
El artista José Ángel Nazabal se ha instalado en el paisaje del arte cubano contemporáneo con la misma complacencia con que posan los personajes de sus obras. Varios críticos ya han llamado la atención sobre su trabajo, movilizados, a un mismo tiempo, por la riqueza de su construcción plástica y por las resonancias de sus ideas. Detrás de una obra abiertamente satisfecha con la imagen, la apariencia física, la cosmética, los críticos advierten una cabeza negadora.
Y justamente ahí radica una de las singularidades más sugestivas de la obra de José Ángel Nazabal. La sustantivación del artificio visual –deudor del mundo de la moda, de los códigos del imaginario cuir, del cine– no acontece como obturación o indiferencia del sentido, sino que supone su dinamitación.
El crítico Andrés Isaac Santana comenta con elocuencia que “el elemento subversivo y desarticulador” de las obras de este artista se encuentra “en el poder irrevocable de la seducción”. Con ello hace referencia a la potencia con que la experiencia sensual de la imagen (la seducción plástica) abre paso a un pensamiento revolucionario, un pensamiento rebelde capaz de exponer, con portentosa honestidad, un perfil característico de las identidades sexuales contemporáneas.

José Ángel Nazabal se identifica a sí mismo “como una persona cuir” y, por supuesto, esa diferenciación deviene el núcleo primordial de su creación, al punto de nutrir todos los planos de su obra, no sólo los personajes o las escenas representadas. De ello parten y a ello tributan también el manejo del color, el diseño de los espacios, la instrumentación de los referentes visuales y temáticos.
Luego está la manera en que todo esto se engarza con lo estrictamente discursivo. Por lo general, las obras de Nazabal retratan personajes masculinos que parecen aceptar que la vida comienza y acaba en el cuerpo. A veces vestidos, a veces desnudos, a veces mostrando apenas un detalle de su realidad física, estos posan siempre seductoramente, se muestran, se complacen de sí mismos, en ocasiones con una picardía que flagela la mirada de quien observa. Porque, además, estos personajes se saben contemplados; Nazabal hace obras voyeristas, en la que los individuos que las habitan disfrutan flirtear con el espectador.
Es por esto que el erotismo resulta el arma principal a través de la que se expresa el discurso político del artista, eso que Andrés Isaac Santana reconoce como la asunción de “una nueva emancipación”. Nazabal despliega una trasgresión a las ideologías que continúan relegando las sexualidades diferentes, y esa trasgresión es definitivamente una trasgresión erótica. En su trabajo, la subversión del entramado “normativo” no acaece como tragedia sino como goce, celebración, satisfacción de uno mismo. No por gusto los personajes de estas obras resultan encantadoramente narcisistas. En la propia teatralidad con que el artista los retrata –en la pose provocadora, en el gesto seductor– se instala un grito de libertad.
De este modo se ha convertido en uno de los artistas cubanos que en la contemporaneidad sostiene un discurso militante respecto a las identidades, los imaginarios y las subjetividades cuir, y por ello he querido conversar con José Ángel Nazabal, y para explorar un poco más algunos de los perfiles de su creación. Esta entrevista se quiere sumar, además, a un grupo de textos con los que Rialta quiso celebrar el orgullo LGBTIQ+ el pasado junio.
Ángel Pérez

En tus obras hay una seducción que rebasa lo temático, una seducción estrictamente visual, proveniente del estilo personal que has consumado. Me gustaría que comenzaras hablando un poco sobre tu proceso de trabajo, las técnicas que manejas… ¿Qué metodología hay detrás de las piezas de José Ángel Nazabal?
Antes de hablar de técnicas o de procesos de trabajo, primero me gustaría aclarar algo. Aunque soy egresado de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, considero que todo el bagaje y el imaginario de representación gráfica adquirido en mi experiencia universitaria como estudiante de arquitectura ha sido fundamental para definir lo que hago en mi trabajo como artista. En San Alejandro me enseñaban constantemente a esconder el concepto o la idea detrás de la imagen, luego en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo se trataba de manejar un lenguaje más diáfano y sintético, de establecer procesos interpretativos diferentes, la propuesta conceptual tenía que quedar bien clara a través de lo visual.

En mi obra predominan las técnicas de dibujo, dígase acuarela, lápices de color, tinta. Siempre en pequeño formato, sobre cartulina. Ahora bien, gran parte de mi trabajo, a pesar de que comienza con una técnica de dibujo tradicional, analógica, concluye de manera digital. La obra empieza en el papel, creando lo que denomino matriz, que en otras palabras es un dibujo a línea sin claroscuro alguno, de tinta sobre cartulina. Esta matriz vendría siendo equivalente a la utilizada en el grabado, donde, a partir de la reproducción de la misma, se pueden alcanzar múltiples resultados. Este dibujo es posteriormente escaneado para completar la pieza de forma digital. Una vez digitalizada utilizo documentos de archivo, cubiertas de libros antiguos y papeles deteriorados –que han sido a su vez digitalizados con anterioridad– y los empleo sin modificar sus tonos o colores.

Creo que uno de los aspectos más contundentes de tus obras, incluso en un sentido político, es la asunción de las voces cuir. Quisiera que abundaras sobre tu relación con el imaginario cuir, que indagaras en cómo lo incorporas a tu imaginario estético.
Yo me identifico como una persona cuir, por lo tanto, esa asunción de voces cuir parte de mí mismo, de mi propia experiencia vital. En este aspecto no existe incorporación de un imaginario prostético o desconocido para mí. Me sitúo en la periferia porque formo parte de ella y desde esta posición me manifiesto. Me interesa indagar en la dimensión simbólica del lenguaje y sus trampas, en los problemas comunes que me rodean, en las historias de mi círculo cercano, las vivencias que me comparten otras personas abiertamente cuir, con quienes me comunico por Instagram sobre todo, o los sueños que me cuenta mi novio.
El dispositivo cuir es tan abarcador y diverso que me resisto a la clasificación taxonómica, a la definición de un imaginario cuir tipificado o colonizado. Creo que se trata más de los mecanismos y de la capacidad intrínseca de cada cual para subvertir o disentir.

Definitivamente, el erotismo resulta un factor esencial en la conformación de tu estilo; llega a ser incluso un elemento estructurador del discurso. El erotismo, en tu caso, nace en la propia elaboración formal, en la concepción plástica, en la singularidad del dibujo y el uso del color, y se extiende a la tematización. ¿Pudieras comentar acerca de tu relación estética con el erotismo?
Ahora que lo pienso, mis artistas preferidos durante la etapa de la academia eran artistas principalmente figurativos, conocidos por tratar temas eróticos. Me refiero a la obra de Jenny Saville, Lucian Freud, Francis Bacon y David Hockney.
Con esto del erotismo debo sustraerme de nuevo a lo vivencial. Durante mucho tiempo al único sujeto que dibujé fue a mi novio. Esto ocurría de forma natural, pasábamos la mayor parte del tiempo en el cuarto que también era el estudio, ahí leíamos poesía, discutíamos sobre arte, él escribía y yo lo observaba mucho. A veces lo veía en una posición interesante y me ponía a dibujarlo, otras veces le pedía que adoptara una postura en específico y a partir de ahí me inventaba una composición o un estudio anatómico. Durante esos primeros años sobre todo sólo me interesaba hacer dibujos de Enzzo. Eran piezas que salían de la más absoluta intimidad, del intercambio erótico en pareja, de cosas que nos pasaban cotidianamente.
Aunque de forma colateral, la literatura también ha jugado un papel importante en la conformación de arquetipos de mi propio imaginario. En mi obra también hay escenas, personajes, que se desprenden de lecturas que me ha compartido Enzzo, de autores como Yukio Mishima o Jean Genet, por citar dos ejemplos.

Me llama muchísimo la atención la focalización que pones sobre el cuerpo masculino. Consigues hacer de la intimidad del cuerpo, de su exposición, de su desnudez, una suerte de subversión de los códigos dictados por los discursos genéricos hegemónicos. Me interesa que abordes más sobre tu interés (visual/estético/discursivo) en el cuerpo masculino.
Mi obra parte, en gran medida, del deseo frustrado, por tantos años de clóset, sobre el cuerpo masculino. Cuando vives tantos años reprimiendo tu sexualidad, por algún lado tiene que salir.
Ahora concibo el cuerpo como un producto de la construcción discursiva y como un espacio de posibilidades interpretativas que puede ocupar las más disímiles posiciones. El cuerpo masculino me intriga desde siempre, empezando por un interés que es autorreferencial, que parte de la relación que establezco con mi propio cuerpo y las numerosas formas que encuentro de autoficcionarme y de autoexpresarme a través de él. El cuerpo masculino es un espejo un tanto gastado en el que me reflejo como hombre. La opacidad que me devuelve esa imagen me descontenta la mayoría de las veces. En el gran relato de la historia del arte occidental, creo que el cuerpo masculino se ha colocado en un puesto hegemónico y esto ha dado lugar a una sobrerrepresentación del hombre en el arte, por lo general, un hombre blanco o europeo, cis, heterosexual, de capacidades funcionales normativas. Esta sobrerrepresentación no responde a la realidad poblacional, ni a la del planeta, ni a mi propio universo creativo. Por lo tanto, me ha interesado reflejar otras formas de deseo y de representación entre los hombres, así como también trato de no privilegiar la anatomía genital a la hora de definir la sexualidad de los sujetos con los que trabajo.
Una de las cosas que más me divierte e instruye es leer a Paul B. Preciado. Coincido plenamente con su diseño de un contrato contra-sexual “para permitir que los cuerpos se reconozcan a sí mismos no como hombres o mujeres, sino como cuerpos parlantes, reconozcan a los otros como cuerpos parlantes”. Es una de las cosas que busco cuando trabajo el desnudo, que estos cuerpos se comuniquen al máximo de sus capacidades y posibilidades.

La organicidad con que incorporas en tu obra referencias de procedencias muy variadas es sumamente notable, desde la cultura pop, el mundo de la moda y la publicidad, el diseño, la Historia del arte misma… ¿Cuáles son las referencias que nutren tu creación? ¿Qué referentes crees que han marcado/afectado tu visualidad con mayor determinación?
Mi imaginario iconográfico parte de múltiples retazos extraídos de muy diferentes producciones culturales. Existen numerosos artistas que me han marcado, sobre todo autores asociados a la Nueva pintura o a la neofiguración, como decía antes, pero innegablemente el cine es uno de mis referentes principales. Por ejemplo, tengo un vínculo muy fuerte con la poesía y la experimentación visual de esos primeros filmes de Derek Jarman o con los ambientes que explora el New Queer Cinema, sobre todo en las películas de Gregg Araki, Isaac Julien y Todd Haynes.
Me nutro constantemente de la cultura pop y de sus ídolos, a su vez, el culto de ídolos es una de las características principales de la cultura queer. Sobre todo, me siento influido por el mundo drag, donde el propio travestismo se convierte en un arma de subversión política y al mismo tiempo constituye un espectáculo artístico capaz de emitir un mensaje muy concreto. Nunca me pierdo una temporada de RuPaul’s Drag Race.
Mi principal fuente de información visual proviene de Internet. Cada vez que abro Instagram tengo acceso a diferentes cuentas que me resultan inspiradoras, desde celebrities hasta los no famosos. A través de Internet consumo mucha moda y diseño creado por personas queer y artistas no binarios, que a su vez sostienen discursos muy rompedores que tienen que ver con la visibilización de los derechos sexuales y todo esto también me inspira mucho.

Mantienes una labor activa como ilustrador con diversas revisas culturales cubanas. ¿Pudieras comentar un poco esta zona de tu trabajo? Me interesa también que hables sobre tu vínculo específico con Q de Cuir.
Siempre me exijo tener un determinado vínculo con lo que estoy ilustrando, aunque la ilustración tenga la finalidad de acompañar un texto escrito por alguien más. Es un trabajo muy imaginativo en el que intervienen varios factores; es crucial la investigación previa que hago para crearme una mirada crítica sobre el trabajo que voy a ilustrar. Mediante un primer acercamiento a ese texto o filme (en los casos en que he diseñado posters cinematográficos), obtengo documentación y referentes visuales que luego son fundamentales para desarrollar la imagen.
En el caso específico de Q de Cuir, ha sido un privilegio trabajar con un proyecto tan necesario y pertinente en el contexto cubano actual, una revista concebida desde la propia comunidad LGBTQ+ donde se debaten y visibilizan otras realidades ciudadanas que brillan por su ausencia en los medios de difusión de corte oficial, y que tiene como objetivo coadyuvar al empoderamiento de la comunidad cuir de nuestro país. Además de ser un privilegio, es siempre gratificante apoyar mediante mi trabajo aquellas causas en las que creo y de las que también formo parte.

Cuéntame un poco, para finalizar, sobre tu experiencia con Enzzo Hernández en la historieta Nuca y Namoro.
Como había dicho antes, Enzzo es mi pareja, con quien llevo una relación de 8 años. En todo este tiempo nos hemos acompañado en varios proyectos personales y de conjunto, proyectos académicos, artísticos, familiares. La historieta es un medio que descubrimos juntos y que siempre hemos trabajado en equipo. Nuestro primer contacto con el cómic fue en 2019, a través de Kronikas, un proyecto de colaboración entre el Gobierno de Bélgica y la Oficina del Historiador de la Ciudad. En esa ocasión celebramos el 500 Aniversario de la fundación de La Habana con una historieta cuir titulada Petricor, ambientada en el Palacio de los Capitanes Generales. Se trataba de una historia de amor entre un muchacho joven y una estatua mutilada, clasicista, de un hombre desnudo. Nos pareció que había cierta justicia poética en eso de intervenir lo patrimonial, de hacer dialogar la fluidez sexual con la arquitectura colonial, sobre todo con un edificio que simbólicamente representó al poderío monárquico y patriarcal en esta isla.
Nuca y Namoro vendría un año después, en 2020, a comienzos de la cuarentena, aunque era una idea que habíamos estado rumiando desde que nos conocimos. La concebimos inicialmente como una novela gráfica de autoficción, estructurada en episodios individuales, donde muchos elementos de la narración corresponden a sucesos reales con sesgos de ficción que matizan el curso del relato. Son nuestras propias experiencias de pareja, expuestas y reconstruidas mediante el recuerdo, los registros fotográficos, SMS, anotaciones y otros archivos personales.

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