Carlos Garaicoa participa en la XVI Bienal de Cuenca, Ecuador

Familia es el título de la obra con la que el artista cubano Carlos Garaicoa (La Habana, 1967) busca, dentro de la XVI Bienal de Cuenca, en Ecuador, reflexionar en torno a los ejes migratorios y las políticas de segregación dentro de comunidades de exiliados. La instalación se podrá ver hasta el 8 de marzo de 2024 en la Capilla del Museo de la Medicina.

Garaicoa construye un paisaje de rememoración. Lo hace desde el objeto, desde el patrón de costura, desde una idea en la que nuestros cuerpos no son más que pespuntes y nuestras familias una tela tipo patchwork. Cientos de patrones diferentes realizados con vidrio, papel y cartón. Patrones de una familia, la más íntima, la de todos los días, junto a moldes de otras familias desconocidas, otras familias que también nos pertenecen, de alguna manera.

Familia habla, como ha informado Carlos Garaicoa, “de una historia personal e íntima, del exilio de mis abuelos de Ecuador a Cuba en los años treinta, y de mi propio exilio hacia España hace quince años”. La primera parte de la obra “es un retrato de los cuatro miembros de mi familia (mis dos hijos y mi esposa) realizado a partir de patrones de sastrería hechos en cristal; un retrato contemporáneo que obvia la descripción fotográfica para centrarse en las medidas reales de cada cuerpo”.

Más de mil patrones de habitantes de Cuenca se incorporaron a la instalación, “conformando una voz grupal y un retrato de la emigración contemporánea, que tanto impacto ha tenido en Ecuador y en Cuba en los últimos años”. Cuenca es una ciudad de sastres, afirma el artista, de ahí que la obra se apropie “de esta tradición para hablar de movimientos de personas, de emigración, de exilios, abandono, economía, muerte y renacimiento de esa Familia propia y construida, que, en la necesidad y búsqueda de nuevas vidas y futuros, encuentran y conforman nuevas experiencias sociales y culturales”.

La primera impresión ante la obra es la de un bosque terroso, un bosque en otoño, un bosque no en quietud (aunque la quietud de los percheros de pie, niquelados, contribuya a pensar lo contrario) en la que cientos de hojas, entre castañas y ámbar, caen lentamente y son el sedimento de la vida por venir. Familia reúne patrones y los coloca uno al lado del otro, los adecenta, los asienta, los calma. Pero en el medio de todo hay patrones de cristal. Cuerpos traslúcidos. El gesto de medir un cuerpo que no observamos. Un cuerpo frágil. Frágil e inasible. El gesto de medir un cuerpo que nos mira desde la trasparencia y no desde el versicolor de los vitrales. La transparencia es el exilio del color.

El segundo momento de este retrato, dice Garaicoa, “trasciende el ámbito familiar para conformarse en un retrato de amigos muy cercanos, también en el exilio. 38 personas de un círculo muy reducido han sido medidas y retratadas a través de patrones de costura. A cada uno de ellos se les ha diseñado un traje y han sido invitados a formar parte de esta obra que es, a su vez, formar parte de esta «fiesta» social y crítica que es el arte”.

La obra de Carlos Garaicoa se distingue por establecer un diálogo experimental con el genius loci de las ciudades contemporáneas. Leemos en el sitio web de la Bienal de Cuenca: “Su práctica artística multidisciplinaria abarca escultura, fotografía, dibujo, instalación y arquitectura para abordar temas que van desde las corrientes utópicas del siglo XX hasta el terreno político y económico de la globalización poscolonial, explorando las estructuras que configuran nuestro entorno, tanto físico como conceptual. Garaicoa logra conjugar la poesía y la crítica, sugiriendo tanto intimidad como provocación al examinar las superposiciones y divergencias de las estructuras lingüísticas, políticas, sociales y artísticas que sustentan la sociedad”.