Latinoamérica destaca en la programación del Festival de Cine de Nueva York

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Momento de la filmación de ‘La práctica’, filme de Martín Rejtman. Imagen: COOLT.
Momento de la filmación de ‘La práctica’, filme de Martín Rejtman. Imagen: COOLT.

Cinco películas latinoamericanas se podrán ver durante el 61o Festival Internacional de Cine de Nueva York. El evento, que tendrá lugar del 29 de septiembre al 15 de octubre próximos, publicó recientemente el título de los treinta y dos largometrajes, procedentes de dieciocho países, que conforman su selección oficial. Dentro de esa nómina destacan los filmes argentinos Los delincuentes (Rodrigo Moreno), Eureka (Lisandro Alonso) y La práctica (Martín Rejtman); el brasileño Retratos fantasmas (Kleber Mendonça Filho) y el chileno Los colonos (Felipe Gálvez), obras que, este año, han prestigiado a América Latina durante las jornadas de varias citas claves del circuito internacional de festivales.

Estas propuestas llegarán al certamen neoyorquino como ejemplos de los empeños cinematográficos más ambiciosos de la región. Excepto Felipe Gálvez, que se estrena en el largometraje de ficción precisamente con Los colonos, los otros realizadores son voces consagradas del cine latinoamericano, con obras originales y transgresoras que han retado las expectativas de recepción de las audiencias más disímiles. Estas nuevas películas de Rejtman, Mendonça Filho, Alonso y Moreno ratifican su maestría en el manejo del lenguaje fílmico y el vigor de su creatividad.

Los delincuentes, Eureka, Retratos fantasmas y Los colonos tuvieron su estreno internacional en el Festival de Cine de Cannes, donde fueron ovacionadas por el público y celebradas por la crítica. La práctica se estrenará mundialmente en el Festival de Cine de San Sebastián, en el que disputará la Concha de Oro. Estas excelentes obras pasarán por Nueva York junto a otros tantos filmes relevantes de autores como Aki Kaurismäki, Wim Wenders, Ryûsuke Hamaguchi, Todd Haynes, Justine Triet, Michael Mann, Víctor Erice, Radu Jude, Hong Sangsoo…

Ciertamente, el programa del evento que organiza anualmente el Film at Lincoln Center, sirve para “recordar que el arte del cine goza de buena salud”, si bien se discute tanto el “estado inestable de la industria”, como subrayó Dennis Lim, Director Artístico del Festival.

La película de Rejtman crea mucha expectativa entre la comunidad de cinéfilos. Conocido esencialmente por Rapado (1992), Silvia Prieto (1999), Los guantes mágicos (2003), Rejtman se puede designar el fundador del Nuevo Cine Argentino, integrado por autores que, entre finales de los noventa y principios de los dos mil marcó un nuevo camino en la estética cinematográfica de la región. Después de casi una década desde su anterior largo de ficción, La práctica supone el regreso de un pionero en la renovación del cine latinoamericano; un creador al que, el impacto de su obra volvió temprano un autor de culto. Bajo los códigos de la comedia, como casi la totalidad de los filmes de Rejtman, este se acerca a la singular experiencia de Gustavo, un profesor argentino de yoga que reside en Chile. Justo en los días en que experimenta el peso de la mediana edad, pierde a su esposa y se queda sin casa. Se verá entonces sumido en un torbellino de situaciones absurdas, mas encontrará un nuevo camino.

Después de una exitosa travesía por los terrenos de la ficción con Aquarius (2016) y Bacurau (2019), Kleber Mendonça Filho regresa a los del documental con Retratos Fantasmas. Esta obra, alimentada por la nostalgia, se adentra en la vida del realizador, en su relación sentimental con el séptimo arte y en la deriva de una ciudad que no deja de cambiar. Casi a la manera de un diario, a través de anécdotas, recuerdos, registros y materiales de archivo, hace una excepcional inmersión en el tiempo. El documental se adentra primero en el hogar donde vivió el realizador por cuatro décadas, para explorar su memoria personal y rendir un sentido homenaje a su madre, y después se consagra a la memoria de los cines de Recife, hoy cerrados o desaparecidos, y a la vida cultural gestada a su alrededor. Mientras se repasa un paisaje actual marcado por la devastación, entrevistas y materiales de archivos sirven para recuperar una época.

Eureka resulta un minucioso ejercicio formal que revisa la deriva histórica de los nativos americanos; una lúcida reflexión sobre el impacto devastador de la colonización en estas comunidades originarias. Alonso teje una excepcional experiencia estética, de una atmósfera onírica y misteriosa, y un riguroso diseño visual. El argumento se articula en tres capítulos autónomos, mas interrelacionados en la trama y el discurso. El primero es un western que usa los códigos del propio género para cuestionar su representación de los nativos. El segundo, en clave más naturalista, registra los recorridos nocturnos de una agente de policía en la reserva sioux de Pine Ridge, Dakota del Sur, y ausculta las emociones de su sobrina; de uno y otro personaje se revela una comunidad condenada a la pobreza, la drogadicción, la violencia y el abandono histórico. El tercero persigue un nativo de la Amazonía que deja su comunidad y reniega de sus tradiciones para trabajar en la búsqueda de oro bajo el mando de los europeos.

Rodrigo Moreno se estrenó en el largometraje con El custodio (2006). Después consumó Un mundo misterioso (2011) y Reimón (2014). Los delincuentes es su empresa más ambiciosa hasta la fecha, una operación creativa osada, cargada de giros narrativos, guiños cinéfilos, personajes excepcionales… La historia comienza como una suerte de película de atracos y robos, para gradualmente derivar en un drama existencial en clave de comedia romántica. El tesorero de un banco, Morán, aprovecha su posibilidad de entrar cada día a la bóveda para robar una suma de dinero equivalente al monto salarial que cobrarían él y un colega, Román, hasta el momento de la jubilación. Antes de entregarse a la policía, Morán pide a Román, que no tenía idea del desfalco, que guarde los dólares mientras él permanezca en prisión. Ese es el inicio de una historia mutante, que va de un género a otro, de situaciones humorísticas a trágicas, para explorar los sentidos de la libertad y el amor.

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Con Los colonos, Felipe Gálvez se coloca a la altura del resto de los realizadores. Su ópera prima es una obra estilizada, de una cuidadosa ingeniería formal, que enlaza con originalidad motivaciones políticas con ambiciones estéticas. La historia mira hacia la violencia intrínseca a la empresa colonial, a partir de una trama que sabe auscultar las relaciones de poder que, a principios del siglo XX en Chile, derivaron en un lamentable exterminio étnico y cultural. En una sagaz apropiación de códigos del western y la road movie, Gálvez cuenta el viaje a través de la Patagonia chilena de un teniente del ejército británico y un mercenario estadounidense, acompañados por un joven mestizo del lugar que sirve de guía. Estos personajes trabajan bajo las órdenes de José Menéndez, quien, bajo el pretexto de emprender una exploración administrativa, les ordena limpiar la zona de las comunidades nativas, consideradas obstáculos para sus intereses económicos.

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