La Biblioteca Insular de Gran Canaria celebra por estos días la vida y la obra del poeta, académico, periodista y diplomático cubano Manuel Díaz Martínez (Santa Clara, 1936), quien reside en ese territorio isleño español. Este sábado culminaron dos jornadas de homenaje que incluyeron una mesa redonda, actuaciones musicales y un recital poético.
Desde el jueves último, y hasta el próximo 24 de abril, la institución con sede en la ciudad de las Palmas acoge también la exposición El verbo incandescente, que reúne obras de 26 artistas, cada uno de los cuales interpreta libremente un poema de Díaz Martínez, según ha explicado su coordinador, Augusto Vives.
El propio título de la muestra constituye un verso del escritor cubano nacionalizado español, quien se exilió en 1992 tras su expulsión de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
De acuerdo con la web de la Biblioteca Insular, El verbo incandescente presenta obras de artistas canarios como el propio Vives, Ángel Sánchez, José Luis Luzardo, Marta Vega, Elia Verona o Esther Vega.
El programa de esta celebración –organizada por la Asociación Poesía Viva de la Atlántida– incluyó en estos últimos dos días sendas conferencias a cargo de Antonio Arroyo Silva y del novelista canario Emilio González Déniz; actuaciones del cantautor Heriberto Cruz y del poeta local Eduardo García Benítez, así como un par de recitales poéticos –por supuesto, centrados en la obra de Díaz Martínez, perteneciente en Cuba a la llamada generación del 50 — en que tomaron parte los escritores José Luis Correa, Acerina Cruz, Elizabeth López, Teca Barreiro, Noel Olivares, Manuel Díaz Rosario Valcárcel, Luis León Barreto, Iván Cabrera, Berbel, Covadonga Gracía y Fabio Carreiro.
Díaz Martínez –quien actualmente es miembro correspondiente de la Real Academia Española– fue una figura muy activa en la esfera intelectual cubana de los años sesenta. Según su propio testimonio, fue vigilado y acosado por las autoridades cubanas y, especialmente, fue sometido a presiones cuando formó parte del jurado que concedió el premio de poesía de la Unión de Escritores al libro Fuera de juego de Heberto Padilla.
Menos de tres años después, Padilla lo señalaría en su célebre autoinculpación pública tras ser detenido, encarcelado y liberado por los órganos de seguridad cubanos. Díaz Martínez se vería obligado a tomar la palabra en un acto que sería visto indefectiblemente como prueba última de la deriva estalinista del régimen isleño.
Pasados unos veinte años de aquella “noche de Walpurgis”, tal como él mismo la definió, Díaz Martínez sería uno de los firmantes la conocida Carta de los Diez, en que un grupo de intelectuales cubanos abogaban públicamente por la democratización de la isla caribeña.
El autor de Vivir es eso –cuaderno que mereció en 1967 el Premio de Poesía Julián del Casal de la UNEAC– se desempeñó en aquellos años como diplomático en Bulgaria, investigador del Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba, y redactor-jefe en el suplemento cultural Hoy Domingo, del diario Noticias de Hoy, así como en La Gaceta de Cuba de la UNEAC.
Ya en el exilio, el poeta dirigió la influyente Encuentro de la Cultura Cubana (1996-2009). En la actualidad, integra el consejo editorial de la Revista Hispano-Cubana, ambas editadas en Madrid.
Díaz Martínez es reponsable de las antologías Vida de Flora y otros poemas (1999), de Virgilio Piñera; El ciruelo de Yuan Pei Fu. Poemas chinos (2011), de Regino Pedroso, y Poemas cubanos del siglo XX (2002), así como de un par de ediciones comentadas de las Rimas (1982 y 1993) de Gustavo Adolfo Bécquer.
Su libro Memorias para el invierno obtuvo en 1994 el Premio de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Luego ganó el Premio Internacional de Poesía Curtea de Arges (Rumanía, 1998).
Ha recogido su propia obra poética en un par de antologías, Señales de vida (1999) y Un caracol en su camino (2005). Su poesía completa se publicó bajo el título Objetos personales (1961-2011).
Es autor además del volumen de memorias Solo un leve rasguño en la solapa (2002). El Centro Cultural Cubano de Nueva York reconoció en 2006 sus aportes a la cultura de su país con la medalla “La Avellaneda”.
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