Tana Oshima conversa sobre la traducción al español de ‘Territorio de luz’, de Yuko Tsushima

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Ejemplares de ‘Territorio de luz’, de Yuko Tsushima, en traducción de Tana Oshima, Impedimenta, 2020 (FOTO Tana Oshima)

Territorio de luz (Editorial Impedimenta, 2020), una de las novelas más aclamadas de la escritora japonesa Yuko Tsushima (1947–2016), ha sido editada por primera vez en español con traducción de Tana Oshima.

Ganadora del Premio Noma para Nuevos Escritores en 1978, Territorio de luz sigue conmoviendo a personas de todo el mundo por su cáustica mirada a problemas inherentes de las sociedades contemporáneas, a pesar de los cuarenta años que han pasado desde su primera publicación.

Hija del célebre y polémico escritor Osamu Dazai, quien se suicidó cuando ella tenía un año –en el río Tama junto a su amante, atados el uno al otro con una cuerda roja– Tsushima obtuvo los más importantes premios que se otorgan en Japón, entre ellos el Izumi Kyōka de Literatura, el Premio de Literatura Fememina y el Premio Kawabata.

Además de novelista, Tsushima fue ensayista y crítica literaria. Escribió Territorio de luz siendo aún joven y, bajo una impronta autobiográfica, narró la historia de una mujer que tiene que enfrentarse, sola, a la crianza de su hija de dos años en una ciudad (Tokyo) inabarcable, con todas las obsecuencias del caso.

Hay, sin duda, en las páginas de Territorio de luz, una profunda irreverencia que deshace autoridades, abole jerarquías de valores y elimina códigos y normas obligatorios a través de una narración casi cinematográfica, simbolista. Hay, también, una especie de postura contra esa masa de cosas impuestas, contra la aparición de todos esos enunciados patriarcales, contra todo lo que puede haber allí de violento y también de peligro, contra ese gran murmullo incesante que es la noción tradicional de mujer en el Japón de los setenta.

En Territorio de luz, ella, la narradora sin nombre, bibliotecaria, decidió rentar, por su cuenta, “un apartamento que derrochaba luz a cualquier hora del día” y vivir con su hija que casi cumplía los tres años, después de que su marido, de apellido Fujino, decidiera dejarla.

yuko tsushima | Rialta
Cubierta de ‘Territorio de luz’, de Yuko Tsushima, en traducción de Tana Oshima, Impedimenta, 2020

Ella quedó a la deriva, “como rodar escaleras abajo con su hija en brazos”. Escogió el apartamento por “aquel baño de luz” y porque desde la ventana que daba al oeste podía atisbar el bosque que, antaño, había sido propiedad de un daimio. Un trocito, es verdad, “pero ese pedazo de verde era fundamental para mí”. “El parqué rojo ardía bajo el sol del oeste” como un trigal en llamas, como una cabra montesa después de ser la diana del arquero, como un amor no correspondido. En sueños ella ve sombras. Entre las sombras algo brilla: los ojos de un animal: un territorio de luz.

Para saber más sobre la novela y su traducción conversamos con Tana Oshima quien, además de traductora, es periodista y dibujante de cómics. Heredó el español de su madre y el japonés de su padre. Cuando era pequeña, vivía en Japón, pero su madre la llevaba cada verano a España. Iban a Zamora, donde vivían sus abuelos maternos. Su vida ha estado marcada por el “errantismo”. Se fue a vivir a España a los 14 años, después de Japón, Perú y Argentina. A los 16 se mudó a París. Hoy vive en Nueva York, tiene dos hijos y una gata.

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Edgar Ariel

Tana, quisiera que me comentaras, para comenzar, cómo recuerdas la primera vez que leíste Territorio de luz. ¿En qué circunstancias lo leíste? ¿En Japón? Tengo curiosidad.

La primera vez que leí Territorio de luz fue en japonés, pero no en Japón, sino en Nueva York, donde vivo. Había leído otras novelas de Yuko Tsushima en Japón, cuando con veintitantos años volví para trabajar en Tokyo. Junko, una compañera de trabajo, era una apasionada de Osamu Dazai, un escritor bastante venerado en Japón, coetáneo de Mishima. Junko me hablaba siempre de Dazai e incluso me llevaba a los bares “de mala muerte” que él frecuentaba en Tokyo. Bares que hoy en día no son de mala muerte sino todo lo contrario, reliquias del siglo XIX. Pero era allí donde los escritores “malditos” se juntaban y se emborrachaban hasta perder la conciencia. La cuestión es que Dazai era el padre de Yuko Tsushima, y así es como llegué a ella.

La primera vez que leí Territorio de luz lo hice con mucha expectación porque me pareció que era la novela que quería traducir para Impedimenta. Siempre disfruto mucho leyendo en japonés. Además de ser una de mis lenguas maternas es una lengua que me arraiga.

¿Cuándo piensas en Territorio de Luz, qué momentos del libro vuelven una y otra vez?

Si pienso en fragmentos del libro que me hayan marcado particularmente, a menudo es el final de algún capítulo, que suele ser un sueño que ha tenido la narradora. El paisaje de las dunas que cantan, los pájaros en el árbol a los que se les caen las plumas, la nuca del hombre que se asemeja a una hueva de pez…

¿Qué hizo que seleccionaras Territorio de luz entre las obras de Yuko Tsushima?

Me interesó Territorio de luz por razones extrínsecas e intrínsecas a la novela. La extrínseca: se acababa de publicar en inglés. Tsushima es una autora que se publicó hace décadas en Estados Unidos y luego cayó un poco en el olvido. Creo que esa tendencia ha sido general en Occidente. De repente Estados Unidos rescató a una autora olvidada y tuvo buena recepción. Se le dio bastante difusión. Que estuviera publicada en inglés y se le diera buena acogida fueron los dos criterios que me llevaron a proponerle este libro a Impedimenta.

Y luego las razones intrínsecas a la novela: el interés personal que tuve por la temática del libro. Es la historia de una mujer que se separa de su marido y se queda criando sola a una niña de tres años en el Japón de los años setenta. Me interesó sobre todo la exclusión social a la que ella se enfrenta por ser madre soltera. La novela refleja bien el sistema social tan homogéneo y homogeneizante que hay en Japón, en el que se excluye al que se sale de la línea recta que establece la sociedad, pero también la condición de la mujer en un contexto más universal.

Por eso, tal vez, se suele considerar a Yuko Tsushima como una escritora feminista, ¿qué crees?

A Yuko Tsushima se la ha rescatado en un contexto feminista, sí. Sus relatos se están leyendo bajo una luz feminista porque ahora vuelve a haber una conciencia y una reivindicación de la mujer (digo “vuelve” porque creo que la hubo en los años sesenta y luego quizá se diluyó), que en algunas capas es una lucha real y en otras es un producto comercial. En cualquier caso, sus novelas sí exponen la condición de la mujer en una sociedad moderna, en este caso es la japonesa, pero muchas de las cosas que relata son universales.

Creo que el divorcio en los años setenta debió ser duro para cualquier mujer en la mayoría de los lugares; el estigma de ser madre soltera, el peso de la crianza que cae sobre la madre, el mundo que gira en torno al hombre, la dificultad de la maternidad en unas condiciones de aislamiento y depresión… Todo esto es universal, es una historia que ha vivido y vive un número inimaginable de mujeres en todo el mundo.

¿Es Territorio de luz un libro feminista?

No es un libro feminista en el sentido militante. El libro no tiene un discurso político en torno a la mujer, por así decirlo, pero a través del relato íntimo, personal y literario de una mujer en esas circunstancias el lector siente empatía por la protagonista. Es aquello de que “lo personal es político”. La protagonista representa a cualquier mujer en el mundo. Lograr esa empatía hacia la situación de la mujer puede considerarse en sí mismo un logro feminista.

¿La traducción fue un encargo de Impedimenta o venías trabajando en ella desde antes?

Fue una casualidad increíble. Decidí proponer la traducción a Impedimenta. Le envié la propuesta a Enrique Redel, el editor, y él me respondió con la foto del libro entre sus manos. Le acababa de llegar, apenas lo había sacado del sobre cuando le llegó mi e-mail con la propuesta de traducir ese mismo libro.

Es la primera vez que se traduce al español Territorio de luz, ¿qué valor especial pudiera tener este hecho?

Creo que el valor que aporta cualquier traducción literaria es difícil de medir, porque no es simplemente un libro más. Un libro traducido es una inmersión en la cultura de origen, es una invitación a imaginar otros mundos que existen de verdad al otro lado del planeta, y es un contrapunto también a las miradas y voces que dominan en la cultura receptora y que acaban produciendo visiones cerradas. En el caso de Japón, la distancia cultural y geográfica es tan grande con respecto a Occidente, y el contacto entre ambos sigue siendo tan escaso pese a este mundo globalizado, que es fácil caer en estereotipos o en mitos, para bien y para mal. También abunda la mirada colonialista, o a veces turística, que busca sólo extraer lo exótico de otras culturas.

La traducción literaria en este sentido permite que una cultura se presente a sí misma como quiere, no como otras culturas quieren (siempre que la traducción sea decente).

Quizá siempre que la traducción trasvase atmósferas y no sintaxis…

“Trasvase” es un término bastante preciso. Hacer una traducción literaria es, en primer lugar, escribir. Desde luego, la traducción va más allá de lo lingüístico. Traducir palabra a palabra, literalmente, no tendría ningún sentido, como tampoco lo tiene empeñarse en buscar siempre equivalencias culturales para limar las diferencias. Creo que es bueno que el lector se enfrente a un universo que le es extraño.

Pienso en algunas traducciones que, buscando esas equivalencias, eliminan los referentes culturales del país de origen. Por poner dos ejemplos: decir “alfombra” en lugar de “tatami”, o decir bata en lugar de “yukata”, que es un quimono ligero, de algodón, para mí no tiene ningún sentido.

Un idioma encierra mucho más que palabras. Encierra un sistema de pensamiento y de creencias, una cosmogonía, una mitología, una actitud y una forma de estar en el mundo. Siempre digo que un idioma, una lengua, es una forma de estar en el mundo. Cuando aprendes un idioma bien, aprendes a estar y a mirar de la manera que ese idioma te sugiere. Incluso a sentir de otra manera.

En el japonés esa forma de estar es claramente distinta a las de las lenguas romances. Entonces todo eso que está contenido en una lengua hay que trasladarlo a otra. Muchas veces son matices, detalles que se pueden añadir con una palabra o dos. Otras veces resulta muy forzado y simplemente se sacrifica.

Otro ejemplo que pongo siempre es el de los pronombres personales. En japonés hay seis formas de decir “yo”, según el contexto. Y también la forma de decir “tú” varía. Una mujer se dirige a su marido con un “tú” que es distinto al “tú” que usan dos amigas o al “tú” que utilizas para hablarle a un niño pequeño. Para empezar, en general no se utiliza el “tú”, utilizas el nombre de esa persona y le pones uno u otro apelativo según el nivel de confianza o el respeto que merezca por su estatus (no es una jerarquía socioeconómica sino confuciana, en la que los ancianos merecen mayor respeto, así como los profesores, etc.). El pronombre, en este caso, es mucho más que una palabra. Es una forma de expresar sentimientos y también un sistema de valores y de creencias. Estos matices son difíciles de traducir y hay que introducirlos sutilmente en el texto, siempre y cuando sea posible.

¿Tana, la acción de traducir es una acción deconstructiva?

Entre dos lenguas cercanas no sé si la deconstrucción es necesaria, salvo que se esté traduciendo poesía, quizá. En el caso del japonés al español, sí. Hay que desmontar las frases o los párrafos para volver a construirlos, como si desmontaras una catedral piedra a piedra y volvieras a erigirla en otro lugar muy lejano, pero con piedras distintas.

Traducir del japonés es reescribir por completo, pero respetando la voz y el estilo del original. Territorio de luz es un libro que he escrito yo pero con las ideas, la voz y el estilo de Tsushima. El libro es suyo, pero escrito por mí. Es algo extraño.

Eso en caso de la traducción literaria. Pero hay otro tipo de traducción que llevo haciendo toda mi vida, que es la de explicar mi cultura a otros. Explicar a alguien occidental lo que un japonés ha dicho, por qué lo ha dicho, por qué hace esto o lo otro, por qué las cosas son de una manera en Japón etc., y viceversa, explicarle a un japonés el mundo occidental. Eso es algo que hago constantemente, es casi un estado mental, y es algo que me gusta, porque Japón sigue estando aislado culturalmente, no porque no tenga la capacidad de participar en el mundo globalizado, sino por su carácter, porque muy poca gente allí habla inglés, porque Occidente les intimida un poco, y porque a menudo no sienten la necesidad, o no saben que lo necesitan. En este sentido, me gusta hacer de puente (y también hacer el puente).

Cuando pienso en la acción de traducir, cuando pienso en el gesto, pienso en algunas palabras. Pienso, por ejemplo, en la palabra acariciar.

Acariciar: siempre.

Destruir.

No tanto, porque la destrucción es desordenada.

Deconstruir.

La deconstrucción es ordenada, organizada. Así es como se deconstruye un texto a la hora de traducir, de forma muy ordenada para no perder la pista.

Construir.

Sí.

Armar y desarmar.

Sí y sí, en orden inverso (primero desarmar, luego armar), pero no con rifles.

Romper.

Nunca.

Deshacer.

Sí, despacio y con cuidado.

Sopesar.

Mucho, constantemente. Hay que tomar decisiones todo el rato.

Distinguir.

Sí, sobre todo entre las trampas que te pone a veces la mente. Y las tentaciones.

Discernir.

Imprescindible.

Tana, traducir es un acto casi fantasmagórico…

A menudo me viene la voz de Tsushima. Me viene su voz en momentos inesperados del día, sin que esté necesariamente pensando en su libro. Es una voz imaginaria, porque nunca la oí hablar, pero era la voz que me hablaba mientras la traducía. Ella escribió Territorio de luz cuando era joven, pero la voz que me hablaba era de una mujer mayor, temblorosa, con el cuello tenso y la piel algo caída. Durante meses, esa mujer me habló y me contó su historia para que yo la tradujera.

¿Durante el proceso de traducción, qué sistema de relaciones estableciste con la novela?

La relación que se establece con un libro que se está traduciendo es increíblemente íntima. La lectura que se hace es incomparable a una lectura normal. Es una relación casi física con el autor, en este caso la autora, una relación de intimidad.

Como acabo de decir, imaginaba que Yuko Tsushima me hablaba y me encomendaba difundir sus secretos. Ya ni siquiera importaba si lo que estaba contando me gustaba o no. Era interesante por el hecho en sí, tan mágico. El hecho de reescribir lo que ella había escrito me producía una cercanía absoluta. Ella iba caminando y yo iba siguiendo sus pasos. Si ella giraba, yo giraba, y entendía por qué había girado. Si titubeaba, o tropezaba, yo hacía lo mismo, y sabía perfectamente porqué. Es pura empatía, una compenetración absoluta y una inmersión en la cabeza de la autora.

¿Utilizaste alguna estrategia o metodología para traducir Territorio de luz

No, no creo. No conscientemente. Sí tenía una rutina. Traducía por las mañanas, y no más de 5 o 6 páginas al día, porque al cabo de dos o tres horas mi cabeza ya no funcionaba bien.

¿Dónde radica la fuerza mayor de Territorio de luz?

Territorio de luz es un libro íntimo. Es casi como el diario personal de Yuko Tsushima, sólo que narrado, hilvanado, pero sigue un orden cronológico y va casi día a día, semana a semana. A veces habla de cosas cotidianas, de cuando hace la compra, de cuando baña a su hija, cuando la recoge de la guardería, y otras veces se detiene en algo pequeño que la sobresalta, casi siempre algo luminoso, una luz, algo que existe más allá de la cotidianidad y que la transporta a un estado de contemplación y de quietud.

También habla mucho de sus sueños, y esos sueños le dan un toque onírico a un relato que por lo demás es puramente terrenal y cotidiano. Creo que la fuerza del libro está en esa cotidianidad por la que ella guía al lector sin dramatismos ni victimismos, con crudeza, con momentos terribles y momentos bellos, con total honestidad sobre sí misma y sobre su relación con el mundo.

¿Qué tipo de persona es Tana Oshima después de traducirlo?

Soy la misma persona, espero, sólo que con un poquito más de experiencia. Soy una persona satisfecha con esa experiencia y con la belleza del libro, de su edición y del acto mismo de traducir.

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EDGAR ARIEL
Edgar Ariel Leyva González (Holguín, Cuba, 1994). Periodista, investigador y crítico de arte. Máster en Estudios Teóricos de la Danza (2020) en la Universidad de las Artes de Cuba (ISA) y Licenciado en Periodismo (2018) en la Universidad de Holguín. Es egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Actualmente investiga sobre la configuración de la estética poscrítica en Cuba. Forma parte del Staff de Rialta.

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