaciones emanadas de su experiencia directa con los veteranos de la contienda y sus familiares. Días de diciembre recupera la memoria de este suceso bélico para enfatizar en su persistencia traumática en el presente nacional, al llamar la atención sobre las heridas que continúan abiertas en los veteranos y en las familias de los fallecidos en Angola. En este sentido, un aspecto notable de aquel documental, y que la directora rescata y potencia en Los puros, es la estructuración de un discurso que mira a ese pasado obliterado para sopesar, antes que todo, sus vestigios en el universo de los afectos personales, en el espacio de las relaciones familiares, interpersonales, en el cosmos íntimo de la realización personal.

Los puros documenta el encuentro de un grupo de amigos en una casa de verano en la playa (Varadero). Entre ese grupo de amigos se encuentran los padres de la cineasta, lo cual, a nivel diegético, justifica la presencia constante de la cámara como una instancia que procura captar, dejar constancia de la experiencia emotiva que tiene lugar allí. El motivo que selló la amistad de este conjunto de personas es el haber compartido la experiencia de sus estudios universitarios en la Unión Soviética. Fue allá precisamente donde se conocieron los padres de Carla Valdés León.

El encuentro resulta un detonante que hará despertar los recuerdos de ese pasado donde se conocieron estos amigos, y que tanto marcó sus vidas, un momento de sus existencias que definió una parte importante de lo que son en la actualidad. Y en relación con esto último, destaca la certeza con que la realizadora aprehendió esos instantes donde “los puros” hacen evidente su inexorable ajuste de cuentas con el olvido; un proceso que los conduce a rescatar esas experiencias de su pasado en que se fijan rasgos esenciales de su subjetividad.

Dos momentos devienen fundamentales en Los puros. Primero, la escena en que todos los personajes –los amigos y sus respectivas familias, incluidos los hijos, receptores de una memoria con la que crecieron pero que no consiguen comprender cabalmente– conversan alrededor de la mesa, durante un almuerzo, acerca de sus expectativas antes de partir a la URSS y de su experiencia en aquel país. Segundo, la ocasión en que se reúnen para proyectar una serie de viejas diapositivas con imágenes de sus días en la Rusia soviética. Estos segmentos suponen los instantes discursivos más complejos del documental, puesto que se anudan en ellos la dimensión individual con la dimensión sociopolítica e histórica.

Los diálogos entre los amigos, el modo en que recuerdan los días en que se conocieron, su interacción en el espacio de la casa deja constancia del peso del pasado en el campo de las emociones. Pero en estas dos escenas, los testimonios abrigan una extensión alegórica que habla de la huella de la presencia soviética en Cuba, de la conservación en el presente nacional de la memoria de una cultura omnipresente en la realidad insular por muchos años, de las cicatrices que dejó el desmoronamiento de la utopía socialista.

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Por el carácter elíptico de la narración, que reduce sus enunciados a las evocaciones suscitadas por el registro, pareciera que Los puros dice muy poco. Sin embargo, esto es resultado de la escogencia de una estrategia discursiva de riesgo por parte de la realizadora, quien concentra el núcleo de la comunicación en un acercamiento corpóreo y localizado a los individuos retratados. A Carla Valdés León acá no le interesa explicar las causas o motivos de la Historia, sino un acercamiento sensible a la memoria viva de estos seres. Y de este modo, si algo ventila Los puros es cómo el trauma mayor del desmoronamiento de la URSS se produjo en el espacio íntimo de las emociones cotidianas y los valores propios de aquellos cubanos que crecieron con aquella nación como un modelo para el mundo.

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