Detalle de 'Saturnino II', Rocio García, 2023
Detalle de 'Saturnino II', Rocio García, 2023

Cuando se recibe una invitación tan lujosa como esta, así sea en medio de unos veranos más ardientes que recuerde La Habana, no queda otro remedio que acudir a la cita, y hacerlo además con las mejores galas. La noticia había corrido de boca en boca, en medio de las angustias de la sobrevida, y por encima de esos calores, de esas ausencias y carencias que han convertido a la ciudad en una suerte de desierto rojo sin Antonioni. En una capital cuyo único cardinal es la canícula misma, la propuesta se antojaba una ocasión que no se podía desdeñar. La Gran Dama de San Petersburgo, mujer misteriosa como las que ya no abundan, anunciaba su nueva exposición. Y quienes hemos seguido sus pasos, y acumulamos entre los papeles más queridos los catálogos de sus muestras anteriores, no íbamos a perder la oportunidad de asomarnos al acontecimiento, acaso con la esperanza no solo de ver y ser parte de sus nuevos lienzos, sino incluso de saber algo más sobre ella, que cuida con mano rigurosa (la misma con la cual traza esas imágenes arrasadoras a golpes de color implacable), cualquier detalle sobre su enigmática existencia.

La Gran Dama de San Petersburgo vuelve a exponer en La Habana. Y, por si fuera poco, en plena crisis de alimentos, decide aliarse con un nuevo personaje: el Gran Chef, alias Patica de Pollo, para redondear su invitación. O quién sabe si no es mejor decir: su incitación. Porque nadie como ella sabe hacerlo de modo tan alucinante.

La Gran Dama de San Petersburgo es, por supuesto, Rocío García. En esa ciudad, durante los años en que el Gobierno soviético aún la señalaba en el mapa como Leningrado, estudió ella, tras haber sido alumna antes de San Alejandro, recibiendo en aquella otra ciudad una influencia que luego supo matizar y convertir en un sello indudablemente propio, bajo la luz tropical a la que regresó a inicios de los ochenta. Para inicios de la siguiente década, ya la Gran Dama, creadora de personajes y de una serie de rostros, cuerpos y deseos que cada vez se hacen más suyos, pintaba geishas. Luego vendrían marineros, domadores, asesinos, agentes del espionaje, policías, escenas de thriller y sexo a ratos tocadas por la nieve que cae del otro lado de la ventana; acaso un eco de aquel San Petersburgo que fue la ciudad de los zares, y que hoy ya ha vuelto a tener ese nombre imperial.

'Saturnino I', Rocio García, 2023
‘Saturnino I’, Rocío García, 2023

Lo que queda tras todo ello es el paisaje propio en el cual Rocío García ha crecido como uno de los nombres actuales de las artes plásticas cubanas capaces de hacer, de cada exposición personal, una suerte de acontecimiento que sus admiradores reciben como una provocación y un nuevo impulso. La Gran Dama sigue teniendo ases bajo la manga, vale decirse. Y esta nueva exhibición, abierta en la galería El Apartamento de El Vedado habanero, lo demuestra a través de una serie de lienzos de gran formato que confirma de qué modo color e inteligencia se combinan bajo su mano para sacudir al espectador, así sea en ese local donde el poderoso aire acondicionado contrasta de manera casi brutal con el hervor que raja el pavimento, más allá de sus muros.

El Gran Chef, alias Patica de pollo es una exposición para tiempos de cacería. La crisis, el hambre, la angustia de una realidad que pare monstruos bajo la dura luz del mediodía, todo eso ha subido algunos de los tonos de la paleta que la pintora y Gran Dama ha elegido para las nueve piezas que, como ha de ser, hablan por sí solas. Su interés por la relación ser humano/poder, la agonía con la cual nos devoramos unos a otros y otras, la presencia del sexo como otro acto de caza y dominio sobre el más (aparentemente) débil, son pautas que ella ha manejado con anterioridad, y que aquí se concentran en un muestrario que sintetiza, bajo el ahogo de este momento, esas claves en un contrapunto agudo, donde la ironía que siempre le ha sido útil, desata metáforas y evita aclaraciones innecesarias.

Alzada como un juego de complicidad, empleando un único texto breve que se lee en uno de los muros de El Apartamento, Rocío García deja clara su maniobra. Y lo hace con el rigor de su mano bien entrenada, con la perspicacia de quien aspira a que la obra se complete en el ojo y sobre todo en la mente del visitante, como un comentario puntual y al mismo tiempo rico en matices de lo que está del otro lado de sus lienzos. Es eso lo que sigue siendo una constante de su obra, más allá de los personajes que vuelvan o no a su trazo, lo que la convierte en dueña de una narrativa donde el color y la sagacidad son igualmente importantes. Ella narra desde el color, y sus distintas influencias (el expresionismo, Bacon, el art brut, el aliento de los fauvistas…) han derivado en una mixtura de provocaciones que nos recuerda que no estamos solo ante una pintora en pleno dominio de su lenguaje, sino además ante alguien que nos devuelve las preguntas más urgentes desde otra escala de texturas y provocaciones.

En el desasosiego de la cola del pollo, de lo que no hay, mientras un cocinero español ocupa horario estelar explicando a los cubanos qué cosa es una pretendida cocina de alto concepto cuando escasean hasta el azúcar y lo más elemental, la Gran Dama de San Petersburgo nos avisa que tal vez acabemos comiéndonos nosotros mismos. O que alguien, un Poder Mayor, ya nos devora, ya nos devoró, y solo estamos regurgitando en su Gran Estómago los restos de una realidad que se ha vuelto dantesca. Dos piezas esenciales son Saturnino y Saturnino II, que desde el título de los lienzos que nos muestran a esa boca de dientes afilados que devora cuerpos humanos descabezados, nos remite a las pinturas negras de Goya, a la célebre frase acerca de lo que un dios acaba haciendo con sus propios hijos, y al devenir de una utopía que, cuando ya no tiene quien sea capaz de pensarla, acaba convirtiéndose en un alimento que no recicla bien alguno.

'El coleccionista', Rocio García, 2023
‘El coleccionista’, Rocío García, 2023

Es mediante obras como esas que Rocío García nos dice que amén de las celebradas piezas donde ha sacado del closet los deseos más secretos del deseo homosexual en nuestras artes plásticas cubanas, ella ha sido siempre portadora de otras interrogantes y urgencias, que la conectan a la gran tradición de provocadores de nuestra pintura en la que aparecen figuras tan notables como Antonia Eiriz, Umberto Peña o Rafael Zarza. Con esta muestra ella añade otro matiz de violencia en tanto comentario de un instante tan ríspido como el que vivimos, que la subraya en esa tradición, que confirma que no se ha dormido en los laureles ni muchísimo menos la ha llevado a quedarse repitiendo (como tantos casos que ya rayan en la caricatura) la imaginería de éxito en la que otros pintores y pintoras de Cuba parecen haberse adormilado. La violencia extendida como eco del boxeo, del sexo, de la vida familiar que deviene rutina, cacería nocturna de cabezas mitológicas y genitales expuestos, es parte de esta cena que el Gran Chef, alias Patica de Pollo, nos devuelve en un menú kafkiano, pero desde una gama donde lo tropical, intenso y retador, nos golpea al tiempo que nos seduce bajo otras máscaras.

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El Gran Chef no tiene rostro. Lo oculta bajo una máscara. Acaso tampoco tenga realmente cabeza, como ocurre con la figura que protagoniza El coleccionista, en ese entorno violeta/violento. Para El Gran Chef, como muestra el tríptico bajo ese título, los demás son cuerpos decapitados cuyas extremidades acaban en patas de pollo, como hipogrifos sin leyenda, como animales sin nada que contar, salvo la hora en la que al fin serán sacrificados. El Gran Chef reina en la cocina y en el Matadero. En el Gran Matadero naranja también violento. Y en la casa donde el noticiario que vemos en la televisión solo repite eso: cuerpos sin cabeza. Como si todos fuéramos gemelos de una María Antonieta hombre/mujer/pollo, repetidos en una multitud que ya no puede de veras saludarse. La Gran Dama habrá aprendido en San Petersburgo los secretos de las grandes revoluciones, y sabe que la política es un plato difícil de hornear, de servir, de disfrazar antes de que lleguen los postres.

'La sopa', Rocío García, 2023
‘La sopa’, Rocío García, 2023

Como en “De sobremesa”, uno de los poemas póstumos de Virgilio Piñera, el acto de comer deviene espejo de otras hambres, de otros miedos. Eso pensé ante estos lienzos de Rocío García, repasando los versos piñerianos: “Frituras de seso, sopa de fideos, gateaux a la crême./ Eres un falso. Qué vida esta. Mañana será otro día. / A Rebeca le nació un niño deforme. Qué ricas las frituras. Debo / ir al velorio de mi primo. No le pongas tanta sal a la ensalada. / Contra todo lo esperado nadie grita ni se apagan las luces”. En su pared blanca, el párrafo que la pintora/Gran Dama nos deja leer, culmina así: “Kafka dijo que… Ñoooo la cola del pollo hoy sí está violenta!! si tengo que hacerla otra vez me suicido. Dónde estará ese tipo? Jamón de Pavo? Yo nunca he comido eso, los perritos sí por eso estamos tan mansos. Respira brother! qué te pasa tú!? te quedaste dormido? Dale asere métele a la sopa para que se te quite la resaca…”

Por encima de cualquier detalle, no parecería que, entre el poema de 1977, y las frases entresacadas por La Gran Dama, flotara un ahogo que no sea peligrosamente idéntico. “Vaya, tú crees que de verdad eres libre?” se lee al inicio de esa frase en el muro. Y sobre esa idea, esa pregunta recurrente, se levantan las alucinaciones que adereza el Gran Chef, cocinándolo todo a fuego lento y avasallador.[1]

La Gran Dama lo ha hecho de nuevo. Ha salido de su retiro aparente, en el cual vuelve a empuñar el pincel mientras la ciudad se ahoga en su algarabía y ardor, en su punto de respiro que ya casi no es el mar, y ha regresado para deslumbrarnos y provocarnos con esos lienzos. La invitación en nuestras manos es solo un reclamo para que no faltemos a una cena tan inquietante. A una cita con estas nueve piezas que exhibió en la galería El Apartamento, ante las cuales no sabemos si seremos devorados por lo que en ellas asoma, o si, arrastrados hasta el delirio por todo lo que en sus golpes de color se nos revela, no acabemos nosotros devorándolas a ellas. O a nosotros mismos.

'Saturnino II', Rocio García, 2023
‘Saturnino II’, Rocío García, 2023

Notas:

[1] “De sobremesa”, en La isla en peso, obra poética de Virgilio Piñera, Ediciones Unión, 1998. La cita del párrafo que se muestra junto a las obras de El Gran Chef, alias Patica de Pollo es literal, según aparece en el muro de la galería El Apartamento,

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NORGE ESPINOSA
Norge Espinosa Mendoza (Santa Clara, Cuba, 1971). Dramaturgo, poeta y ensayista. Licenciado en Teatrología por el Instituto Superior de Arte de La Habana. Sus obras teatrales han sido puestas en escena por grupos como Pálpito, Teatro El Público o Teatro de las Estaciones, en Cuba, Puerto Rico, Francia o Estados Unidos. Entre sus textos destacan: Las breves tribulaciones (poesía), Ícaros y otras piezas míticas (teatro) o Cuerpos de un deseo diferente. Notas sobre homoerotismo, espacio social y cultura en Cuba (ensayo). Es un reconocido activista y estudioso de la comunidad LGBTQ cubana. Su poema “Vestido de Novia” se ha convertido en himno de las reivindicaciones de este grupo.

2 comentarios

  1. Genial 👏 de los artículos que más describieron lo que se siente al ir a la Expo. Todos los aplausos para La Patrona del Color en Cuba. ❤️ y q nos regale muchas cenas más como estas.

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