El escultor estadounidense Richard Serra, autor de célebres y monumentales espirales de acero, especies de laberintos donde la gente es invitada a caminar y perderse, falleció este 17 de marzo, a los 85 años en su casa de Long Island, cerca de Nueva York, a causa de una neumonía, según informó su abogado John Silberman a The New York Times (TNYT).
La materia del tiempo es un gran ejemplo del trabajo de Serra. Se expone de forma permanente en el Museo Guggenheim de Bilbao (España), desde 2005. Se compone por ocho esculturas de acero, algunas en forma circulares y otras desplegadas de forma ondulada en el espacio. En total, las piezas alcanzan el peso de 1.200 toneladas.
“Sus muros inclinados de acero oxidado, bloques monumentales y otras formas inmensas e inescrutables creaban entornos que había que recorrer a pie, o alrededor de ellos, para experimentarlos plenamente”, recuerda hoy TNYT.
La geometría “fluida” y “circular” de las piezas de Serra hay que caminarla para experimentarla en su totalidad. Él dijo alguna vez, según recoge TNYT, que su obra demandaba muchas acciones como caminar y mirar atentamente. Serra aseguró también que su obra escultórica estaba centrada en el espectador. El único significado posible de sus piezas debía alcanzarse mediante la exploración y la reflexión individuales.
Sus esculturas pueden verse en diversos lugares del mundo, como el parque de Glenstone, a las afueras de Washington (Estados Unidos) o en la estación de Liverpool Street (Londres). Todas sus obras, además de promover la participación del espectador, propone relaciones entre el formato de la escultura y el espacio donde se instala, a través de las percepciones provocadas por el material, el volumen, la masa y el peso.
Hay un libro suyo, uno de sus textos más visitados, que suele leerse como un inventario de principios de ética laboral, de nombre Lista de verbos (1967-1968). “Enrollar, arrugar, doblar, almacenar, inclinar, abreviar, retorcer”, así empieza el volumen.
Otro punto destacable de su ética laboral y artística es que el dinero no era el fin. Pese a ser un artista muy cotizado, siempre buscaba modos de escapar de la lógica mercantil. “Los negocios, advirtió, habían echado a perder el arte contemporáneo, y muy particularmente, la escena de Nueva York. Culpaba de ello a la siguiente generación a la suya, la que, con Jeff Koons a la cabeza, abrazó en la década de los ochenta el dinero sin rubor”, explica en un obituario Iker Seisdedos para El País.
Serra nació en San Francisco (California) en 1938. Es considerado hoy uno de los escultores más importantes de la vanguardia del siglo XX. En 2010, obtuvo el Premio Príncipe de Asturias en España por integrar su obra con la arquitectura circundante o el entorno natural. También dejó una obra como dibujante.
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