Alejandro Alonso y la noche del mundo

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Fotograma de ‘La Historia se escribe de noche’; Alejandro Alonso
Fotograma de ‘La Historia se escribe de noche’; Alejandro Alonso (IMAGEN Vimeo / Vía: estudiostcuba.com)

Sus imágenes son vestigios de “un mundo que delira en la oscuridad”. La Historia se escribe de noche (Alejandro Alonso, 2023) anuda registros de paisajes urbanos, rurales, costeros, casi siempre paisajes periféricos, comunes e insólitos a un mismo tiempo, que, gracias a la imaginación y la inteligencia del realizador, consiguen alegorizar “la larga sombra” que se tiende sobre nosotros. La película esculpe en forma audiovisual ese “estado de excepción” histórico descrito por Walter Benjamin como condición y suerte de los oprimidos. Alonso ha encontrado esta vez en la noche, y en “los apagones” (los cortes de electricidad, cada vez más extensos, a que son sometidos los cubanos), la materia significante para su propósito… Como es costumbre, este autor entrega, con La Historia se escribe de noche, una obra de meticulosa orfebrería cinematográfica: se funden resonancias, ecos industriales, naturales, apocalípticos que alimentan el espíritu medieval de unas imágenes donde la luz es poco más que una reminiscencia.

Conocida la inventiva artística de Alonso no resulta extraño el éxito de esta película en el panorama internacional de festivales. Producida por Estudio ST, La Concretera Producciones y Vega Alta Films, La Historia se escribe de noche tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Rotterdam, y ya se aproxima su premiere latinoamericana en el Festival de Cine de Cartagena de Indias, Colombia, cuya edición 63tendrá lugar del 16 al 21 de abril. En Instagram, Estudio ST comentó que el filme participará de la Competencia Iberoamericana de Cortometrajes del evento colombiano, donde se presentan “historias sobre el éxodo y la resistencia” y se reúnen “cineastas contemporáneos que juegan con las posibilidades formales del cine”.

Ciertamente, si dos gestos confluyen en la alquimia cinematográfica de Alejandro Alonso son la exploración (de corte vanguardista) del repertorio expresivo audiovisual, de su autosuficiencia estética, y la extracción (de la realidad cubana) de fragmentos de un paisaje social de resistencia. De la singularidad autoral resultante emana la estirpe única de su trabajo. Aunque participan de la convención “documental”, sus películas, en puridad, son obras artísticas que operan con recursos del audiovisual, pero resultan más bien pinturas en movimiento, sinfonías con imágenes, poemas visuales… La experiencia cinematográfica propuesta por Alonso está siempre plagada de misterios, retos, revelaciones…

Póster de ‘La Historia se escribe de noche’; Alejandro Alonso
Póster de ‘La Historia se escribe de noche’; Alejandro Alonso (IMAGEN estudiostcuba.com)

Al ver La Historia se escribe de noche, como sucede con sus anteriores películas, se revela un creador capaz de evadir las tentaciones del realismo en una Cuba cuya precaria contingencia invita a testimoniar cada minuto de su día a día. ¿Qué hace el director de El proyecto, Home y Abisal en esta nueva obra? Como el pintor Pedro Pablo Oliva, que convirtió el motivo de “los apagones” en metáfora del Periodo Especial, Alonso toma esos cortes de luz eléctrica que aquejan hoy las noches de los cubanos y los procesa artísticamente, modela su materialidad sígnica hasta imprimir en ellos la violencia histórica que doblega estos tiempos, hasta convertirlos en clave explicativa de la sensibilidad insular, cada vez más abocada al fin de una era, a los abismos de su Historia. El propio Alonso comentó en una entrevista, realizada por Dean Luis Reyes, que debía mucho a El gran apagón, de Oliva. Allí dice: “Han pasado treinta años desde que se pintó y el país parece no haber avanzado un centímetro, condenado a la misma oscuridad y atormentado por los mismos demonios”.

Pero a diferencia de El gran apagón, sostenido en el registro colorido y la iconografía infantil propios de Oliva, La Historia se escribe de noche opera con la ausencia de luz, con la oscuridad, con la noche como cualidades de la forma y como espacio vital: una geografía social ulcerada, vacía, distópica, donde los hombres caminan perdidos en busca de señales, donde vagan a la espera de un mañana. En Alonso no hay humor, costumbrismo, idiosincrasia; todo eso cede ante el imponente dibujo de un universo distópico, de un cosmos onírico, de una Cuba espectral…

Para conseguir ese paisaje “del mañana”, que es el auténtico semblante del presente ante sus ojos, Alonso no solo despliega su expresionista trabajo con la ausencia de luz, con las sombras y la oscuridad –al inicio del documental se sugiere verlo sin contaminación lumínica, por “las condiciones de baja luminosidad” en que se filmó. Otras dos estrategias son esenciales: como advertía al principio, la construcción del abrasante paisaje sonoro que acompaña el registro visual y la conversación al interior de su casa entre él y su madre, que alterna con los “retazos de Pinar del Río, La Habana, Bahía Honda y la Ciénaga de Zapata”, los cuales tejen el territorio visto en la película, según cuenta el cineasta en la entrevista citada.

El diseño sonoro de La Historia se escribe de noche recrea un dark ambient tan aislante en el tiempo, y opresivo, como las mismas imágenes. El sonido, a veces orgánico, a veces sumamente industrial, inyecta una envolvente densidad al registro visual, a la vez que pauta los sentidos del discurso. Hay una imagen muy elocuente al principio: un plano general presenta un cementerio al fondo del cual, casi perdida en la noche, puede verse la torre de remate del monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución. En ese instante tiene lugar un apagón: y la noche envuelve a plenitud las tumbas de todos esos muertos. Mientras, la torre enhiesta, un símbolo en fuga, permanece iluminada e inalcanzable para los que viven al dorso de la Historia. Una vez se hace la oscuridad, una sirena, como un grito de emergencia, invade ese paisaje de muerte y olvido. La Historia se escribe de noche –donde Alonso forcejea con la luz para ver la oscuridad, la oscuridad de la noche y la oscuridad superpuesta de los apagones– intenta decirnos que es justo hacia ese paisaje de sombras hacia donde debemos dirigir la mirada.

El documental tiene un eje articulador en la conversación entre Alejandro y su madre. Ella habla de sus sueños, de rostros desconocidos; habla de fantasmas, y de la persistencia de la imagen “de una sombra larga que oscurece todo, pero que no llega a ser la noche”, y que pareciera invadir su vigilia.

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Fotograma de ‘La Historia se escribe de noche’; Alejandro Alonso
Fotograma de ‘La Historia se escribe de noche’; Alejandro Alonso (IMAGEN Vimeo / Vía: estudiostcuba.com)

Explica Alonso que de “lo más complejo [del proceso de realización] fue encontrar [cómo] transitar del rito familiar al rito colectivo”. Ahora podemos decir que entre las virtudes del documental no solo está exhibir ese momento íntimo como propio “del cambio de ritmo que imponen las ‘horas muertas’ de un apagón”, donde, “libres de cualquier distracción visual, las palabras adquieren otro valor y el acto de contar se convierte en un gesto de resistencia para alejar la oscuridad”. También estaría la transmutación de ese cosmos personal y subjetivo en un territorio dador de sentido al paisaje social. La ciudad castigada pareciera el paisaje recóndito de los sueños y de los miedos de la madre, tanto como la casa por donde transitan, sonámbulos, esos espíritus con temor a tropezar consigo mismos.

En algún momento, mientras dos mujeres intentan encontrar señal para sus celulares en plena nocturnidad, se escucha un breve fragmento de una emisión radial del relato “Anochecer”, de Isaac Asimov, en que se dice: “¡Luz! ¡Luz! ¡Luz…! Un millón de fuegos como un mundo que delira en la oscuridad”. Esa sutil intervención radial, extrañeza que corporiza el ucrónico mundo entrevisto por Alonso, se superpone a las palabras de su madre para llamar la atención sobre el fin de un tiempo y sobre la presencia, en la oscuridad de la noche, de una fuerza capaz de encontrar la salida. Esas flamas de la marcha de las antorchas, que se reproducen y atropellan, como en una estampa medieval, son el síntoma del desajuste histórico.

Comenta la madre: “Todos estamos intentando lo mismo, encontrar el camino para salir de ahí”. De ese tupido bosque de tinieblas que La Historia se escribe de noche desbroza como un explorador en busca de una ruta posible. José Martí dijo: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche/ ¿O son una las dos?”; mucho después Reinaldo Arenas escribió: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche,/ sumidas ambas en un solo abismo./ Cuba o la noche (porque son lo mismo)”. En La Historia se escribe de noche, Alonso cifra para Cuba la suerte que ambos poetas, desde el dolor del exilio, divisaron para la isla. Alonso –y el documental no es sino el paisaje de su subjetividad– fija su mirada en la oscuridad de su tiempo, tal como exige Agamben de los grandes artistas, y percibe allí la luz que se aleja infinitamente.

Fotograma de 'La historia se escribe de noche', Alejandro Alonso dir., 2024
Fotograma de ‘La historia se escribe de noche’, Alejandro Alonso dir., 2024
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