Imagen de la muestra 'La Locura no tiene cura', de Leandro Feal
Imagen de la muestra 'La Locura no tiene cura', de Leandro Feal

Quien enferma de locura, no tiene cura
Marqués de Santillana

Hay un estilo específico de la fotografía contemporánea que consiste en encontrar en la noche el centro de operaciones artísticas, cuando el registro con aspiraciones estéticas deviene también documento epocal. Al comprender la fotografía como una manera de iluminar los detalles precisos de la fiesta, Leandro Feal continúa una tradición del retrato grupal pictórico. Con una serie de imágenes de personajes, sus retratos se ocuparon del trasiego nocturnal, a través de gestos y señales censurables para un régimen político, de los jóvenes cubanos nacidos en la década de los ochenta, quienes no terminaban de reconocerse en el desarrollo castrista a un nivel vital, simbólico y político. Ciertamente, introducir la cámara fotográfica en espacios privados es una forma de compartir y hacernos entrar en un locus particular, en esa aparente locura que supone encontrar un espacio común de resistencia frente al orden biempensante.

En las fotografías de Feal se puede seguir por un instante el registro de los movimientos del cuerpo, acompañados de otros materiales como objetos o videos que se unifican alrededor de los signos de rechazo o enfrentamiento ajenos al desarrollo del carácter festivo. Cuando recientemente presentaba la muestra La fiesta vigilada (galería Cibrián, San Sebastián, 2023) se comprueba que las fotografías nos introducen como participantes y testigos de lo que estaba ocurriendo en aquellos años de aparente transformación de la vida política cubana. Se trataba de los cuerpos marginales de aquellos participantes en la vida cultural que fueron fortaleciendo su carácter de oposición con herramientas artísticas adecuadas a los nuevos tiempos.

Leandro Feal viajó a España en el año 2008 y fue a parar a un espacio donde podía encontrar un espíritu cercano al que venía retratando en Cuba. En 2011 entró en La Locura No Tiene Cura, un bar detrás de la Gran Vía del que nadie sabía con certeza cuando cerraba y donde podía pasar de todo en esa estricta alimentación corporal y espiritual necesaria para el buen desarrollo de una noche. Su barra era un límite difuso porque junto a los platos de fruta podía practicarse el autoconsumo al topar con alguna botella. No hay muchos establecimientos que ofrezcan este tipo de alimento en sus barras como si estuviéramos en una pintura de Manet, cuando en lugar de una camarera, un espejo y un cliente espectral, el reflejo de la vida nocturna aparece transmutado en los detalles de un establecimiento iluminado donde cabía hasta una sala dedicada a Velázquez. Si tenías hambre, podía abrirse por sorpresa la puerta con alguien que traía una bandeja enorme de porras y churros anunciando la llegada del día. En sus paredes abundaban mensajes y referencias pictóricas, imágenes y carteles, todo un repertorio estético que ayudaba a reconocer el ambiente propicio para unos especímenes con marcados intereses conceptuales vitales: artistas, travestis, prostitutas y clientes que trabajaban en una zona marcada por la degradación del barrio y que allí encontraban un refugio acogedor.

Resulta una coincidencia curiosa que Leandro Feal saliera de Cuba fotografiando espacios durante celebraciones festivas y llegara a Madrid cuando se estaba viviendo también el desarrollo del movimiento 15 M. Comprendido como una reacción inicialmente juvenil hacia el sistema de gobierno español, se convertiría en uno de los pocos momentos de promesa utópica que han quedado en las últimas décadas. Era la ocupación de la Puerta del Sol, la celebración de asambleas en las plazas, la duración de un espíritu que hoy sabemos fagocitado por los profesionales de la política. Pero en aquella ciudad efervescente había una tradición fotográfica que bullía en los establecimientos de Malasaña desde los tiempos de la Movida (Jesús Sebastián, Miguel Trillo, Alberto García-Álix) y se vivían los problemas asociados con la vida nocturna y las limitaciones legales de los horarios de los bares. Era un tiempo con numerosas prohibiciones que condujeron a repensar nuevos modos de celebrar la vida oculta en las ciudades, al socaire de los bailes encontrados en oscuros afterhours y otro tipo de establecimientos dedicados a la exploración de la noche.

Como muestran las fotografías de la exposición La Locura no tiene cura, Leandro Feal, podemos entender el espíritu de convivencia entre los personajes que allí aparecían espectralmente a partir de ese intervalo al amanecer cuando volvía a abrirse la puerta de un lugar único y la noche y el día se confundían. En ese espacio propicio a la distorsión de los reflejos especulares, no hay rastro de nostalgia en tanto una manera de acercarnos a las conversaciones que allí se dejaron entre el humo, los sonidos de cristales y el bullicio adecuado a una noche de cura más que de locura. De algún modo, todo parecía salir como de una pintura o de un espejo, como muestra esta instalación que reconstruye conceptualmente aquel espacio preciso de encuentro a través de imágenes inéditas recuperadas como prueba de la filiación del artista con el azaroso movimiento de los cuerpos en libertad.


* Este texto recoge las palabras del comisario de la muestra La Locura no tiene cura, de Leandro Feal, inaugurada recientemente en Calle Ramón Luján 78, Madrid, y que presenta una selección inédita de fotografías y video realizados en el año 2011 en el bar madrileño La Locura durante una serie de noches coincidentes con el inicio del movimiento 15M.

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JOSÉ LUIS CORAZÓN ARDURA
José Luis Corazón Ardura (Madrid, 1973). Ensayista, curador y poeta. Profesor de Comunicación Audiovisual y Artes Escénicas en ERAM (Universidad de Girona) y en el Departamento de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado, entre otros, los ensayos La escalera da a la nada. Estética de Juan Eduardo Cirlot (2007) e Historias de autómatas. Conversaciones con Sigfrido Martín Begué (2016). Es también autor del poemario Devastar, sombra (2014). Entre sus curadurías artísticas destacan Res Publicae. Intervenciones del capitalismo en el videoarte español actual (2011) o Román Gubern. La imagen expandida (2019).

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