'Some Body That I Used to Know', Leticia Sánchez Toledo, oil on canvas
'Some Body That I Used to Know', Leticia Sánchez Toledo, oil on canvas

En una de las obras de la muestra personal Pausas íntimas, que se puede ver en el Pan American Art Project de Miami, desde el pasado 23 de septiembre y hasta el próximo 4 de noviembre), Leticia Sánchez Toledo nos hace ser alguien que se ha colado en el jardín de una morada, para espiar, para observar de lejos la intimidad del personaje, y nos convierte así, en el acto, en viciosos voyeurs. La escena consiste en la estancia de una casa, en la que una mujer duerme, bocabajo, en un sofá o diván. En el piso sobre la alfombra vemos una copa aún con bebida, un libro o papeles regados. La ropa, azul, solo le cubre hasta las nalgas, el muslo desnudo nos hala la mirada. Pero no podemos entrar allí, no podemos acercarnos, la artista ha marcado nuestro punto de observación lejos, afuera. Para colmo, ha atravesado el tronco de un árbol entre nosotros y ese cuerpo. Sabemos que es de noche, la oscuridad se filtra por la esquina superior izquierda, y dentro una lámpara ilumina toda la habitación. La luz impacta en el cabello rubio de la mujer, rebota en las paredes y también sale por la puerta hacia el exterior; aunque las paredes de cristal crean una división ficticia entre ambos espacios porque podemos verlo todo, podemos merodear ese interior con la mirada, solo que a cierta distancia. El título del cuadro (Veiled Light Awakens in Dreamful Reverie) remarca lo que experimentamos a nivel sensorial: luz cálida, ensoñación, envidia de quien duerme de manera tan placentera y gran curiosidad por lo que sueña después de haber consumido, quizás, varias copas de vino.

'By Lamp Light', Leticia Sánchez Toledo, oil on linen
‘By Lamp Light’, Leticia Sánchez Toledo, oil on linen

Leticia Sánchez Toledo es ya una artista con total dominio de ese juego astuto con la mirada del espectador, que es propio de la pintura. En sus primeras series se trataba de una pintura que miraba al cine con necesidad intertextual, una pintura que le robaba al cine instantes, escenas, composiciones, personajes, atmósferas. Pero hoy, ante su trabajo más reciente expuesto en Pan American Art Project, quiero afirmar que la pintura de Leticia se estructura sobre una metáfora intermedial, eso es: su pintura simula emular un plano cinematográfico, pero esa simulación encubre un acto de soberbia reafirmación de su especificidad como lenguaje visual estático. Por tanto, estamos hablando de una pintura conceptual y no meramente representacional. Conceptual porque sabe convertir lo que le diferencia del cine en contenido pictórico. Leticia nos crea el deseo, la curiosidad, el morbo, el afán voyerista que puede generar un plano cinematográfico, pero nos abandona en ese umbral, nos deja varados en el punto exacto desde dónde quiere que miremos la realidad visual que ella construye. Después del goce y la agonía, de la impotencia de querer ver más y de solo poderlo hacer con la imaginación, comenzamos a entender el sutil rejuego de ambientes sensoriales y perspectivas de la mirada, la reflexión propiamente estética que subyace en sus obras.

'Veiled Light Awakens in Dreamful Reverie', Leticia Sánchez Toledo, oil on Linen
‘Veiled Light Awakens in Dreamful Reverie’, Leticia Sánchez Toledo, oil on Linen

El cine nos agarra la mirada y nos la arrastra por todo el interior del plano, hace que dance al ritmo del montaje, que salte de un encuadre a otro y en ese tránsito le obliga, a nuestra mirada, a detenerse aquí o allá, en un rostro, un objeto, un fragmento de cuerpo, o en un ambiente amplio y repleto de información. Y cuando se nos deja por breves segundos deambular a nuestra voluntad por dentro de esa riqueza visual que es un plano cinematográfico, de forma súbita se nos saca hacia afuera y se nos tira hacia el interior del plano contiguo. Así de prepotente es el cine. Pero las imágenes en movimiento también nos consienten, nos miman, porque de pronto nos dejan ver lo que nos habían hecho desear: ese rostro de cerca, esos labios, ese beso, ese cuerpo desnudo, ese espacio íntimo, esa emoción que se nos hace inexplicablemente conocida; y, sobre todo, nos deja mirar lo que imaginamos que ve un personaje, nos regala el protagonismo de ser otros ojos en otro mundo.

La pintura, por su parte, es más prepotente que el cine. Nos obliga a mirar desde un lugar estático, desde una única perspectiva posible. El cuadro es una imagen cuya estructura interna ya le ha asignado un lugar al espectador, y el diseño de esa dialéctica visual no es negociable. Una vez situados allí, frente al cuadro, no podemos esperar nada más, no se nos regalará un detalle con un close up, no se nos guiará y focalizará la mirada sobre lo importante, no se nos develará lo que ve un personaje, etc. Ese todo estático que es la imagen pictórica es todo lo que hay, debo aprender a mirarlo, sentirlo y comprenderlo desde mi lugar.

'Hands made', Leticia Sánchez Toledo, oil in paper
‘Hands made’, Leticia Sánchez Toledo, oil in paper

Leticia Sánchez Toledo está aplicando estos principios representacionales con maestría. En otro cuadro –Alice– estamos, como espectadores, dentro de los aposentos; esta vez la artista nos acerca más a la intimidad de los personajes, pero es peor. Ella, totalmente desnuda, nos da la espalda. Él, en bata de baño, se afeita frente al espejo. Podemos disfrutar por entero del hermoso cuerpo de la mujer, pero no de su rostro. La artista nos niega el rostro, y ese es el comienzo de la tortura. Ella, con los botines ya puestos, parece caminar hacia el baño, donde está él, mientras se pone un pendiente. La belleza de la escena es la belleza de la intimidad, ese misterio que es la intimidad que vive entre dos personas.

En cine esa intimidad seria fluida, la cámara seguiría al personaje femenino hasta llegar cerca de su pareja, después el contraplano nos mostraría en closeup el rostro del hombre en el espejo. Escucharíamos la conversación, o la música, o el silencio; sabríamos como se tratan, si es de mañana y se visten para el trabajo, o si se visten para una ocasión especial, una cena, una velada, etc. Por tanto, el cine nos hace voyeurs consumados (hasta cierto punto). La pintura, en cambio, nos condena a ser voyeurs insatisfechos. Leticia insinúa sutilmente el movimiento de la mujer, ese es el inicio de una interacción, ella se acercará a él; pero la artista pausa la acción ahí, y la convierte en una pausa íntima. Una intimidad pausada, para nuestra entera contemplación, curiosidad y mortificación de la imaginación. Entonces, todo lo que la artista nos niega tenemos que imaginarlo: el regaño de ella por un rasurado que no termina y se les hace tarde, la nalgada que él le da en la piel viva, el beso de conciliación, la música de fondo o el silencio, el rostro de ella, el vestido que se pondrá y así sucesivamente, ya que siempre habrá imaginaciones más fértiles que otras…

'Mother', Leticia Sánchez Toledo, oil on canvas
‘Mother’, Leticia Sánchez Toledo, oil on canvas

Ahora bien, entrar a esta exposición es entrar también a un contenido emocional, las obras pueden leerse en un plano más existencial. La artista ha confesado que pintar para ella es una manera de poner pausa al ritmo desenfrenado de la vida contemporánea. Leticia reacciona como los artistas románticos espantados del desencantamiento del mundo provocado por la modernización industrial y secular capitalista. Solo que hoy ya no se trata de la vieja modernidad europea, sino de la hiperposmodernidad global, la sociedad del espectáculo y el consumo diseminada en las redes sociales. La velocidad, lo efímero, lo superficial, el collage esquizofrénico, la sobreestimulación, el colapso sensorio perceptual. Entonces Leticia utiliza la pintura como puerta de salida a este mundo contemporáneo que no tiene paciencia para profundizar en una experiencia, para bajar el ritmo, serenar la respiración y abrir los sentidos a los detalles, las sutilezas, los gestos. Esa puerta queda abierta para nosotros, cada obra es una invitación a acomodar los sentidos en lo íntimo de un ambiente, entrar en el misterio, la melancolía, la emoción, el silencio, la calma o el suspense de una historia que debemos recrear fantasiosamente.

Por último, si miramos todos los cuadros, los estudios en pequeño formato para próximas telas, las cabezas en pastel, es fácil percibir que las mujeres son las grandes protagonistas aquí. El trabajo de Leticia Sánchez Toledo se va encaminando hacia una investigación basada en la observación, sobre la experiencia femenina. Ella pinta para observar cómo se comportan esas mujeres en momentos anodinos, cuando no están actuando para nadie sino viviendo para sí mismas. Cómo trabajan en un taller de costura. Cómo una madre disfruta de su bebé en la bendita soledad de la alcoba. Cómo una joven disfruta de su concentración, de la creación, mientras trabaja a la luz de una lámpara. Cómo una elegante dama espera por alguien en total soledad, sentada en un espacioso sofá de un azul tan frio como la nieve que cae fuera, de un hotel, bar o restaurante. Cómo una chica observa a un hombre escribir, o leer, sentados ambos frente a frente en una cama. Cómo dos mujeres jóvenes y bien vestidas conversan mientras fuman y beben, dejándose ver a través de una ventana.

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'Alice', Leticia Sánchez Toledo, oil on linen
‘Alice’, Leticia Sánchez Toledo, oil on linen

Ese “cómo” la artista lo resuelve a base de pura pintura. La subjetividad femenina debe poder verse en sus obras como contenido puramente visual, como atmósfera sensorial; nada de profusión de elementos icónicos con significados explícitos fácilmente mixturables en metáforas anecdóticas, como se ve en tanta pintura por ahí. Leticia hace bocetos porque no quiere improvisación. Selecciona muy bien el encuadre de la imagen total, una decisión que produce sentido por sí misma porque define el ángulo que estructura la mirada del espectador, el cómo se observa el cuadro. El diseño de la composición interna está en función de la descripción naturalista del ambiente, la relación de objetos y personajes en el espacio intenta captar esa vida que transcurre; basta fijarse en los detalles, dan esa sutil sensación de que el personaje tocó los objetos que le rodean apenas un segundo atrás. Y las emociones, el contenido dramático lo crea con el uso psicológico del color; con la expresividad de la iluminación, con aquello que enfría y encubre con sombras o que calienta y revela con la luz; también con la pincelada suave y gruesa, que, no se puede definir como realista ni impresionista ni expresionista. Habrá quien asocie esa pincelada con Edward Hopper o Eric Fischl; y Leticia Sánchez Toledo no esconde sus referentes, pero para mí esa pincelada es una conquista suya, lograda a base de mucho estudio y trabajo.

'A Shared Chapter', Leticia Sánchez Toledo, oil on linen
‘A Shared Chapter’, Leticia Sánchez Toledo, oil on linen

 

No voy a hablar por tanto de la genealogía de artistas de los que Leticia ha bebido para llegar hasta aquí, exhibiendo un estilo propio que ya la define, porque esa lista pedante se podría remontar hasta el barroco holandés, en especial Vermeer, con su descripción preciosista de interiores, sus mujeres como protagonistas, las ventanas y la luz. Además, porque los críticos siempre se empeñan en definir el trabajo de los artistas jóvenes sobre la base de las influencias estilísticas que son más o menos evidentes en una manera de pintar. Me contentaré con decir que Leticia Sánchez Toledo recoge el legado de las grandes pintoras impresionistas, mantiene en el centro de atención a la mujer, sus gestos cotidianos, sencillos y bellos, crea espacios para el deleite de la intimidad, el erotismo, la ternura, la melancolía, el suspense, el misterio, la curiosidad; y hace avanzar su pintura hacia un juego intermedial propiamente posmoderno, en el que la pintura le disputa al cine un tipo de señorío sobre la mirada del espectador, que aquel no puede sostener más allá de los breves segundos que dura el plano.

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HAMLET FERNÁNDEZ
Hamlet Fernández (Cabaiguán, 1984). Ensayista, curador, crítico de arte y medios audiovisuales. Doctor en Ciencias sobre Arte y licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Posdoctor en Educación por la Universidad de Uberaba, MG, Brasil. Profesor de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana. Su trabajo académico, docente e investigativo, gira en torno a temas de estética, semiótica, hermenéutica, teoría del arte y educación artística. Ha obtenido en tres ocasiones el Premio Nacional de Crítica de Arte Guy Pérez Cisneros, que otorga el Consejo Nacional de las Artes Plásticas de Cuba. Con su libro de ensayo La acera del sol... Impactos de la política cultural socialista en el arte cubano (1961-1981), obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Alejo Carpentier 2019.

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