‛Blue’, sutil y conmovedora pieza de la cubana Violena Ampudia, se exhibirá al Festival Internacional de Documentales de Taiwán

Hace algunos días supimos, a través de las redes sociales, del estreno asiático de Blue (2023), el cortometraje de la realizadora cubana Violena Ampudia. La película integra la sección Contemporary Scenes del Taiwán International Documentary Festival (TIDF), que celebrará del 10 al 19 de mayo su edición correspondiente a 2024. Blue sumará así otra prestigiosa estación en su recorrido por eventos internacionales, que comenzó con un estreno mundial en el 27° Festival Internacional de Documentales Ji.hlava, en República Checa. Tras anunciar esta próxima exhibición, Estudios ST –productora del filme junto a DocNomads Joint Masters– destacó que Contemporary Scenes acoge documentales que “navegan entre diferentes géneros textuales e interfaces mediáticas, que deconstruyen la dinámica de poder entre el cineasta y el sujeto y arrojan nueva luz sobre el uso de entrevistas, la escenificación y los archivos audiovisuales”.

Ciertamente Blue es un trabajo singular, conmovedor y, por momentos, inescrutable en cuanto a su encuentro con el sujeto, el uso de testimonios y el manejo de archivos. El filme no documenta el afuera; documenta emociones, sensaciones, estados del ser, temores, dudas e incertidumbres a través del ensamblaje de los vestigios dejados por el encuentro creativo de un grupo de madres. Blue resulta de un taller de cianotipia convocado por Violena Ampudia para mujeres que atravesaron experiencias de depresión posparto. Cuenta la realizadora que solicitó a esas madres “recopilar recuerdos, fotografías, escritos, sueños, pensamientos… relacionados con esa época”, y asegura que “fue hermoso ver cómo exteriorizar su situación en otros objetos las ayudó a abrirse, a jugar y a transformar una experiencia tan dura en un proceso creativo que hablaba de sus sentimientos sin tener que recurrir a testimonios convencionales”.

El título es tan preciso como elocuente, en tanto aprehende esa doble dimensión que vuelve extraordinario el documental: es una experiencia sensorial, plástica, cinematográfica alrededor del azul resultante de la emulsión para imprimir, y también una reminiscencia de la tristeza y la melancolía posparto: esa extensa gama de síntomas, sensaciones y experiencias atravesadas por estas mujeres. Ese paisaje delineado en variaciones de azul es el tejido de las impresiones monocromas que sirvieron a estas madres para canalizar y exorcizar ese huracán de incertidumbres, angustias, ansiedades, temores… que acompañaron/sucedieron el alumbramiento; síntomas que las convenciones sociales, las expectativas culturales sobre la maternidad obligan muchas veces a reprimir. En tal sentido, el filme es una aventura colectiva de curación que Violena Ampudia impulsó –me atrevo a especular, pues eso indicaría su película– para reafirmar que la narrativa de la maternidad puede/debe estar en manos de las propias mujeres, no bajo el control de esas políticas asentadas por el aprendizaje cultural que encorsetan el embarazo y el parto en un relato de éxito, como una conquista de la propia feminidad.

Ya no el embarazo con sus corolarios físicos, sino la aceptación misma de ser madre supone una revolución para las mujeres. En las variaciones del azul, en los golpes de luz que crean volumen y dibujan figuras, en los contrastes de las estampas en negativos que recorren el metraje del documental, se cifra una ética de la maternidad: un sentido de resistencia y una expresión personal, el encuentro de un espacio de libertad y plenitud para la mujer cuando el alumbramiento no se traduce en felicidad. Casi en sordina, pues Blue es una obra íntima, sutil, Violena Ampudia interviene los “revelados” con animaciones, movimientos internos en la composición de los planos, testimonios (escritos en pantalla y extraídos de algún diario o del relato de un sueño). Esas intervenciones, como la emulsión que garantiza las imágenes azules en la cianotipia, fraguan una danza impresiones, sugerencias, alusiones que evocan –no ilustran, evocan– los estremecimientos subjetivos de estas mujeres. Pero no solo la imagen define el relieve expresivo de Blue; también el paisaje sonoro que acompaña esas visiones expresionistas es responsable del tono, la atmósfera de confusión y melancolía, de miedo y perplejidad que expone la obra.

Blue trasciende el mito de la maternidad como heroísmo y la presenta como ese acontecimiento que, sin importar bajo qué circunstancias llega, supone cambios radicales en las expectativas de vida de las mujeres y puede devenir en una crisis de identidad, incluso en temor al propio hijo. La maternidad es en sí misma un proceso de aprendizaje, un cisma que demanda percepciones sutiles por parte de los otros, autocuidados de la madre. Un poco como sucedía con las antropometrías de Yves Klein, donde el azul asía el espíritu de las mujeres, en la película de Violena Ampudia las impresiones en cianotipia son huellas, expresiones plásticas de un cuerpo de sombríos sentimientos; el revelado de las oscilaciones afectivas de unas madres (las convocadas al taller y de todas las mujeres con depresión posparto que en ellas se reconocen) privadas de las herramientas para lidiar con sus aflicciones, su infelicidad incluso.

Decía que en Blue cobra un particular protagonismo el repertorio expresivo; ese es un gesto inédito en el trabajo de esta realizadora. Esta es una película cercana al videoarte, donde el nivel de síntesis, la economía de recursos, el cuidado en el montaje de los planos de significación, trasuntan con contundencia (paradójicamente muy íntima) las oscuras resonancias del parto. Autora también de La espera (2018), un documental sobre el embarazo adolescente, Violena Ampudia ausculta en esta obra profundas vibraciones humanas con toda la densidad del azul.